sábado, 19 de diciembre de 2015

Restaurante ¿español?

Aquellos afortunados –es broma– que siguen mi blog con admirable paciencia, saben que me gusta escribir sobre la cocina étnica, habitualmente positiva y satisfactoria, sobre todo si uno no le hace ascos a las orugas del mapani en Sudáfrica, a los insectos torraditos en Vietnam o a los blancuzcos gusanos del coco en África Occidental, por poner algunos ejemplos que nos permitan centrarnos.

Pues bien, nunca imaginé que había que venir tan lejos para comer tan mal. Mi primer almuerzo en Filipinas, antes de meterme a explorar los restaurantes locales, fue una elección equivocada: un establecimiento español –sí, español– que, según su web, lleva seis décadas “enamorando a sus clientes con los tentadores sabores de Castilla” que, además, dice, “se han ido perfeccionando con los años”.

Enamorarse es un proceso físico y químico en el que suelen influir múltiples factores, ninguno de los cuales se dejó ver para la ocasión. El local es decentito, sin estridencias. Se agradece la falta de la decoración seudo-española tan al uso y tan desafortunada. Nada más sentarse uno a la mesa, se pone de relieve la primera falacia: no hay mantel ni servilletas. Ni siquiera de papel, aunque luego, a petición, me trajeron una de tela y unas toallitas húmedas para limpiarme las manos, como las que se usan para cuidar el culito de los bebés.

 No hay carta de vinos. Sin embargo, me ofrecieron un tempranillo de la casa, por copas carísimas, que resultó ser, y no exagero, lo peor que he bebido en mi vida y, para colmo, caliente a más no poder. Eché una ojeada a las botellas de la estantería ¡sin encontrar una sola etiqueta patria! Identifiqué las peores marcas globales, la basurilla de varios países, incluso de Francia, donde también se producen vinos bien malos.

La carta ofrecía un amplio repertorio de diferentes tipos de paella cuya elección, por amargas experiencias, suelo rechazar de plano, cualquiera que sea el adjetivo que le atribuyan: valenciana, de pollo, de verduras, de conejo, de marisco… Me da igual, porque el arroz suele adquirir la consistencia del engrudo usado para pegar carteles.

Me animé a media docena de langostinos al ajillo que, en la foto, tenían muy buena pinta. Se les veía enteros, a la plancha y sin pelar, con unas láminas de ajo por encima. Hubieran lucido bastante bien en la bandeja, a no ser por sus cabezas negras como el azabache y la repelente gelatina verde-azulada que desprendían al separarlas del cuerpo. Luego resultaron dificilísimos que pelar, duros –excesivo tiempo de plancha– y desaboridos. Me dejé dos enteritos, con lo que a mí me gustan.

Podría seguir hablando de unas anillas de calamares a la romana, recubiertas con un dedo de rebozo inidentificable y servidas con una insulsa salsa alioli y un limón que resultó que no era limón sino calamansi, minúsculo y sin jugo. Pero no quiero aburrirles con esta mi primera entrega desde las “Pilipinas” del rey Felipe II. Tendremos ocasión de seguir desde estas ínsulas en otro momento.

Lo positivo del restaurante es que se encuentra muy cerquita de mi hotel, apenas a un par de calles algo estrechas y sinuosas. Lo negativo, según se mire, que para llegar hay que atravesar el barrio de furcias –juro que nadie me advirtió– donde los vendedores callejeros me ofrecieron viagra, cialis y otros expectorantes, sin ningún rubor.

No sé si por pura intuición o porque se me notan ya las carencias.


IMÁGENES: Arriba, paella al estilo de mi mujer, es decir, deliciosa. Abajo, supuestos callos a la madrileña absolutamente incomibles.

sábado, 12 de diciembre de 2015

El rey de los vientos

Si hay un elemento que identifica nuestro clima en Zaragoza, es el cierzo, que corre a sus anchas por el valle del Ebro sacudiendo árboles y ventanas, alzando faldas,  levantando nubes de polvo, arremolinando la hojarasca del otoño y llevándonos en volandas.

La primera referencia que se conserva sobre el cierzo aparece en los albores del siglo II aC, cuando Catón el Censor, viejo cónsul romano que trajinó por Hispania luchando en mil batallas, no olvidó anotar en sus crónicas lo feroz que le había parecido el viento del Ebro, al que denominó cercio: “Al hablar te llena la boca, derriba hombres armados y carros cargados”, afirmaba, tal vez exagerando un poco.
Siglos después, cuando en Zaragoza teníamos una base aérea de la USAF, la emisora FM de los gringos se identificaba en inglés como trasmitiendo from de windy city, es decir, “desde la ciudad del viento”, como Chicago. [1]

Numerosos autores se han referido al cierzo en sus glosas, desde el bilbilitano Marcial, también en época romana, hasta José Antonio Labordeta [2], carismático cantautor de lo aragonés, que le dedicó algunas composiciones memorables. Ciertos artistas plásticos han conseguido obras de gran belleza inspiradas en nuestro viento, que ha dejado su huella en nuestra cultura popular, en el urbanismo moderno y en la arquitectura convencional.

El cierzo modela el paisaje, erosiona los cerros dejándolos pelados e inclina los árboles en la dirección de su soplido. Algunos de ellos apenas desarrollan ramas por el lado de barlovento, al igual que los “pinos del viento” o pini winis en las Antillas Holandesas. Integradas en los yermos parajes de Aragón, podemos ver rodar a las “capitanas”, esos arbustos inconfundibles en forma de bola de las desoladas escenas de las películas del Oeste, que son arrancados por el cierzo y, en su camino, van esparciendo sus semillas para que la vida continúe.

El cierzo es un viento frío y seco que, a menudo, nos trae frío polar y, a cambio, se lleva la niebla y la contaminación. Es un viento del Norte que, al llegar por el Moncayo [3], choca contra las montañas del Sistema Ibérico que flanquean el valle y toma la dirección del río, perdiendo fuerza a medida que se aleja hacia el Mediterráneo.

No trae humedad, sino que se la lleva, ejerciendo un efecto desecante, como si fuera un aspirador. Sopla durante más de 150 días al año, persistente y racheado. A veces se enrabieta como si hubiera enloquecido, alcanzando intensidades que superan de largo los 100 km/hora, hasta la máxima racha de 160 km/hora registrada en 1954. La alerta por viento se activa en Zaragoza cuando supera los 60 km/hora, si bien, en otras ciudades españolas, el umbral es mucho más bajo. Dicen que ha llegado a mover los vagones del ferrocarril y que, cuando las locomotoras iban a carbón, resultaba difícil avanzar contra el viento.

Con frecuencia nos acobarda, levanta tejados, desgaja ramas y rompe antenas, pero también nos aporta beneficios, haciendo funcionar, generoso, los molinos de producción eléctrica que pueblan el paisaje del valle, parques eólicos que inyectan millones de megavatios a la red eléctrica, reduciendo el consumo de combustibles fósiles y mejorando el medio ambiente.

¡Salve, rey de los vientos!


IMAGENES: Arriba, mapa de la Comunidad Autónoma de Aragón, atravesada por el río Ebro. El clima a que me refiero corresponde a Zaragoza y amplios alrededores a lo largo del valle. Centro, Marcial (40 – 104 dC) escribió un total de unos mil quinientos poemas pertenecientes a un solo género literario, el epigrama, en el que no tuvo rival en su tiempo (Foto: Wikipedia). Abajo, árboles esculpidos por el viento en la ladera de Moncayo (Foto: Moncayoman.com).

[1] Para conocer el origen del apodo “ciudad de los vientos” a Chicago, sugiero visitar una interesante página pinchando sobre el enlace anterior, arriba, en azul.

[2] Conocí a Labordeta en Nueva York y luego, ya de mayores, compartimos algunas tardes de tinto y conversación en nuestra querida ciudad de Jaca, en el Pirineo Aragonés. Labordeta (1935 – 2010) escribió estos versos que tomo de una de sus canciones:
Polvo, niebla, viento y sol
y donde hay agua, una huerta;
al norte, los Pirineos:
esta tierra es Aragón.


[3] El Moncayo es una montaña del Sistema Ibérico situada entre las provincias de Zaragoza (Aragón) y Soria (Castilla y León). Con sus 2.314 msnm, es la máxima cumbre del Sistema Ibérico. Detalles en la web Moncayoman.com.

NOTA – La información contenida en esta entrada es, en parte, de elaboración propia y, en parte, obtenida de las fuentes citadas y del diario Heraldo de Aragón.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Egipcios

Termina el verano del año 2525 aC. El Nilo se ha desbordado. La inundación mejora la navegabilidad del río y, para un hombre llamado Merrer, señala el momento de transportar la piedra hasta el lugar donde el faraón Keops El Déspota, segundo de la IV dinastía, está construyendo la Gran Pirámide de Gizé.

La navegación desde la cantera es de apenas unas 10 millas al sur, pero la pesada carga de piedra caliza dificulta la maniobrabilidad por un río desdibujado que aparece ahora tan vasto como un océano. Merrer es un hombre con experiencia en mar abierto y la flota de barcazas del faraón y los 50 obreros a su cargo están en manos seguras.

Egipto 1El lugar es un continuo trajín, un ir y venir de hombres en ruidosa y porfiada actividad. La pirámide quedará pronto recubierta con los bloques labrados a su sombra y cuando la piedra angular se coloque en la posición más alta de la construcción, el trabajo de Merrer habrá concluido.

Unos 4.540 años más tarde, la enorme planicie frente a la pirámide de Keops permanece silenciosa y desolada. Los vendedores de suvenires y perfumes falsificados, el camellero que ofrecía paseos a lomos de su camello a 6 libras egipcias la media hora, y los turistas, han desaparecido ahuyentados, primero, por el atentado suicida en el Museo de Arte Islámico de El Cairo –la más colosal colección de antigüedades egipcias del mundo– y, ahora, por el derribo de un avión ruso con más de 200 pasajeros sobre la península del Sinaí. Entre uno y otro no han faltado sobresaltos de variada intensidad.

Egipto 3Durante décadas, la Gran Pirámide fue lugar de obligada peregrinación para los turistas que visitaban el país. Las cenas con espectáculo, la danza del vientre interpretada por bellísimas bailarinas en los restaurantes típicos de la plaza de Tahrir o de la Liberación, y los románticos cruceros fluviales hasta la presa de Asuán, cosa corriente. Los hoteles bullían de actividad y en el lobby se hacían oír todas las lenguas del mundo.

Vivía yo en el barrio de Heliópolis, un entorno relativamente seguro por la cercanía de la residencia del presidente de la nación. Cada día viajaba hasta una pequeña ciudad llamada 6th October, a unos 40 kilómetros de El Cairo, erigida exactamente en medio de la nada absoluta, en pleno desierto. Me habían asignado un consultor egipcio, propietario del automóvil más destartalado y sucio que he visto jamás, cuyo motor nos obligaba a detenernos cada pocos kilómetros para rellenar de agua su radiador.

Egipto 2

Una tarde, al ir a acomodarme en mi lugar en el auto, hice ademán de retirar un libro de tapas mugrientas colocado en el asiento del acompañante. El tipo aquel me sujetó el brazo con inusitada fuerza para impedírmelo y comenzó a increparme en árabe, a voz en grito, el rostro congestionado, completamente fuera de sí. Luego, más calmado, me explicó que aquel libro era el Corán y que yo, perro infiel, no podía tocarlo con mis manos impuras. Me dieron ganas de liarme a hostias con aquel imbécil pero me contuve, lo que no supuso óbice ni cortapisa para que me ciscara, por lo bajinis, en la putísima madre que lo parió.

Relaté el incidente al jefe de equipo, quien me adjudicó de inmediato un nuevo consultor llamado Ahmed, feliz propietario de un coche modesto pero decoroso y limpio, verdadero profesional, formalmente interesado en los avances del proyecto, en mejorar su inglés y en sacar adelante a su familia: una joven y encantadora esposa, que no tuvo inconveniente en presentarme, y dos niñitas gemelas de inmensos ojos negros, lindas como de cuento de hadas.

Ahmed, sin duda, pertenece a la honorable estirpe de los Merrer, dominadores del Nilo y constructores de pirámides. El otro, el ferviente lector del Corán, estará ahora integrado en alguna célula de terrorismo yihadista o violando mujeres en las filas del ejército islámico.

Suponiendo que un dron infiel e irreverente no le haya volado ya la cabeza.


IMÁGENES: Arriba, construcción de las pirámides. Centro, la española Dalilah [*], bailarina legendaria de la época dorada de la danza del vientre en Egipto, bailando delante de las pirámides durante el rodaje de la película “Keyf Ansak”, en 1957. Abajo, pirámides y camellero.

[*] Dalilah, cuyo verdadero nombre era Adelaida Angulo Agramunt, intervino en varias películas y programas de televisión desde 1952 hasta su repentino fallecimiento en 2001. A destacar su interpretación en Juana la Loca, poco antes de morir, y su show Arabesque. (Fotografía y datos tomados de Wikipedia).

sábado, 7 de noviembre de 2015

Logos, pathos y Cervantes

Los argumentos han de ser convincentes. El público debe conocer el punto de vista del orador antes de aceptar su discurso. Sé que fueron los políticos quienes prostituyeron el logos, es decir, el uso de la palabra meditada, reflexionada y razonada, uno de los modos de persuasión en la retórica de la filosofía aristotélica. La casta dirigente –con demasiada frecuencia lerda, inhábil y grosera– solventó sus insustanciales discursos con el pathos, como manipulación inicua de los sentimientos humanos para afectar el juicio del pueblo y su siempre deformada y deficiente comprensión de la política y de los intereses espurios que enmascara.

Nov 3 AristoEl logos es la argumentación en sus dos formas básicas: la primera apela a principios tales como el valor de la libertad, el respeto a la vida, la igualdad entre los hombres, etc. Su fuerza de convicción depende, en gran medida, de que los principios o valores en que se apoya sean compartidos por el auditorio. La segunda gravita en lo que Aristóteles llama “proposiciones probables”, esto es, afirmaciones que han sido suficientemente verificadas.

El pathos es la intensidad emocional del discurso a través del tono de voz y del lenguaje no verbal. Esta emoción debería despertar una respuesta similar en el auditorio. También, el logos contribuye a activar el pathos, pero el que habla ha de saber establecer una relación favorable con el auditorio. «A los hombres buenos les creemos de un modo más decidido, con menos vacilación. No es verdad que la bondad personal de quien habla no contribuya a su poder de persuasión: por el contrario, su carácter y credibilidad pueden considerarse la herramienta de convicción más efectiva que se posee», señalaba Aristóteles.

Nov 7 3Celebrando este año el IV centenario de la aparición de la segunda parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, he tenido oportunidad de leer otro libro titulado, ni más ni menos, Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de un tal Alonso Fernández de Avellaneda –probablemente un seudónimo– obra pronto conocida como El Quijote de Avellaneda por hacerla, sin duda, más manejable.

Recoge el texto el logos y el pathos del primitivo, es decir, un plagio en toda regla a la obra de Cervantes aunque, en la época, no suponga ninguna novedad que alguien escriba una segunda parte de un libro ajeno. El Lazarillo de Tormes y su continuación son obra de distintos autores, ambos anónimos. Salas Barbadillo escribió La hija de la Celestina, aprovechando el atractivo de los personajes de La Celestina original. De Lope de Vega es La hermosura de Angélica que, al igual que Las lágrimas de Angélica, de Luis Barahona, está inspirada en el Orlando enamorado, de Boiardo, quien la escribió estimulado por el Orlando furioso de Ludovico Ariosto.

Nov 7 2Lo sorprendente es que nadie, en su tiempo, se incomode por ello, considerándose entonces que los personajes y las historias no son patrimonio de su creador, sino del mundo de la literatura o de la poesía, y cualquiera puede acceder a ellas y utilizarlas en su provecho con absoluta libertad. Pero El Quijote de Avellaneda cuenta con una particularidad: la falta de respeto hacia el creador del original. Los demás autores cantan las virtudes de sus antecesores –el logos– y se enorgullecen de compartir sus laureles y habilidades –el pathos–. Sin embargo, Avellaneda considera a Cervantes un viejo solitario, charlatán, agresivo, prepotente y gruñón, al que hay que poner en su sitio haciéndole todo el daño posible y, de paso, sembrar dudas sobre sus orientaciones sexuales durante su cautiverio en Argel.

Dice mi mujer que los espíritus mediocres condenan todo aquello que está fuera de su alcance. Una de las mayores pruebas de su mediocridad es no aceptar ni reconocer la superioridad de otros.


IMÁGENES: Arriba, busto de Aristóteles (384-322 aC) en el Palazzo Altemps de Roma. Centro, Portada del Quijote de Avellaneda con un facsímil de la edición original de 1614. Abajo, Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

NOTA - En el momento en que un orador inicia su discurso, se pone en marcha un complejo proceso en el que intervienen multitud de factores. Logos y Pathos son dos de las tres palabras que representan las condiciones que, en la Retórica de Aristóteles, debe reunir un buen discurso. Utilizamos el término discurso en un sentido muy amplio, para abarcar la intervención de un político en la cámara, la lección de un profesor, la presentación de un proyecto a un grupo de profesionales, unas palabras en un acto de homenaje a una persona, la homilía de un sacerdote, etc.

sábado, 24 de octubre de 2015

Una historia de amor

Manuel Souto, gallego de Pontevedra, fue mi profesor de latín durante el bachillerato. En clase le llamábamos respetuosamente “don Manuel”, aunque entre los estudiantes era más conocido como “el purdi”, en reconocimiento al uso y abuso que hacía de la expresión “por decirlo así” que, con su fuerte acento gallego, se convertía en “purdicirlo así”.

En lugar de hacernos memorizar vocabulario, declinaciones, estructuras morfosintácticas y galimatías por el estilo, nos enseñaba la asignatura de una manera práctica, dedicando todo su esfuerzo a que aprendiéramos a leer, comprender, traducir y comentar textos de autores de la antigüedad, cuidadosamente seleccionados para activar nuestra fantasía.

Amor anibal_alpes1Así, nuestra imaginación de adolescentes  nos llevaba a cruzar los Alpes con el ejército de Aníbal y sus elefantes, contemplando desde lo alto le belle campagne della soggetta Italia, o luchando con las legiones del emperador Augusto en la conquista de Hispania o defendiendo Roma de las invasiones bárbaras… Otras, incursionábamos en la literatura mítica, de la que recuerdo una leyenda de Ovidio que me impactó lo suyo.

Ceix, hijo de Venus, diosa del amor y de la belleza, asustado por ciertas predicciones siniestras, resolvió cruzar el mar y trasladarse a un lugar de Asia Menor para consultar al oráculo de Apolo. Su fiel esposa, Alcíone, hija de Eolo, dios de los vientos, trató de disuadirle de su propósito con quejas y tiernos reproches.

A pesar de que las lágrimas de su amada le conmovían hasta lo más hondo del corazón, Ceix no cedió en su propósito y procuró infundirle ánimo: “Si el destino consiente en devolverme a la patria, te juro, por mi radiante madre, que estaré de regreso antes de que la luna se haya renovado dos veces”. Cuando Alcíone alzó sus húmedos ojos y vio a su amado esposo que, de pie en la popa, le enviaba los últimos adioses, no pudo soportar tanto dolor, cayendo desmayada en la orilla.

Amor AlcioneEn plena travesía, negros nubarrones ocultan el cielo y llega la noche, iluminada sólo por el rayo que rasga las tinieblas. Retumba incesante el trueno y las olas se elevan cada vez más, anegando el barco con sus aguas. “¡Alcíone!”, grita Ceix, sintiendo cerca el final de su vida. “¡Alcíone!”, suspira al cerrarse las olas sobre su cabeza mientras la nave, con todos sus ocupantes, se hunde en el negro abismo del mar.

Una mañana, al cumplirse la primera luna, Alcíone se dirige a la playa para visitar el lugar donde diera el último adiós a su amado. Perdida la mirada en el océano, con ojos llorosos, vislumbra entre las olas el cuerpo sin vida de su adorado esposo. Quiere lanzarse al mar, desesperada, cuando unas alas la levantan en el aire y ella, gimiendo dolorosamente, las agita como un ave, volando a ras de las aguas para posarse, sollozando, sobre el pecho del marido muerto. ¿Se diría que él siente la proximidad de su fiel esposa? Sí, ciertamente. Los dioses, compasivos, convierten el cuerpo de Ceix en un hermoso alción –martín pescador– y le infunden nueva vida. Ahora, trastocados en bellas aves de espectacular plumaje, los esposos vuelan juntos y se conservan fieles al tierno amor que les uniera.

SONY DSCTodos los años, mediado el invierno, se dan siete días de bonanza en los que no sopla ni la más pequeña ráfaga de viento. Es entonces cuando la hembra del ave se dispone a incubar los huevos en el nido que flota sobre la tersa superficie del mar.

Son los "días del alción", que no conocen tempestades.


IMÁGENES: Arriba, el general cartaginés Anibal Barca cruzando los Alpes con 80.000 hombres y 37 elefantes de guerra (218 aC): “Encontraremos un camino y, si no, lo crearemos”. Centro, Alcione y Ceix en una pintura de la época. Abajo, una pareja de alción o martín pescador (Alcedo Atthis) con una presa que el macho ofrece, enamorado, a la hembra.

sábado, 10 de octubre de 2015

Miedo al 13

La tercera semana de este mes de octubre nos trae un martes 13 que, junto con el viernes 13 en países anglosajones, constituyen días de malos augurios y negros presagios, aunque sus connotaciones negativas no tengan ningún fundamento científico. Sobreviviremos al maleficio, creo.

martes13 5La triscaidecafobia es el miedo persistente, anormal e injustificado al número 13, desde la antigüedad etiquetado como de mal agüero por varias y caprichosas razones. En la última cena había doce apóstoles más Jesús, con Judas, el traidor, como el discípulo número 13. En la Cábala, el Zohar enumera a 13 espíritus malignos. En el libro del Apocalipsis, el capítulo 13 corresponde al anticristo y a la bestia. Una leyenda escandinava cuenta que, en una cena de dioses, el espíritu del mal, Loki, era el invitado número 13. En el tarot, el arcano XIII hace referencia a la muerte, representada por un esqueleto con una guadaña en la mano siniestra con la que va cortando cabezas.

En los aviones de Iberia, Alitalia, Emirates, la panameña Copa y tal vez en algunas compañías más, la fila que sigue a la 12 es la 14. El álbum Alivio de luto, de Joaquín Sabina, tampoco presenta este número: después de la pista número doce viene la pista "+uno". Igualmente, los discos de la banda uruguaya No te va gustar carecen de la pista número 13, pasando directamente de la 12 a la 14.

martes 13 3Veamos el caso del compositor austriaco Arnold Schoemberg. Alcanzó fama por haber “inventado” una nueva forma de componer música, llamada de doce tonos o dodecafónica, cuyo resultando es una melodía disonante y, para mucha gente, dolorosa de escuchar. La razón por la que le menciono aquí no es por eso, sino por su temor irracional al número 13.

Su vida está plagada de anécdotas. Por ejemplo, su ópera “Moses and Aaron” tuvo que volverse a titular como “Moses and Aron”, con una “a” menos en “Aaron”, porque el título original tenía 13 letras. Sus temores alcanzaron un punto crítico al aproximarse su 65 cumpleaños. Convencido de que moriría precisamente ese año por ser divisible por 13 y agobiado por sus miedos, llamó a un astrólogo amigo rogándole le confeccionara su horóscopo. Afortunadamente, su amigo le aseguró que no tenía nada que temer y que sobreviviría a sus 65 años sin dificultad… al menos hasta que el fatídico 13 conspirara de nuevo contra él.

Quedó el músico muy aliviado sabiendo que, al menos, tenía por delante otros 13 años sin ninguna preocupación. Sin embargo, poco después recibió la carta de un nigromante advirtiéndole del peligro que suponían, no solo los números divisibles por 13, sino todos aquellos cuyos dígitos sumaran la fatídica cifra: el 76, por ejemplo. El caso es que el hombre falleció a los 76 años, el 13 de julio de 1950… casualmente divisible por 13.

martes 13 4

¿Qué podemos deducir de esta inquietante historia? ¿Fue realmente el 13 quien mató al ilustre compositor? ¡Por supuesto que no! A Schoemberg pudo matarle la enfermedad o el estrés originado por un miedo irracional. Todos los miedos son peligrosos, sea a determinadas fechas, a las arañas, a los gatos negros, a los martes o viernes 13, a la sal derramada o a los espejos rotos.

Dice mi mujer que la razón y el conocimiento representan el fin de la superstición y de los temores infundados, pero no se lo tomen al pie de la letra. Por si acaso.


IMÁGENES: Arriba, alegoría del martes 13; centro, retrato del compositor austriaco Arnold Schoemberg; abajo, salero derramado.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Huérfanas y desvirgadas

Hubo un tiempo en el que las putas eran eso: simplemente putas o, como mucho, prostitutas, para la gente de fina parla. Algún decenio después se empezó a llamar al pan zrus y al vino frolo, como dejó dicho Forges. El patio de recreo de mi instituto de bachillerato se convirtió, por arte de magia, en un espacio de usos múltiples y las putas de siempre en trabajadoras sexuales. Los maricones de toda la vida devinieron en gays, las bolleras o tortilleras en lesbianas y los negros en subsaharianos, y se alcanzó la suma estupidez lingüística evitando llamar a las cosas por su nombre.

prostitución

En esta misma línea de confusión filológica, de pérdida del logos, preguntado un alto cargo del gobierno de las Españas sobre el porqué de las emisiones de deuda pública ligadas a la inflación, respondió textualmente: “Acceder a una plataforma que demanda emisiones indexadas de un nuevo emisor soberano en un mercado líquido existente en Europa, diversificando así la base inversora del Tesoro Público y reduciendo la presión sobre los instrumentos tradicionales”. ¡Qué papelón para Séneca si pudiera, como Lázaro, volver a la vida!

Me he desviado sustancialmente del tema principal, porque sobre lo que quería escribir está relacionado con la prostitución y la normativa impuesta en la Edad Media, primero por Alfonso XI y luego por Felipe II, regulando con claridad meridiana –al pan, pan, y al vino, vino– el llamado oficio más viejo del mundo. El diario madrileño ABC publicó hace unas semanas un curioso trabajo [1] del que voy a resumir, aligerados, los detalles más sugestivos.

Estigmatizadas socialmente bajo la etiqueta de rameras o cantoneras, se las diferenciaba de cualquier otra mujer estipulando los requisitos necesarios para ejercer como prostituta. Entre ellos, la obligatoriedad de no ser noble, haber perdido la virginidad y ser huérfana o de padres desconocidos. En cuanto a la edad, tenían que ser mayores de 12 años.

ProstitutasAdemás, sólo estaba permitido prostituirse en “casas públicas” –burdeles con licencia– y sin dependencia de “rufianes”, es decir, chulos o proxenetas. Igualmente, estaba prohibido vestir sedas o de manera provocativa y mantener relaciones sexuales en caso de tener enfermedades venéreas, bajo pena de cien azotes, la pérdida de todos los bienes y, en último término, el destierro de la ciudad. Los médicos de la Cárcel de la Corte, conocidos en la época como “cirujanos”, estaban obligados a realizar revisiones periódicas en las casas públicas del barranco de Lavapiés –hoy castizo y respetable barrio madrileño del mismo nombre–, único lugar donde quedaban confinadas estas mujeres.

Existía la obligación de que cada prostíbulo contara con una “madre” –lo que hoy llamaríamos una “madame”– para garantizar el cumplimiento de la normativa, el orden público y el pago de los impuestos a las arcas municipales. Las “madres” solo podían cobrar por el lavado de ropa, la comida y el uso de las habitaciones. Para evitar peleas, los hombres que acudían a estos burdeles debían dejar las armas en el exterior.

putas carretera

En la actualidad –añado ya por mi cuenta–, el mayor prostíbulo de Europa se encuentra en La Junquera, dudoso honor para la provincia catalana de Gerona. Después de años de litigo en los tribunales, empezó a funcionar en 2010 en la frontera con Francia. Disponía inicialmente de unas 160 mujeres y 80 habitaciones. Los clientes llegan, sobre todo, del país vecino, donde están prohibidos este tipo de locales. El nuevo puticlub se suma a los once que hay en los alrededores. Son casi 1.800 prostitutas en la zona, sin contar las que ejercen en la carretera.

En palabras del italiano Gervaso, “hay mujeres que venden aquello que deberían dar y otras que dan aquello que podrían vender. Las primeras son prostitutas, las segundas, enamoradas” [2] o, vox populi, que el asunto de la jodienda no tiene enmienda.


IMÁGENES: Arriba, panel de cotizaciones en bolsa; centro, prostituta medieval; abajo, putas de carretera.

[1] ABC del 25/07/2015, Adrián Delgado, Huérfana y desvirgada: las normas para ser prostituta en el Madrid del siglo XVI.

[2] Roberto Gervaso, La volpe e l’uva, 1989, basado en una fábula de Esopo.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Pescaderías

Madrid es la segunda lonja de pescado del mundo, después de la de Tokio, por la cantidad que recibe y, sobre todo, por su variedad en especies y orígenes. Julio Camba escribió que Madrid no está más lejos del Atlántico para no acercarse demasiado al Mediterráneo. A lo mejor es al revés, que quiere estar a distancia razonable de cualquier costa para abastecerse de todas ellas: pescados y mariscos llegan ahora desde todo lugar, mar u océano del planeta. Mercado global se llama eso.

Una logística innovadora dotada de instalaciones isotérmicas impecables y modernos medios de distribución permite que en el mostrador de nuestras pescaderías, en cualquier lugar remoto o próximo al mar, se ofrezcan besugos capturados en el Cantábrico junto a gambas subastadas en Huelva, percebes de roca recogidos en Galicia emparejados con rojas centollas y relucientes merluzas pescadas en la Patagonia argentina, salmón asturiano contiguo al bacalao de Noruega y mejillones cultivados en Holanda. Con las máximas garantías de calidad y seguridad para el consumidor, porque no puede ser de otra manera.

pescadería 1

Me gustan las pescaderías. Hay que llegar a ellas con los ojos bien abiertos y el espíritu dispuesto a la aventura, sin ideas preconcebidas. Puede uno encontrarse con agradables sorpresas que le hagan cambiar de planes y llevarse a casa alguna que otra maravilla de la mar océana con la que disfrutar en la mesa. Porque el placer gastronómico empieza en la pescadería. Su mostrador es siempre un espectáculo visual y un anticipo de una fiesta en la cocina.

Ayer, precisamente, en nuestra pescadería habitual de Jaca, descubrí unos besugos de ración que, con su color rosado y ojos brillantes, pedían a gritos que me los llevase. Y me los llevé, claro. El besugo pertenece a la ilustrísima familia de los espáridos, relación que comparte con parientes tan deliciosos como la dorada, el sargo, la hurta, la sama, el pargo y afines. Todos encierran unos sabores exquisitos, fruto, en gran parte, de la presencia de crustáceos en su dieta. El sargo, por ejemplo, es capaz de comer percebes gracias a la fuerza de sus dientes y el besugo puede desayunarse con una buena ración de marisco. Aunque la sabiduría popular asegura que “de la mar el mero y de la tierra el cordero”, lo cierto es que el besugo es uno de los productos de la pesca mejor calificados en nuestro país.

Pese a todo, el repertorio por el que se mueve el consumidor medio es bastante limitado. Hay muchos pescados, verdaderas exquisiteces, que la gente no compra porque no los conoce. Mi consejo es que se atrevan. Hoy, vía internet, no existen dificultades para hacerse con una buena receta que desarrolle todas las virtudes de un pescado poco habitual en nuestra cocina o en el mostrador de nuestro pescadero.

pescaderías 2A mi me gustan todos pero, especialmente, la sopa de pescado y marisco que prepara mi mujer, añadiendo al plato unas puntas de espárragos verdes que, sin enmascarar el sabor original, le confiere un ligero toque vegetal muy agradable. La más famosa, a pesar de los esfuerzos de mi Marichu, es la bullabesa, eterna y perfumada sopa del Mediterráneo, típica de la Provenza francesa: “Un viernes de vigilia, una abadesa, en Marsella invento la bullabesa” [1]. Originariamente se cocinaba en el seno de las familias de los pescadores, empleando los pescados feos y espinosos, menos apreciados en el mercado. De ahí su nombre: boullir, hervir, y baisse, como sinónimo de “desecho”, es decir, “hervir los desechos”. Qué mal suena ¿verdad?

Los catalanes, en su afán por mistificar y apropiarse de todo lo apropiable, aseguran que esta sopa es de origen catalán –suquet de peix–, cuya receta cruzó los Pirineos en el siglo XIX [2]. Mucho antes de tan chusca ocurrencia, existía ya una crónica mitológica recogida por Hesíodo en su Teogonía [3]: Venus, celosa de Anfítrite, diosa de la mar tranquila, ofrece una bullabesa a su esposo Vulcano para retenerle junto a ella, evitando así su encuentro con la deidad entre las olas marinas. [4]

Que en sopas y amores, los primeros son los mejores.


IMÁGENES: Arriba, mostrador de pescadería. Abajo, una de tantas versiones de la sopa bullabesa.

[1] Adaptación libre de los versos que el poeta francés Joseph Méry (1797 – 1866) dedicó a la bullabesa, sopa de pescado que fue llamada por algún ilustre gastrónomo la sopa del sol.

[2] Dionisio Pérez Gutiérrez, (1929), «Guía del buen comer español», ed Maxtor, pp:166.

[3] La Teogonía (literalmente Origen de los dioses) es una obra poética del siglo VIII o VII a.C. escrita por Hesíodoto. Contiene una de las más antiguas versiones del origen del cosmos y el linaje de los dioses de la mitología griega. Es una de las obras claves de la épica grecolatina.

[4] Otros sostienen que Venus, la infiel diosa romana del amor, habría preparado una sopa de pescado muy azafranada para su colérico esposo Vulcano (dios romano del fuego). Éste la devoró glotonamente quedando adormecido, dejando así a Venus libre para ir a coquetear con Marte, el dios de la guerra. (Blog de la Academia Catalana de Gastronomía)

sábado, 29 de agosto de 2015

Érase una vez un país

Érase una vez un país extraordinario en el que los niños recibían educación gratuita, las mamás se ocupaban de la casa, los papás iban a trabajar, hacían horas extras porque había trabajo para todos y apenas se pagaban impuestos.

La formación de los niños –y las niñas, no me vayan a joder las feministas– corría a cargo del estado desde el parvulario hasta los 14 años. Se emitía un “certificado de estudios primarios” como justificante del nivel de ilustración del titular, capacitado para leer entendiendo lo leído, escribir sin faltas de ortografía y conocer los afluentes del Guadiana y algo del patrimonio histórico y cultural de la patria.

erase un pais

No existían, en aquel país que digo, actividades extraescolares ni clases de gimnasia, porque, a la salida de la escuela, todos corrían a casa para escuchar en la radio las aventuras de Diego Valor para los chicos, o Matilde, Perico y Periquín para las nenas. Patear una pelota de fútbol o saltar a la comba hasta la hora de la cena, era ya ejercicio bastante para fortalecer aquellas anatomías en desarrollo.

Quienes, a partir de los 10 años, se decidían por el bachillerato y tenían que desplazarse hasta el instituto, podían utilizar los transportes públicos a precios muy reducidos. Se impartían clases optativas de inglés, francés o alemán, a elegir según los gustos de cada cual, amén de latín y griego, y exámenes de reválida general en cuarto y sexto cursos, para cerciorarse de que los chicos –y las chicas– habían asimilado todo lo que debían saber de cada una de las asignaturas que conformaban el plan de estudios vigente.

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En aquel memorable país se accedía a la universidad una vez superado el curso preuniversitario –“preu” le llamaban– que habilitaba para matricularse, sin numerus clausus ni notas de corte, en los estudios que le vinieran en gana a cada cual, según su vocación o la tradición familiar. Y a quien no le diera el cuero para estudios universitarios, podía acudir a las “escuelas de formación profesional” que facilitaban capacitación gratuita para plantarle cara al mundo como fontanero, electricista, reparador de radio, sastre o diplomada en corte y confección para las damas, entre otras.

No era necesario salir al extranjero donde ejercer la profesión de uno porque, como ya he dicho, en aquel país había trabajo de sobra para cualquier carrera, profesión u oficio. Tampoco necesitábamos idiomas: para qué, si hablábamos la lengua del imperio.

Las grandes fábricas disponían de “escuelas de aprendices”, orientadas a imbuir en los futuros profesionales la necesaria teoría de apoyo a la práctica de su oficio. Las empresas menores formaban, con ayuda del municipio donde estuvieran establecidas, pequeñas “escuelas de artes y oficios” con profesores voluntarios e idénticos objetivos.

Érase una vez 1En aquel país del que les hablo, las mamás se quedaban en casa ocupándose de la prole y de las tareas domésticas, haciendo mermelada, repasando calcetines, sacándole el dobladillo a un pantalón que debería tirar una temporada más, y esperando la llegada del guerrero para ofrecerle y disfrutar junto a él de una cena familiar sencilla, sana y abundante.

Apenas se pagaban impuestos que, bien administrados, daban para construir, sobre un territorio áspero y seco, embalses para riego y producción de electricidad, imprescindibles en un país con notable crecimiento agrícola y alto desarrollo industrial.

Años después, al país aquel que digo llegaron la democracia, las autonomías, los políticos, la corrupción… y todo se fue al carajo.


IMÁGENES: Arriba, escolares con sus maestros (1967). Centro, salto de Aldeávila, sobre el río Duero, inaugurada en diciembre de 1961; entonces la obra de ingeniería hidroeléctrica más importante de Europa a nivel de potencia instalada y producción de electricidad. Abajo, alegoría apócrifa de la democracia, las autonomías, los políticos y la corrupción.
 

sábado, 15 de agosto de 2015

Insomnio

Esta noche pasada hemos tenido una tormenta de verano de “mucho ruido y pocas nueces”, se diría, por su escasez de lluvia. He dormido mal. Cené –puro capricho– un par de arenques salados y picantes, regados con un delicado tempranillo joven, que han requerido un incesante ir y venir a la cocina para aplacar la sed con generosos tragos del agua tan rica que tenemos en la montaña. He invertido los ratos de insomnio rememorando el pasado y especulando sobre el porvenir.

Insomnio

Entre rayos y truenos –literal– he recordado a la Burki, una gitana que conocí en Budapest. Me enseñó lo más elemental de la quiromancia: lo suficiente para presumir, tiempo después, leyendo la mano entre amigos que, sorprendidos de mis conocimientos, me miraban pasmados sin poder discernir si la cosa iba en serio o les estaba tomando el pelo. Aseguraba la chica que existe un destino, perfectamente legible, trazado en las líneas de la mano por la propia genética de cada individuo. Vivía ella con su pareja al final de la línea M3 del metro, en una iglesia abandonada que habían habilitado como dulce hogar. Él era peruano. Cantaba latino con buen arte, acompañado de su guitarra, por los bares y restaurantes de la ciudad, tratando de vender, al final de su actuación, la casete que contenía el repertorio de sus canciones. Ella leía la mano de los clientes y entre ambos recogían una plata justita para ir tirando. Hace varios años que no sé nada de ellos.

Luego, en plena vigilia, la crisis de Grecia. Como imagino que de este asunto son conocidos casi todos los detalles, dejo dos únicas anotaciones. La primera del escritor Eduardo Mendoza: “Desde Aristóteles, los griegos no han dado un palo al agua”; en otro registro, vagos, holgazanes e insolidarios. La segunda es una referencia al impresentable, soberbio y narciso ex ministro de finanzas heleno, Varufakis, embustero compulsivo. En uno de sus libros [1] asegura reiteradamente que la creación de la Unión Europea fue una exigencia de los Estados Unidos, al finalizar la II Guerra Mundial, para asegurarse un mercado donde colocar sus activos tóxicos. Asombrosa fantasía de un charlatán de barraca que llamó criminales a los gestores del FMI y terroristas a los de la UE, con quienes tenía que negociar un rescate económico para evitar la bancarrota de su país. Poco después se vio obligado a dimitir, presionado por su propio partido.

Insomnio 4Pasada la media noche me han venido a las mientes los modos en los que está redactada, según idioma y escenario, la prudente advertencia de no distraer al chofer del autobús o del tranvía con conversaciones inútiles. En italiano, “No hablar al conductor” –Non parlare al conducente–, con el estilo simple de la Roma maestra del derecho. En Francia, “Se ruega no hablar al conductor”, con el señorío de un pueblo acostumbrado durante siglos a respetar las fórmulas ceremoniosas. Es el s’il vous plait del verdugo que invita a la pálida aristócrata a poner el cuello bajo la cuchilla de la guillotina. En alemán, “Prohibido hablar al conductor”, con la dureza militar, intransigente, de un pueblo intoxicado por la disciplina, nacido para marcar el paso, para cristalizarse ante el verboten, para obedecer a un cabo o a un epiléptico decidido a militarizar el mundo. En escocés o en hebreo, pueblos que tienen fama de amar el dinero –como si los demás metieran por sorpresa billetes de banco en bolsillos ajenos–, en una de esas lenguas se lee: “¿Por qué hablar al conductor? ¿Qué se gana con ello?”.

El canto del gallo me ha inspirado para reflexionar sobre un futuro incierto y en franca decadencia: el de subjuntivo [2]. Utilizado habitualmente hasta el siglo XVIII y hoy desaparecido en la práctica, salvo en algunos refranes –“a donde fueres haz lo que vieres”– y en solemnes textos legales y disposiciones administrativas. Desde el punto de vista del estilo literario, su belleza y elegancia son incuestionables.

En pleno desayuno, he llegado a la conclusión de que el pasado, el presente, el futuro, la vida misma, serían insoportable si todo se recordase. Dice mi mujer que el secreto está en saber elegir lo que se debe olvidar.


IMÁGENES: Arriba, lectura de manos. Abajo, jarra suvenir en inglés e italiano.

[1] Yanis Varufakis, El minotauro global: Estados Unidos, Europa y el futuro de la economía mundial, Penguin Random House Grupo Editorial, Madrid 2015.

[2] El subjuntivo es un modo verbal, no es un tiempo. Es el modo de la subjetividad, de la irrealidad, de la duda, de la hipótesis, del mandato y de los sentimientos. Es decir, el subjuntivo representa lo subjetivo, frente a la sensación de objetividad del indicativo.

sábado, 1 de agosto de 2015

Mi abuela Dominica

Los recuerdos que tengo de mi abuela vasca se remontan a mi lejana infancia en el caserío del abuelo. Era tan del abuelo como de todos nosotros, pero nos parecía mejor asignarle su propiedad al aitite [1], en reconocimiento a sus esfuerzos en la construcción de aquella especie de bunker de planta baja y piso con balcón al sol, de enormes y gruesas paredes de piedra.

Desde allí, un camino o, mejor, una senda de unos 200 metros conducía al establo de las vacas. A la izquierda, una fila de higueras plantadas por mi padre antes de que yo naciera y, quince o veinte metros a la derecha, la trinchera del ferrocarril. Entre la senda y la vía, un patatal que evoco siempre con los hombres de la casa recogiendo la cosecha de tubérculos o fumigando contra el maldito escarabajo de la patata [2].

insomnio 2Mi abuela Dominica olía como a canela y gustaba de sentarse en el ribazo de la senda, bajo las higueras, aunque la sabiduría del pueblo diga que “la sombra de la higuera no es buena, y la del nogal trae mucho mal”. Nosotros no teníamos nogales. Decía que mi abuela se sentaba a la sombra de las higueras con un cesto de mimbre a cada lado, donde íbamos echando las patatas que mi prima Pili y yo retirábamos de la tierra. Nuestra edad estaría entre los 6 y 8 años como mucho.

Si no llovía, mi abuela encendía una pequeña hoguera con hojarasca y ramitas secas donde asaba algunas de aquellas patatas para nosotros sus nietos, quienes admirábamos la habilidad con la que las manipulaba para que no se chamuscaran más de lo necesario. Removía las brasas con un palo fino de punta ennegrecida por el fuego y, cuando consideraba que estaban ya comestibles, las retiraba pinchadas en la varita y las dejaba sobre la hierba para que se enfriaran un poco. Luego las soplaba con fuerza o frotaba con las manos para quitarles cualquier residuo de tierra o ceniza y nos las daba peladas hasta la mitad, de modo que pudiéramos agarrarlas por la piel y mordisquear la parte limpia. Sabían a gloria bendita.

Una tarde, por una trocha que subía desde la trinchera del ferrocarril, aparecieron dos guardias civiles, preguntándole a mi abuela si había visto pasar a Urquijo. Les respondió que por allí pasaba mucha gente, pero que ella no sabía sus nombres. Los guardias le aclararon que se trataba de un malhechor bajito, poca cosa y calvo que había robado unas lechugas de un huerto vecino. Mi abuela les indico que lo había visto cruzar hacia los prados de la izquierda, donde solían pastar nuestras vacas. Cuando el verde de los uniformes de los guardias se confundió con el verdor de la hierba, el tal Urquijo o como se llamara, salió del establo, recogió unas pocas patatas que le había preparado mi abuela, dio las gracias y se fue tan ricamente.

insomnio 3

Si en la película de Martínez-Lázaro [3] al protagonista se le exigen, al menos, “ocho apellidos vascos”, mi abuela los tenía todos, de modo que, sabido esto, no podría renegar de sus ancestros. Cubría su cabeza con un pañuelo a veces blanco y a veces no, que anudaba al estilo inconfundible de las mujeres vascongadas. Vestía siempre una amplia falda acampanada del color “azul uniformado” de los versos de Joaquín Montaner [4]. Tenía dos, una de un azul apagado de tanto lavar y relavar, y otra más nueva que usaba los domingos y fiestas de guardar. No sé a ciencia cierta qué se guardaba porque en aquella familia solo los jóvenes íbamos a la iglesia, más por obligación que por devoción.

Esto de las faldas de mi abuela lo sé porque, entre la senda y el patatal, había un tendedero para secar la ropa y en él se colgaba una u otra de aquellas prendas… siempre que no lloviera y no funcionase “la correa”, que era un cercano transportador de mineral de hierro que levantaba una impresionante polvareda de un fino talco rojizo –carbonato férrico– que lo infestaba todo [5].

En fin, que si mi abuela Dominica hubiera sobrevivido para ver lo de Grecia les hubiera dedicado una de sus frases favoritas: “En la casa que no hay regla, cuando no hay, ella se pone”.


IMÁGENES: Arriba, mujer con el pañuelo “baseritarra”, propio de las mujeres de los caseríos vascos. Abajo, la familia cosechando patatas.

[1] “Abuelo”, en vasco o euskera.

[2] Leptinotarsa decemlineata. El escarabajo de la patata o dorífora es un coleóptero de amplia distribución mundial asociado a los lugares de cultivo y almacenamiento de patatas, sobre los que actúa como plaga.

[3] “Ocho apellidos vascos”, película española del director Emilio Martínez-Lázaro, estrenada el 14 de marzo de 2014. El título de la película hace referencia a los ocho apellidos vascos que, en la trama, dice tener el protagonista.

[4] “Gente de mar y remo”, poesía del extremeño Joaquín Montaner y Castaños dedicada a los marineros del Cantábrico. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura.

[5] El mineral procedía de los hornos de calcinación que la Sociedad Franco-Belga de Minas tenía en Ortuella. La empresa fue disuelta en 1995, aunque los hornos dejaron de funcionar mucho antes.

sábado, 18 de julio de 2015

Celebrando “pi”

Nadie alardea de ser un ignorante en literatura, pongamos por caso, pero parece socialmente aceptable jactarse de ignorar la ciencia y afirmar, orgulloso, que se es un incompetente en matemáticas. ¡Lástima! La matemática es la ciencia del orden y la medida, el origen de bellas cadenas de razonamiento, la gimnasia del espíritu y la soberana de la erudición.

pi 2Es el reino familiar de los números y, como en todo reino, como en cualquier familia, la matemática agrupa entes de variado pelaje: locos, insensatos y sin sentido, representados por los números irracionales [1]; íntegros, honestos y virtuosos como los enteros; cortos de miras como los finitos, e incluso familiares consanguíneos, como los números primos. Los quebrados podrían personalizar ese segmento social difícil de tratar, abruptos y desiguales, y los números complejos encarnar a los síquicamente enredados en la maraña de sus pensamientos.

También hay números con nombre propio, como los indeseables números rojos, el trascendental, logarítmico y circunspecto número e, el popular pi [2] e incluso uno con el extraño nombre de raíz de dos. Los apodados sii y syss son usados por los matemáticos como jerga ocasional, y no suelen aparecer en textos formales.

pi 6

San Agustín consideraba a los números como pensamientos de Dios, y toda arquitectura de intención religiosa o sagrada les confería un valor simbólico y un cierto carácter de perfección. Los romanos otorgaban esta misteriosa cualidad a los primeros doce números naturales. El arte gótico los combinó en distintas variantes hasta constituir una ciencia más o menos hermética. La mala fama del número siguiente, el 13, se atribuye a que es la primera cifra no divina, la que corta la continuidad de la serie perfecta a causa de los efluvios malignos que posee.

Pero de lo que quería escribir hoy es del “Día de la Aproximación a Pi”, nada que ver con aquel Pi de la novela de Yann Martel. Me refiero al día del número pi –irracional donde los haya– o π –la letra griega que lo simboliza–, que los matemáticos de todo el mundo celebran cada año el 22 de julio. Si se preguntan el porqué de la fecha, observen su notación, 22/7, como una fracción y calculen el resultado. Obtendrán 3,14, es decir, el valor de π con una aproximación de dos decimales.

La importancia de este número, que relaciona la longitud de la circunferencia con su diámetro, se conoce desde hace al menos 4.000 años. En el 2000 aC, egipcios y babilonios la utilizaban ya en sus cálculos y en el diseño de sus construcciones, prevalecidas hasta nuestros días.

En esta familia de los números y “relaciones” entre sus miembros no podían faltar algunas más como, por ejemplo, la raíz de dos, referida a la relación entre el lado del cuadrado y su diagonal o la llamada relación frígida establecida entre el número de bolas de un helado y su precio, única con sabor a vainilla, fresa o tutti-frutti.

pi 5

De notable interés me parece igualmente el grupo de los números mágicos. Pitágoras [3], famoso por su teorema, veía en el siete la perfección. Sin embargo, Lao Tse, padre del taoísmo, consideraba que el uno crea al dos y este al tres, generador de todas las cosas, representando el punto central del equilibrio. Si de treses se trata, también en otras creencias viene a ser un número mágico, sagrado y dogmático. Para los creyentes cristianos, la Santísima Trinidad: tres personas distintas en un solo Dios verdadero, de extrema dificultad para los misioneros esforzados en hacer llegar ese misterio matemático a los indígenas que pretendían evangelizar.

Es indudable que los números que presentan mayor interés mágico son aquellos que salen agraciados en los sorteos de la lotería, bingo, bonoloto o euromillones. Para mí, durante este año, como en los anteriores, no ha habido, por ahora, magia ni sortilegio alguno.


IMÁGENES: Arriba, letra pi del alfabeto griego, símbolo adoptado en 1706 por William Jones y popularizado por Leonhard Euler. Centro, fachada principal de la catedral de Burgos, patrimonio de la humanidad, cuyas obras comenzaron en 1221 siguiendo patrones góticos franceses. Abajo, billete de la lotería española.

[1] Hipaso de Metaponto, un alumno de Pitágoras, descubrió los números irracionales intentando escribir la raíz de dos en forma de fracción. No lo consiguió. Se llaman irracionales por eso, porque no pueden representarse como una fracción, ¡no porque estén locos!

[2] Pi o π es un número irracional famoso. Hace unos 75 años, el científico indio Ramanujan desarrolló métodos para calcular su valor con extraordinaria eficiencia. Sus algoritmos, ahora computerizados, son capaces de obtener millones de dígitos para π.

[3] Pitágoras (569 - 475 aC) no pudo aceptar que existieran números irracionales porque creía que todos los números tienen valores perfectos. Como no pudo demostrar que los números irracionales de Hipaso no existían, tiraron a Hipaso al mar, donde se ahogó.

sábado, 4 de julio de 2015

Machu Picchu

Con demasiada frecuencia corremos a adquirir cosas y a visitar lugares que, en realidad, ni necesitamos ni nos entusiasman, tan solo porque el matrix de la publicidad y las agencias de viajes han conseguido representarlos en nuestra mente como imprescindibles, sugestivos, precisos e ineludibles. Llegar al Machu Picchu desde Europa supone una inversión de dinero –plata- y de tiempo –oro- muy superior a lo que uno recibe en reciprocidad a los metales trocados, que no compensa de ningún modo el esfuerzo económico realizado.

P1000389Desde mi llegada al Paraguay, en el verano austral del 2005, consideré como indispensable en el equipaje cultural del viajero la visita a los tres iconos sudamericanos de –supuesta- obligada pleitesía: las cataratas de Iguazú, Ushuaia –la ciudad más austral del mundo– y Machu Picchu. Pronto cumplí con los dos primeros. Sin embargo, la ciudad sagrada de los incas se me resistió hasta diez años después, justo hasta la pasada Semana Santa de 2015.

A partir de Lima, tras nuestras 24 horas en la capital peruana, volamos a Cuzco, donde fuimos recibidos en el Novotel con un áspero té de coca contra el soroche o mal de altura. Sorprende esta ciudad andina por el primor de sus iglesias y palacios, su bellísima plaza de Armas o huacaypata, edificada sobre un pantano, y sus interesantes alrededores.

En nuestro camino a Ollantaytambo para tomar el tren a Machu Picchu Pueblo –antes Aguascalientes– visitamos Pisac, en el Valle de los Reyes, que no ofrece mucho más que una vistosa y colorida artesanía local. Lugares entretenidos donde tuvimos oportunidad de observar, vivitos y coleando, unos encantadores animalitos llamados cuis, especie de fancy rats como la que nos habíamos cenado al horno la noche anterior en el restaurante El Truco, de Cuzco. ¡Triste final para bichos tan delicados!

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En fin, que después de una hora larga en un voluntarioso convoy de Inca Rail, lento y bamboleante, más caro que un tren de alta velocidad en Europa, bordeando a ratos las aguas bravas del río Alcamayo, llegamos a nuestro destino. Cena en El indio feliz –bueno pero no barato– y descanso en Casa Andina –impecable- hasta la mañana de nuestro “día D” del Machu Picchu y su mística.

Por suerte, contamos con un guía extraordinario, Agustín Maimani, enciclopédico y claro en sus explicaciones, con un conocimiento amplio y profundo de la historia y vicisitudes del lugar. Para los que hemos tenido el privilegio de visitar Angkor Wat, en Camboya, la mayor estructura religiosa jamás construida, el Machu Picchu –en quechua, montaña vieja– no puede entusiasmarnos demasiado, a no ser por su ubicación en un cerro a casi 2.500 metros de altura. Los incas, que no conocían la escritura propiamente dicha, no dejaron constancia sobre el uso y finalidad de su ciudadela: todo lo que se cuenta sobre el lugar es pura entelequia, especulación y fantasía.

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La zona arqueológica solo es accesible a través de los caminos incaicos que llegan hasta ella –guía obligatorio- o en bus, utilizando la carretera que asciende, zigzagueando, desde la estación de tren ubicada al fondo del cañón. Ninguna de las dos formas exime al visitante de pagar el oneroso precio exigido por el ingreso a las ruinas, más del doble que una entrada para el Museo del Louvre en París.

Sorprende conocer que el descubridor del lugar fuera el cusqueño Agustín Lizárraga, en 1902, dejando constancia de ello en un grafiti que, pocos años después, en 1911, fue cuidadosamente destruido por el explorador estadounidense Hiram Bingham, patrocinado por la Universidad de Yale y la National Geographic Society, para adjudicarse su autoría. Con los fondos de estas dos instituciones se construyó la carretera de acceso que, aún hoy, conserva el nombre del gringo, en honor del supuesto descubridor o, más bien, en honor del indecente poder del dinero.

Dice mi mujer que quien paga manda, y añado yo, con Machado, que solo el necio confunde valor y precio.


IMÁGENES: Arriba, dos de los tres expedicionarios. Centro, el tren que nos llevó a Machu Picchu Pueblo. Abajo, sitio arqueológico a 2.430 metros sobre el nivel del mar, exactamente. (Fotos del autor)

Nuestro agradecimiento a Rosa, Fernando y Santiago, de ZARTRAVEL, y a sus receptivos en Perú. Gracias a todos ellos resultó un viaje perfecto.

sábado, 20 de junio de 2015

24 horas en Lima

Habíamos fijado Lima como punto de reunión antes de continuar al Machu Picchu, destino final de nuestras vacaciones de Semana Santa. Mi hijo Guillermo volaba desde Madrid y nosotros –Jorge y yo– desde Foz de Iguazú, donde  habíamos permanecido tres días admirando boquiabiertos las cataratas, incluido safari Macuco, el Parque das Aves, el show del Rafain y la represa de Itaipú sobre el río Paraná.

En Lima, nuestro plan era permanecer un día completo para visitar la plaza de Armas y sus alrededores, cenar en La Rosa Náutica y hacerme una foto en la iglesia del Pilar, en San Isidro, por razones que enseguida explicaré.

Pasadas las 11 de la noche fue ya imposible encontrar un establecimiento donde nos dieran de cenar, de modo que Jorge y yo –Guillermo llegó antes y ya estaba servido–, tuvimos que aguantar el tipo con el sándwich espartano, atención de LAN durante el vuelo. Menos es nada.

Lima.CatedralPor la mañana, la plaza de Armas –sitio fundacional de la ciudad y Patrimonio de la Humanidad–, amaneció tomada por el ejército, sin razón aparente ni información alguna, armados hasta los incisivos, como para repeler una eventual invasión alienígena. No pudimos acceder al centro, aunque sí pasear por su perímetro, admirando sus muchísimos balcones abiertos y cerrados, de la época colonial, que otorgan a la ciudad una hermosa y singular característica. Optamos por visitar la catedral, preciosa fachada y magnífico interior de varios estilos arquitectónicos. El convento de San Francisco, su museo, y las catacumbas de Lima son igualmente de obligada e inexcusable visita.

A la hora de almorzar elegimos “cocina fusión chino-peruana”, cuya opinión sobre su alquimia y supuesta quinta esencia culinaria me reservo para no herir susceptibilidades. Baste decir, por ejemplo, que el recipiente y la disparatada cantidad de sopa que nos sirvieron no tenían nada que envidiar, en volumen, a un orinal, bacinilla o vaso de noche tamaño XL.

Siguiendo con esto de la gastronosuya –de los peruanos, digo– no pudimos cenar en La Rosa Náutica porque no quedaban plazas libres. Me había empecinado en este restaurante dado que guardaba de él el mejor recuerdo de la cocina peruana, aparte de que el lugar, en la playa y sobre el océano, es de una belleza fuera de lo común. Elegimos Alfresco, muy cerca de nuestro hotel, y a fe que resultó una opción excelente: meseros muy amables y altamente profesionales que nos orientaron en nuestra elección y nos explicaron el origen, los detalles y el porqué de cada uno de los deliciosos platos de un equilibrado menú degustación.

zaragoza

Había prometido tomarme una foto en la iglesia de Nuestra Señora del Pilar, con la virgen al fondo, a la primera oportunidad que me diera la vida. Esta vez no me la concedió: la iglesia estaba cerrada a cal y canto y no pudimos acceder al templo de ningún modo. Mi interés por esa foto viene de lejos. Hace años, tal vez camino de los cuarenta, la imagen de la Virgen del Pilar existente por entonces desapareció de su pedestal, suponiéndose robada por algún desalmado.

La ciudad de Zaragoza –mi ciudad adoptiva– de la cual la Virgen del Pilar es su venerada patrona, decidió regalar una nueva imagen a la parroquia desvirginada y, con ocasión de una misión comercial a Perú se llevó a cabo su donación. Pues bien, yo fui uno de los tres elegidos para el solemne evento de la entrega oficial. Por desgracia, en aquella época no era tan común disponer de cámara fotográfica, de modo que me quedé sin recuerdo documental alguno de aquello que me pareció un acto tan singular y generoso. Quedo a la espera de una próxima oportunidad.

Lima. PizarroTeníamos asimismo el objetivo puesto sobre la estatua ecuestre de Francisco Pizarro, pero no supimos localizar su ubicación. Existen dudas de que el representado sea, efectivamente, el Pizarro fundador de Lima. Las discrepancias se centran en su casco emplumado –desconocido en los uniformes de la armada española de la época–, el gran tamaño de su caballo –los corceles españoles eran de menor alzada, muy veloces– y su espada que, durante la conquista, se fabricaban en acero de Toledo, mucho más ligeras y totalmente distintas de la que porta el jinete.

Termino con un texto de Sebastián Salazar Bondy, escritor peruano, en su ensayo Lima la horrible: “Lima se ha vuelto una urbe donde millones de personas se dan de manotazos en medio de bocinas, radios salvajes y otras demencias contemporáneas, para sobrevivir.”

Mis hijos y yo suscribimos el texto.


IMÁGENES: Arriba, catedral de Lima, patrimonio de la Humanidad. Centro, basílica de Nuestra Señora del Pilar, junto al río Ebro, patrona de la Hispanidad y de la ciudad de Zaragoza (España). Abajo, estatua ecuestre de Francisco Pizarro, del escultor norteamericano Charles Cary Rumsey. Existen tres estatuas iguales ubicadas en Trujillo (España), ciudad natal de Pizarro, en Lima, fundada por el conquistador, y en Buffalo, USA, frente al Albright-Knox Art Gallery.

domingo, 7 de junio de 2015

Mi tía y los libros

mi tía 1Mi tía Santa, que de tal tenía apenas el nombre, fue una profesional de la alta peluquería de la época, ejerciendo su saber y habilidades en un establecimiento de glamour y prestigio de la Gran Vía de Bilbao. Algunos peinados salidos de las manos –y el peine– de mi tía debieron ser verdaderas obras de arte, trabajos de fantasía, creatividad y pasarela, galardonados a nivel nacional e internacional. En una ocasión fue nombrada “peluquera española del año”, por su singularidad, elegancia y aporte de valor al oficio, según constancia en el diploma. La honorífica mención –dinero había poco– fue celebrada por todo lo alto, con la familia al completo, en la amplia mesa de la enorme cocina del caserío de mi abuelo.

Ponían su cabeza en manos de mi tía damas de la aristocracia bilbaína, “de alta alcurnia y –a veces– de baja cama”, como diría la cantante Cecilia, selecta clientela compuesta por señoras relacionadas, por la iglesia o no, con personalidades de la política, de la industria y de la cultura. Estas últimas y algunas de las otras, acudían ocasionalmente a la peluquería con un libro para entretener los casi siempre dilatados ratos de espera. Emocionadas tal vez con el nuevo look de su peinado o por simple distracción, algunas se olvidaban del librito y mi tía lo recogía y guardaba cuidadosamente, a disposición de la desmemoriada durante un tiempo prudencial. Este periodo solía extenderse hasta dos apariciones más de la interfecta por la peluquería y, si durante sus visitas no lo reclamaba, pasaba a engrosar la escueta e insignificante biblioteca de su sobrino, es decir, la mía.

tía 2Estoy escribiendo de los años 60 del siglo pasado, cuando la costumbre de leer no estaba tan extendida como ahora y los libros disponibles en el mercado eran pocos y caros, sobre todo caros para las posibilidades económicas de entonces. Además, la iglesia católica ejercía su dictadura y control sobre lo que debíamos leer o no leer los españoles a través de su index librorum prohibitorum: un listado de libros supuestamente perniciosos para la fe cuya eventual lectura o simple posesión garantizaba un lugar preferente y a perpetuidad en las calderas del infierno.

De un modo tan poco ortodoxo, me fui haciendo con títulos de temática muy diversa, algunos editados en México por aquello del index y la censura. Me emocioné con el dramatismo de Rebecca, de la inglesa Daphne Du Maurier; reí con el humor del italiano Pitigrilli en El pollo no se come con la mano; me impresionó la crudeza de la obra más importante de la posguerra europea en El tambor de hojalata, del Nobel alemán Günter Grass; tomé contacto con lo que se suponían “buenas costumbres” de la época en Consejos para las señoras de cierta edad, de la española Concha Suárez del Otero… y uno en especial que me impactó intensamente: El mito del nacimiento del héroe, del alemán Otto Rank, discípulo de Freud.

Libros

Se exploran en este libro los supuestos mitos y creencias sobre el nacimiento de ciertos héroes legendarios o mensajeros divinos, como el rey persa Cyrus, los fundadores romanos Rómulo y Remo e incluso Moisés, Buda y Jesús, por citar algunos. Una y otra vez, aparece el mismo patrón: un dios, una diosa o cualquier pareja sublime que trae al mundo a un héroe. Un oráculo, un sueño o una señal anticipan su llegada, a veces acompañado de una advertencia de peligro. Con frecuencia, el recién nacido es abandonado a su suerte en una cesta o barca flotando sobre el agua y, más tarde, rescatado y amamantado por animales o personas de extracción humilde.

Recientemente he conseguido, en librerías de viejo [1], hacerme con casi todos los títulos de aquella mi primera y precaria biblioteca, lo que me ha permitido volver a disfrutar, de nuevo y mejor, con su apasionante lectura.

Que el recuerdo que deja un libro es a veces más valioso que el libro mismo.


IMÁGENES: Arriba, peinado artístico. Centro, el temido “index”. Abajo, algunos de mis libros de aquella época, comprados ahora en librerías de viejo.

[1] Un librero de viejo es un comerciante que vende libros de segunda mano. Los más famosos son los buquinistas de París, que se encuentran en las riberas del Sena y, en Madrid, en la Cuesta de Moyano.