sábado, 7 de noviembre de 2015

Logos, pathos y Cervantes

Los argumentos han de ser convincentes. El público debe conocer el punto de vista del orador antes de aceptar su discurso. Sé que fueron los políticos quienes prostituyeron el logos, es decir, el uso de la palabra meditada, reflexionada y razonada, uno de los modos de persuasión en la retórica de la filosofía aristotélica. La casta dirigente –con demasiada frecuencia lerda, inhábil y grosera– solventó sus insustanciales discursos con el pathos, como manipulación inicua de los sentimientos humanos para afectar el juicio del pueblo y su siempre deformada y deficiente comprensión de la política y de los intereses espurios que enmascara.

Nov 3 AristoEl logos es la argumentación en sus dos formas básicas: la primera apela a principios tales como el valor de la libertad, el respeto a la vida, la igualdad entre los hombres, etc. Su fuerza de convicción depende, en gran medida, de que los principios o valores en que se apoya sean compartidos por el auditorio. La segunda gravita en lo que Aristóteles llama “proposiciones probables”, esto es, afirmaciones que han sido suficientemente verificadas.

El pathos es la intensidad emocional del discurso a través del tono de voz y del lenguaje no verbal. Esta emoción debería despertar una respuesta similar en el auditorio. También, el logos contribuye a activar el pathos, pero el que habla ha de saber establecer una relación favorable con el auditorio. «A los hombres buenos les creemos de un modo más decidido, con menos vacilación. No es verdad que la bondad personal de quien habla no contribuya a su poder de persuasión: por el contrario, su carácter y credibilidad pueden considerarse la herramienta de convicción más efectiva que se posee», señalaba Aristóteles.

Nov 7 3Celebrando este año el IV centenario de la aparición de la segunda parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, he tenido oportunidad de leer otro libro titulado, ni más ni menos, Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de un tal Alonso Fernández de Avellaneda –probablemente un seudónimo– obra pronto conocida como El Quijote de Avellaneda por hacerla, sin duda, más manejable.

Recoge el texto el logos y el pathos del primitivo, es decir, un plagio en toda regla a la obra de Cervantes aunque, en la época, no suponga ninguna novedad que alguien escriba una segunda parte de un libro ajeno. El Lazarillo de Tormes y su continuación son obra de distintos autores, ambos anónimos. Salas Barbadillo escribió La hija de la Celestina, aprovechando el atractivo de los personajes de La Celestina original. De Lope de Vega es La hermosura de Angélica que, al igual que Las lágrimas de Angélica, de Luis Barahona, está inspirada en el Orlando enamorado, de Boiardo, quien la escribió estimulado por el Orlando furioso de Ludovico Ariosto.

Nov 7 2Lo sorprendente es que nadie, en su tiempo, se incomode por ello, considerándose entonces que los personajes y las historias no son patrimonio de su creador, sino del mundo de la literatura o de la poesía, y cualquiera puede acceder a ellas y utilizarlas en su provecho con absoluta libertad. Pero El Quijote de Avellaneda cuenta con una particularidad: la falta de respeto hacia el creador del original. Los demás autores cantan las virtudes de sus antecesores –el logos– y se enorgullecen de compartir sus laureles y habilidades –el pathos–. Sin embargo, Avellaneda considera a Cervantes un viejo solitario, charlatán, agresivo, prepotente y gruñón, al que hay que poner en su sitio haciéndole todo el daño posible y, de paso, sembrar dudas sobre sus orientaciones sexuales durante su cautiverio en Argel.

Dice mi mujer que los espíritus mediocres condenan todo aquello que está fuera de su alcance. Una de las mayores pruebas de su mediocridad es no aceptar ni reconocer la superioridad de otros.


IMÁGENES: Arriba, busto de Aristóteles (384-322 aC) en el Palazzo Altemps de Roma. Centro, Portada del Quijote de Avellaneda con un facsímil de la edición original de 1614. Abajo, Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

NOTA - En el momento en que un orador inicia su discurso, se pone en marcha un complejo proceso en el que intervienen multitud de factores. Logos y Pathos son dos de las tres palabras que representan las condiciones que, en la Retórica de Aristóteles, debe reunir un buen discurso. Utilizamos el término discurso en un sentido muy amplio, para abarcar la intervención de un político en la cámara, la lección de un profesor, la presentación de un proyecto a un grupo de profesionales, unas palabras en un acto de homenaje a una persona, la homilía de un sacerdote, etc.

3 comentarios:

Daniel dijo...

Leyendo este ultimo articulo tuyo, me puse al dia con unos cuantos que me habias enviado que por h o por b no los había leído. Excelente todo lo que escribes, me gusta ver las fotos y cuales fueron sus fuentes. Seguramente otros lectores tendrán un análisis mas critico de tus textos...en mi caso los leo, los disfruto y los complemento con las fotos bien seleccionadas para la ocasión.
Un abrazo.

Ramon Tejeiro dijo...

Querido Félix, esperas demasiado del común de los humanos, educados en la comprensión de algunas tonterías políticamente correctas, pero que jamás escucharon sobre lógica. Ahora se sobrevalora el sentido común, como si el método no sirviera. La explicación es sencilla: hacer de la debilidad virtud, ya que no todo el mundo conoce o está dispuesto a ceñirse al método, pero hasta el más zote está convencido de su maravilloso sentido común. Un abrazo
Ramón

Isabel dijo...

Hola Félix, gracias por enviarme tan agradables lecturas. Un abrazo