sábado, 28 de abril de 2018

Lenguaje inmobiliario

Revolviendo entre viejos papeles, de esos que hemos ido amontonando sin ton ni son por si alguna vez nos pudieran ser útiles que nunca–, sin otra opción que envejecer y amarillear como su propietario, acabo de descubrir unas notas que tomé hace un cúmulo de años. Seguramente, en alguna ciudad donde me vi abocado a encontrar un lugar más o menos amable donde vivir, al principio de mi vida de vagabundo tecnológico.

Por lo visto, no andaba yo muy impuesto en el vocabulario empleado por las agencias inmobiliarias que tenían la misión –remunerada, claro– de ayudarme a encontrar un techo sin goteras. Por la imaginación que le pusieron, da la sensación de que sus mentiras superan, con creces las de una app de citas. Para poner un poco de orden, fui anotando el significado real de cada cualidad, de cada adjetivo y de cada sustantivo.

Alwquiler 1Resulta que “ático” no implica que tenga terraza, ni siquiera ventanas, e igual tienes que subir hasta un quinto piso por las escaleras para luego no poder estirarte ni dentro de la ducha. No se les ocurrió poner “buhardilla con altura máxima de 1,70 metros, en la última planta de un edificio sin ascensor”.

O sea, que se trata de una “acogedora opción”, tan acogedora que tienes que caminar encogido y con los brazos como abrazándote y, al final, eso reconforta y te apetece acurrucarte en el sofá-cama, rezando para recordar que debes levantarte con cuidado, no te vayas a incrustar la lámpara en la coronilla.

“Apartamento interior luminoso” podría significar que, de 9 a 9:30 de la mañana, se vislumbra un rayo de sol por la rejilla del respiradero de la cocina.

“Loft de diseño”. Preguntar antes si tiene cédula de habitabilidad o se trata de un garaje.

alquiler 2“Coqueto apartamento”. Pequeño, enano, lo que viene a ser un zulo, pero le han puesto una alfombra cossy y un cuadro de Audrey Hepburn y, al final, te enamora. El problema surge cuando empiezas a pensar dónde colocas la maleta o enchufas la compu con la impresora.

“Comunidad tranquila”. La edad media es superior a los 80 años y, claro, no van a ponerse a hacer fiestas a altas horas de la madrugada. Sin embargo, la dureza de oído generalizada les obliga a mantener la tele a tope todo el puto día.

“Cocina francesa”. Suena muy bien. No obstante, después de ver unas cuantas, me parece más cómodo cocinar con un hornillo de camping gas bajo una tienda de campaña monoplaza. Aunque llueva.

“Piso con carácter”. Dan mucho miedo. Suele ser una excusa para decir que no han cambiado los sanitarios del baño desde la Segunda Guerra Mundial, que la cisterna es de las de cadena y la cocina de carbón.

“Jardín en pleno centro”, es decir, cuatro macetas en un patio interior de seis metros cuadrados. Si miras al suelo, lo verás lleno de colillas, clínex, algún calcetín, un condón y deshechos varios de los vecinos de arriba.

alquiler 3“Vistas espectaculares”. Una buhardilla con ventana de las que tienes que hacer mucha fuerza para abrirla, con cuidado de que no te caiga encima, y ponerte de puntillas para ver un par de tejados y, allá, a lo lejos, una rayita oscura que pudiera ser una nube de tormenta o el mar o las montañas o, ya puestos, los Jardines Colgantes de Babilonia.

Hombre, “espectaculares vistas” son las Brad Pitt y Julia Ormond en “Leyendas de Pasión”, no unos tejados repoblados por palomas o una terraza convertida en almacén de trastos inútiles.


IMÁGENES: Arriba, ático con ventana y mesita de luz. Centro, escalera “con carácter”. Abajo, “vistas espectaculares”, con perdón.

Fuentes propias.

sábado, 14 de abril de 2018

El marketing del miedo

Vivimos en un mundo “sin”: sin aditivos, sin gluten, sin conservantes ni colorantes, sin lactosa, sin transgénicos, sin parabenos, sin pesticidas…. Algunos productos infantiles han llegado a publicitarse como “sin porquerías”. Todos ellos tienen algo en común: las marcas que los comercializan, “sin vergüenzas” que usan el miedo para vender sus productos.

imageA veces, los gurús del Marketing no se ponen de acuerdo y podemos encontrar en el mercado, por ejemplo, zumos jugos— con taurina y sin taurina. Cuando una empresa emplea el eslogan “sin” está enviando un mensaje subliminal al consumidor: “Esto o lo otro es perjudicial para la salud, pero a diferencia de otras marcas, nuestro producto es seguro porque no lo lleva”, lo cual no es cierto. Emplear eslóganes, como “sin porquerías” o “sin pesticidas”, dando a entender que otras marcas incluyen en la composición de sus productos esas supuestas sustancias nocivas o perniciosas, es un disparate injustificable.

En el caso concreto de la taurina, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) no ha encontrado ningún beneficio en enriquecer zumos con este aminoácido, dejando claro, no obstante, que tampoco existe ningún riesgo por consumir alimentos ricos en taurina. Digamos que el eslogan “sin taurina” no tienen sentido, que lo mismo da con o sin. Solo confunde al consumidor.

imageLos fabricantes juegan con eso que llamamos “quimiofobia” o rechazo a los ingredientes químicos, una consecuencia del déficit cultural del consumidor medio. La química, sin duda, nos permite alcanzar edades imposibles para las primitivas civilizaciones, alimentadas con productos que pudiéramos llamar “naturales”, cuando no “ecológicos”, tan de moda.

Luis Oro, catedrático en la Universidad de Zaragoza, prestigioso investigador galardonado con los más importantes premios científicos, asegura que “entre todas las ciencias, la química es, sin duda, una de las que más ha contribuido a mejorar la calidad de vida y el bienestar de la humanidad. Los avances logrados en las áreas de vital importancia para el ser humano, como la salud, la alimentación y nutrición, la higiene, el vestido y otras como la cultura y el deporte, han sido fruto del esfuerzo de los científicos e investigadores químicos”.

Otro miedo que nos agita es el de “no estar a la altura” de lo que sea, intelectual o físicamente, y este miedo propicia la aparición de productos supuestamente “milagrosos”. Si hay un grupo que ha incrementado espectacularmente sus ventas en los últimos años, ese es el de las bebidas energéticas. Se usan para casi todo: los deportistas para aumentar su rendimiento físico, los alumnos para estudiar, los que deben mantenerse despiertos para no dormirse, los que salen de marcha para mezclarlas con bebidas alcohólicas… En fin, el no va más.

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Sin embargo, las lagunas existentes son muchas. Las “moléculas estrella” de estas bebidas, como la carnitina, la taurina, el ginseng, etc., prometen innumerables beneficios. Los informes oficiales de la EFSA lo dejan claro: “A día de hoy, se puede afirmar con rotundidad que estos ingredientes no sirven absolutamente para nada”. Todas estas bebidas son ricas en cafeína, un estimulante cuyo consumo —esta vez sí— pudiera tener consecuencias graves para la salud.

Finalmente, dejar claro que los aditivos, conservantes y colorantes autorizados son totalmente seguros, ingeridos según el patrón normal de consumo. Además, consumir alimentos sin lactosa o sin gluten solo es recomendable si somos intolerantes a la lactosa o tenemos algún problema con el gluten, debidamente diagnosticado por un facultativo.

Los datos son preocupantes. El consumo no responsable de productos “sin” o “con” y de bebidas energéticas debe controlarse, y su composición y efectos revisarse cuidadosamente por la autoridad.


IMÁGENES: Arriba, sin taurina. Centro, sin lactosa. Abajo, bebidas supuestamente energéticas “que no sirven absolutamente para nada”.

Fuentes: Scientia, Alimente, EFSA y Wikipedia (Luis Oro).