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Atenta a no enredar sus pies en los pesados pliegues de su larga abaya, la turista francesa Violette de Dorville asciende cuidadosamente por la majestuosa escalera de piedra de peldaños suavizados por siglos de uso. Le gustaría llevar un modelito más acorde con su personal estilo. Sin embargo, los amigos de su esposo, Monsieur Dorville, conocedores de la ley y la tradición del país, le han facilitado la abaya que viste ahora, la túnica negra y fea que las mujeres todas están obligadas a soportar, no vaya a ser que a los fogosos súbditos del rey Abdelaziz al-Saud se les desmadre la libido –impulso y raíz de las más variadas manifestaciones de la actividad sexual– y tengamos un disgusto.
La penosa ascensión a la cima de la magnífica ciudadela del siglo XIII se ve recompensada con la visión de un panorama impresionante. Abajo, la ciudad amurallada de Al Ula, un laberinto de casas de piedra y estrechas callejuelas en perpetua sombra, rodeada del verde vegetal de los huertos de palmeras datileras –la fruta del paraíso–. Más allá, un macizo de rocas rojizas tiñe el atardecer de memorables colores. Entretanto, aupado en el alminar de la mezquita, el muecín llama a sus fieles a la última oración del día con la misma turbadora cantinela empleada desde los tiempos del profeta. Solo falta un genio bigotudo y una alfombra low cost para transportarnos al mundo mágico de las mil y una noches.
En menos de 20 minutos se llega a Madain Saleh, prodigiosa ciudad nabatea tallada en piedra arenisca, patrimonio de la humanidad según la Unesco, con más de un centenar de tumbas de los siglos I y II escavadas en la roca y un intrincado diseño de pozos de agua, excelentes ejemplos de la genialidad arquitectónica e hidráulica de aquella gente. Entre Al Ula y Madain Saleh, el viajero puede admirar un dilatado panorama de surrealistas formaciones rocosas, magenta y oro, talladas y torturadas por el simún abrasador que llega de las dunas.
“Nunca me hubiera imaginado encontrar lugares tan bellos en Arabia”, afirma Madame Dorville quien, sin embargo, hubiera preferido recorrer a su aire todas estas maravillas, conduciendo un vehículo alquilado. No hay una ley que indique expresamente que las féminas no puedan conducir, pero la realidad es que, tradicionalmente, la policía religiosa lo ha impedido. Arabia Saudita representa una de las visiones más rigoristas del islam. Varias conductoras han sido detenidas y liberadas solo después de firmar un documento prometiendo que no lo volverán a hacer. Otras, como Shayma, fueron sentenciadas a recibir diez latigazos, aunque su condena fue revocada por el soberano en el último momento.
Las mujeres que apetezcan solazarse en las turquesas aguas del mar Rojo, los oasis perdidos en la inmensidad del desierto árabe o las antiguas fortalezas de los tiempos de Abraham, no van a tener más remedio que escrutar posibilidades de viajar junto a un esposo complaciente o buscarse un Monsieur Dorville cualquiera que las acompañe –si es apuesto, gentil y con plata, mejor– o aprovechar la visita a un amigo saudí, si lo tienen. No hay visados de turismo.
Frustrante, dice mi mujer, pero comprensible. Con casi 300.000 millones de dólares de ingresos anuales por la venta de petróleo, ¿quién habría de preocuparse de estas minucias...? Sin embargo, la monarquía ha mostrado ciertos signos de apertura creando una oficina para promover el turismo "arqueológico y cultural" en grupos más o menos organizados.
Arabia Saudita no duda en abrir sus puertas a cinco millones de piadosos peregrinos a la Meca cada año, pero muestra un firme “no molestar” a los turistas extranjeros. Literalmente: We are just not that into you que, más o menos, viene a decir “para nosotros no eres tan importante.”
No problem: “Siempre nos quedará París.”
IMÁGENES: Arriba, ruinas arqueológicas de Al Ula, capital del antiguo reino dedanita, con más de 2000 años de antigüedad. Centro, acceso a la construcción de Madain Saleh, vetado en estricto cumplimiento de la orden de Mahoma de no entrar allí salvo llorando y en ayunas. Según el Corán, la tribu que habitaba la zona fue exterminada por matar un animal divino creado (?) por el profeta Saleh. Abajo, visitante femenino luciendo el modelito reglamentario.