sábado, 31 de agosto de 2013

Turismo en Arabia Saudita

Dedicado a mis amigos de Zartravel,
la mejor agencia de viajes del mundo mundial.

Arabia Al-Ula

Atenta a no enredar sus pies en los pesados pliegues de su larga abaya, la turista francesa Violette de Dorville asciende cuidadosamente por la majestuosa escalera de piedra de peldaños suavizados por siglos de uso. Le gustaría llevar un modelito más acorde con su personal estilo. Sin embargo, los amigos de su esposo, Monsieur Dorville, conocedores de la ley y la tradición del país, le han facilitado la abaya que viste ahora, la túnica negra y fea que las mujeres todas están obligadas a soportar, no vaya a ser que a los fogosos súbditos del rey Abdelaziz al-Saud se les desmadre la libido –impulso y raíz de las más variadas manifestaciones de la actividad sexual– y tengamos un disgusto.

La penosa ascensión a la cima de la magnífica ciudadela del siglo XIII se ve recompensada con la visión de un panorama impresionante. Abajo, la ciudad amurallada de Al Ula, un laberinto de casas de piedra y estrechas callejuelas en perpetua sombra, rodeada del verde vegetal de los huertos de palmeras datileras –la fruta del paraíso–. Más allá, un macizo de rocas rojizas tiñe el atardecer de memorables colores. Entretanto, aupado en el alminar de la mezquita, el muecín llama a sus fieles a la última oración del día con la misma turbadora cantinela empleada desde los tiempos del profeta. Solo falta un genio bigotudo y una alfombra low cost para transportarnos al mundo mágico de las mil y una noches.

Arabia madain-saleh7

En menos de 20 minutos se llega a Madain Saleh, prodigiosa ciudad nabatea tallada en piedra arenisca, patrimonio de la humanidad según la Unesco, con más de un centenar de tumbas de los siglos I y II escavadas en la roca y un intrincado diseño de pozos de agua, excelentes ejemplos de la genialidad arquitectónica e hidráulica de aquella gente. Entre Al Ula y Madain Saleh, el viajero puede admirar un dilatado panorama de surrealistas formaciones rocosas, magenta y oro, talladas y torturadas por el simún abrasador que llega de las dunas.

“Nunca me hubiera imaginado encontrar lugares tan bellos en Arabia”, afirma Madame Dorville quien, sin embargo, hubiera preferido recorrer a su aire todas estas maravillas, conduciendo un vehículo alquilado. No hay una ley que indique expresamente que las féminas no puedan conducir, pero la realidad es que, tradicionalmente, la policía religiosa lo ha impedido. Arabia Saudita representa una de las visiones más rigoristas del islam. Varias conductoras han sido detenidas y liberadas solo después de firmar un documento prometiendo que no lo volverán a hacer. Otras, como Shayma, fueron sentenciadas a recibir diez latigazos, aunque su condena fue revocada por el soberano en el último momento.

Arabia abaya madain

Las mujeres que apetezcan solazarse en las turquesas aguas del mar Rojo, los oasis perdidos en la inmensidad del desierto árabe o las antiguas fortalezas de los tiempos de Abraham, no van a tener más remedio que escrutar posibilidades de viajar junto a un esposo complaciente o buscarse un Monsieur Dorville cualquiera que las acompañe –si es apuesto, gentil y con plata, mejor– o aprovechar la visita a un amigo saudí, si lo tienen. No hay visados de turismo.

Frustrante, dice mi mujer, pero comprensible. Con casi 300.000 millones de dólares de ingresos anuales por la venta de petróleo, ¿quién habría de preocuparse de estas minucias...? Sin embargo, la monarquía ha mostrado ciertos signos de apertura creando una oficina para promover el turismo "arqueológico y cultural" en grupos más o menos organizados.

Arabia Saudita no duda en abrir sus puertas a cinco millones de piadosos peregrinos a la Meca cada año, pero muestra un firme “no molestar” a los turistas extranjeros. Literalmente: We are just not that into you que, más o menos, viene a decir “para nosotros no eres tan importante.”

No problem: “Siempre nos quedará París.”


IMÁGENES: Arriba, ruinas arqueológicas de Al Ula, capital del antiguo reino dedanita, con más de 2000 años de antigüedad. Centro, acceso a la construcción de Madain Saleh, vetado en estricto cumplimiento de la orden de Mahoma de no entrar allí salvo llorando y en ayunas. Según el Corán, la tribu que habitaba la zona  fue exterminada por matar un animal divino creado (?) por el profeta Saleh. Abajo, visitante femenino luciendo el modelito reglamentario.

sábado, 17 de agosto de 2013

Gramadoelas

Huele a madera y a pimienta. Los objetos se amontonan como en un desván, una suerte de almoneda africana salpicada de recuerdos británicos, holandeses y franceses. Retratos de la cantante local Miriam Macheba, lámparas tiffany, cachivaches de ratán, arañas de bronce, vasijas de wengué llenas de arcos y flechas, calderas de cobre, enormes candelabros sobre tapices de colores imposibles...

Todo este caos conforma una extraña elegancia en un lugar irrepetible, un restaurante histórico en el barrio golfo de Johannesburgo al que me aficioné pronto; al restaurante y al barrio. Toda la tradición sudafricana, platos holandeses, hugonotes, ingleses o zulúes: curris, pastel de carne, calabaza asada, sopa de cordero, langosta, dados de cocodrilo, abadejo con salsa de coco, aguacate con biltong –carne seca muy especiada–, filetes de avestruz y el aperitivo imposible para muchos blancos, orugas del mapani a la plancha, con tomate o con mojo picante.

Grama resto

Nunca faltó en el Gramadoelas el mejor vino del país para acompañar tanto lujo. “Dios sea loado, ha fluido por primera vez el vino de la uva del Cabo", dicen que dijo, en 1659, un tal Van Riebeeck, fundador de la factoría de avituallamiento de la Compañía de las Indias en Cape Town, convencido de que aquellos caldos –únicos como el steen, el colombard blanco o el cinsaut tinto–, reducirían los casos de escorbuto entre sus marineros.

El libro de visitas del Gramadoelas resplandece de nombres famosos. Por allí pasaron Mandela, la reina de Inglaterra, los Clinton, medio Hollywood, David Rockefeller y yo. De entre todos, dicen que nadie como Catherine Deneuve: "Viajó a Joburg a inaugurar un nuevo edificio de la Alianza Francesa que estaba justo al lado y le encantó el restaurante. Lo visitaba todos los días. Bellísima. Una mujer fascinante”.

Grama orugas

Brian y su socio Eduane, con quienes compartí alguna tarde mesa y amarula, abrieron su Gramadoelas –que en afrikáner significa “lugar remoto”– a finales de los sesenta, en un Johannesburgo difícil en una Sudáfrica partida en dos. Al igual que los restaurantes: los había para blancos y para negros. Brian bebe un trago y posa el vaso, con cierto orgullo, sobre una bandeja con motivos árabes: "Nosotros fuimos los primeros que permitimos la entrada de negros en nuestro local".

“Cuando, de manera excepcional, queríamos servir a gente negra o mulata debíamos llamar a Pretoria para pedir permiso”, recuerda Eduan. “En una ocasión tuvimos una reserva de un grupo de políticos estadounidenses, algunos de ellos negros. Problemas con el teléfono nos impidieron contactar con el gobierno para solicitar el consentimiento, así que nos aventuramos a probar suerte. La policía no intervino y a partir de aquel día decidimos que podía entrar todo el mundo. Muchos eran amigos nuestros. Otros venían de lejos a comer aquí. ¿Qué ibas a decirles…? ¿Quédese usted en la puerta que aquí solo entran blancos…? No pasó nada. El país empezaba a cambiar, supongo. Nosotros no éramos más que un restaurante".

Grama decor

La vida de este mítico local se apagó recientemente con la muerte de Brian a consecuencia de la brutal paliza que recibió durante el asalto a la casa que compartía con su socio. Solo y adolorido, Eduane decidió cerrarlo no sin lágrimas en los ojos y sin ocultar su orgullo por todo lo que consiguieron juntos. La impresionante colección de muebles, cubertería y objetos decorativos antiguos del restaurante fue subastada allí mismo a finales de julio. Amarga fecha para quienes tuvimos el privilegio de conocer y disfrutar del Gramadoelas.

Concluyo con unos versos de Espronceda: “¿Por qué volvéis a la memoria mía, tristes recuerdos del placer perdido…?”.


IMÁGENES: Arriba, la variopinta mesa del buffet. Centro, orugas del mapani con tomate. Abajo, alacena.

El Gramadoelas se ubicó junto al popular Marker Theatre, en la plaza del mismo nombre, en el Newtown de Johannesburgo.

sábado, 3 de agosto de 2013

La riqueza de la lengua castellana

Revisando el contenido de una antigua memoria USB encontré esta fotografía de uno de los 90 toros de Osborne, buque insignia de la bodega del mismo nombre y alegoría de 14 metros de altura que desde 1956 publicitó el brandy Veterano por las carreteras españolas. Un nuevo reglamento de circulación decidió suprimirlos, pero la presión de varias comunidades consiguió mantener en pié algunos de ellos. En 1997 el Tribunal Supremo los declaró patrimonio cultural y artístico –por lo tanto, intocables– una vez desprovistos de su mensaje publicitario, claro.

torodeosborne

Por una extraña o no tan extraña asociación de ideas, vistos los atributos del animal, he recuperado un viejo texto que, dice mi mujer, se entregaba a los alumnos extranjeros del programa Erasmus a su llegada a España, tal vez como el primer desafío para enfrentarse a una lengua única, generosa en matices y sorprendente en significados. Algunos aseguran que es original de Camilo José Cela, quien trata el tema con prodigalidad en su Diccionario secreto. Sea como sea, me parece inteligente y delicioso.


Un ejemplo de la riqueza del lenguaje castellano es el número de acepciones de una simple palabra, como puede ser la muy conocida y frecuentemente utilizada, que hace referencia a los atributos masculinos: "cojones".

Si va acompañada de un numeral, tiene significados distintos, según el número utilizado. Así "uno" significa caro o costoso (valía un cojón), "dos" significa valentía (tiene dos cojones), "tres" significa desprecio (me importa tres cojones), un número muy grande y par significa dificultad (lograrlo me costo mil pares de cojones).

El verbo cambia el significado. “Tener”, valentía (aquella persona tiene cojones), aunque en admiración puede significar sorpresa (¡tiene cojones!), “poner” expresa un reto, especialmente si se pone en algunos lugares (puso los cojones encima de la mesa). También se los utiliza para apostar (me corto los cojones), o para amenazar (te corto los cojones).

El tiempo del verbo utilizado cambia el significado de la frase. Así el tiempo presente indica molestia o hastío (me toca los cojones), el reflexivo significa vagancia (se tocaba los cojones), pero el imperativo significa sorpresa (¡tócate los cojones!).

Alumnos Erasmus

Los prefijos y sufijos modulan su significado; "a" expresa miedo (acojonado), "des" significa cansancio (descojonado), "udo" indica perfección (cojonudo), pero "azo" se refiere a la indolencia o abulia (cojonazos).

Las preposiciones matizan la expresión. "De" significa éxito (me salió de cojones) o cantidad (hacía un frío de cojones), "por" expresa voluntariedad (lo haré por cojones), "hasta" expresa el límite del aguante (estoy hasta los cojones), pero "con" indica el valor (era un hombre con un par de cojones) y "sin" la cobardía (era un hombre sin cojones).

Es distinto el color, la forma, la simple tersura o el tamaño. El color violeta expresa el frío (se me quedaron los cojones morados), la forma, el cansancio (tenía los cojones cuadrados), pero el desgaste implica experiencia (tenia los cojones pelados de tanto repetirlo). Es importante el tamaño y la posición (tiene dos cojones grandes y bien plantados o pequeños y pegados al culo); sin embargo hay un tamaño máximo que no puede superarse (tiene unos cojones como el caballo de Espartero) porque entonces indica torpeza o vagancia (le cuelgan, se los pisa, se sienta sobre ellos, e incluso necesita una carretilla para llevarlos).

La interjección ¡cojones! significa sorpresa, y cuando uno se halla perplejo los solicita (¡manda cojones!). En ese lugar reside la voluntad y de allí surgen las órdenes (por que me sale de los cojones).

Moraleja: A quien buenos cojones tiene, lo mismo le da lo que va que lo que viene.


IMÁGENES: Arriba, el toro de Osborne. En julio de 2005, apareció decapitado el único toro existente en la provincia de Tarragona, con las palabras “puta España” escritas en su cuerpo. El último toro en pié en Cataluña fue derribado en agosto de 2007 por un grupo independentista catalán, por tratarse de una “inmundicia cornuda española” (sic), en nombre de una cultura abierta, europeísta, singular, universal, innovadora, creativa, tolerante, avanzada y cosmopolita –perdonen  si me he dejado algo-. Abajo, alumnas Erasmus interesadísimas en aprender los distintos significados de la palabra que nos ocupa.