sábado, 15 de febrero de 2014

El príncipe y el sapo

“Amar, querido amigo, es un verbo.
El amor, el sentimiento, es el fruto de amar, el verbo.
De modo que ámela: sírvala, sacrifíquese por ella, comparta sus
sentimientos, apréciela, apóyela… ¿Está dispuesto a hacerlo?”
(Stephen R. Covey)

svalentin rusia

Esto que voy a contrales es una pura ficción aunque, en parte, podría decirse que se trata de un cuento de hadas. No hay princesa, pero tenemos un tipo común convertido en príncipe a los ojos de una amiga mía, también una chica normal. Bueno, con unos kilitos de más adosados a las caderas, una sonrisa franca y unos ojos de encantadora de serpientes, en esa edad en la que se supone que se debe aprovechar cualquier oportunidad con los hombres –príncipe o funcionario– que se crucen en la vida de una mujer.

El caso es que fue verse y enamorarse: “Soñaré con los besos que aún no me has dado y mi felicidad será la promesa de tu amor sincero”. Seducción a primera vista, deslumbrante anhelo romántico, intensa atracción sentimental. Desde el día del primer encuentro no volvieron a separarse.

“¡Es el príncipe de mis sueños!”, pregonaba la damisela a sus amigas más íntimas. Y acto seguido iba describiendo, una a una, sus maravillosas peculiaridades: cariñoso, atento, educado, buen porte, amante fogoso… Recordaba todas las fechas, todos los detalles, incluso alguno que ella olvidaba. Vestía correctamente, bebía algo menos de lo usual, le regalaba flores en cualquier ocasión… No existía mejor príncipe que el suyo y nadie en el mundo le haría cambiar de idea, aunque no fuese exactamente azul porque, gracias a Dios, el mozo no tenía problemas circulatorios.

sapo boda

Se casaron como en los cuentos. Dos niñitas monísimas vestidas de blanco le llevaron los anillos al altar. La fiesta fue memorable en la estancia del papá del príncipe, al aire libre, sin una nube que enturbiase el celeste azul, degustando un generoso asado de la mejor carne, de la que mandan a Europa con la cuota Hilton. El príncipe lucía su esbelta figura enfundada en un terno de color gris ceremonia. La novia estaba lindísima y el champán bien helado. Los invitados se comportaron como caballeros: nadie vomitó ni tomó demasiado ni hizo nada indebido. Todo perfecto.

Pero, como en la vida, los cuentos, a veces, no tienen un final feliz. Acabo de encontrarme de nuevo con mi amiga, luego de tres años de casada. Ahora es una mujer de ojos apagados y sonrisa triste que lucha desesperadamente por salvar los últimos valores de su matrimonio. No podía creer lo que me estaba contando.

sapoPoco a poco, el príncipe dejó de ser amoroso. Su prioridad era juntarse con sus amigos a ver el fútbol o jugar a las cartas, mientras chupaban hasta altas horas de la noche. De cariñoso pasó a indiferente y luego a maleducado. Olvidó los detalles, y en su atractivo perfil de antaño lucía hogaño una abultada panza. Los buenos modales se habían convertido en palabras soeces e intolerables faltas de respeto y la llama de la pasión no era más que un fósforo consumido y pisoteado por la rutina. No más flores por San Valentín ni aniversario de boda ni cumpleaños. El príncipe se había convertido en un repugnante sapo.

La chica lloraba, y juraba y perjuraba que no había sido ella la culpable de tales cambios. “¿Por qué? ¿Por qué?”, se preguntaba. Entre lágrimas y suspiros me dijo una frase, una moraleja, para tener en cuenta: "Las mujeres deberíamos fijarnos bien antes de casarnos con un príncipe, no vaya a ser un sapo disfrazado de alteza real".

Dice mi mujer que la perfección tiene siempre algo de mentira.


IMÁGENES: Arriba, dos parejas besándose en la ciudad rusa de Stavropol, pese al intenso frío; centro, la boda al aire libre; abajo, sapo con corona real.

El Rey Rana es un cuento de los hermanos Grimm que puede leerse pulsando aquí.

sábado, 1 de febrero de 2014

La apasionante vida sexual del percebe

Los medios de comunicación ya no son lo que eran. Su función vital de informar se ha prostituido de tal modo que ahora su objetivo se reduce a vender más diarios o a superar la audiencia de los competidores; no importa cómo. La información se manipula, se pervierte y se envilece hasta donde sea necesario para satisfacer los intereses del editor o de la cadena. De ahí que tengamos medios socialistas, monárquicos, sindicalistas, republicanos, independentistas… De derechas, de izquierdas, progresistas, talibanes intransigentes… Cada uno lee exclusivamente lo que satisface sus instintos. La información queda relegada a un segundo, tercero o n-término.

No tengo este problema con mi blog. Quebrando albores, me había prometido no escribir nunca de política ni de religión, pero el discurrir de los días te va conduciendo hacia otros derroteros para que no falte en la salsa un perejil. ¿Cómo no dedicarle una entrada a Mandela o a los Reyes Magos o a los independentistas vascos y catalanes –hábiles másteres en manipulación insidiosa– o a la madre que los parió? Mi público, variado, culto, multirracial y multipaís, selecto e inteligente donde los haya, suele calificar mis entradas “bastante bien”… Que no es que sea la pera limonera, pero ya me vale para mis modestas pretensiones: entretener a quien se deje y, de paso, satisfacer mi instinto escribidor.

percebes 1Considerando lo anterior, voy a contarles hoy algo de lo que, probablemente, no sabrán ustedes una sola palabra: la vida sexual del percebe. Información pura y genuina, desinteresada y nada partidista como verán. Pero, claro, primero tendré que explicar a una buena parte de mis lectores qué es un percebe. El diccionario de la RAE lo define –segunda acepción– como “persona torpe o ignorante”. No me sirve por su obvio hedor a político. La primera está más cerca de la realidad: “crustáceo cirrópodo, que tiene un pedúnculo carnoso con el cual se adhiere a los peñascos de las costas. Se cría formando grupos y es comestible”. Mejor les dejo una foto para que se familiaricen con el bicho. Mi mujer opina que es repugnante, y que no entiende cómo puede llegar a cotizarse hasta 300 euros el kilo en algunas fechas.

Pero vayamos con la vida sexual de este, para gente de buen comer como yo, lujo gastronómico. El percebe suscita la admiración y la envidia de los machos de cualquier otra especie por tener el pene más largo que su propio cuerpo, cuya flexibilidad le permite contraerse, estirarse y moverse en cualquier dirección. Cuando el miembro sale de la uña se mueve muy hábilmente, escudriñando el contorno con la punta, lo que sugiere que está buscando señales químicas que le indiquen el camino a seguir. Aun así, debe resultar muy complicado mantener relaciones cuando uno está permanentemente pegado a una roca, de modo que el cirrópodo, con perdón, no siempre consigue culminar su objetivo por muy esplendoroso que sea su miembro. Para llegar hasta las parejas que se encuentran lejos, el percebe ha desarrollado otra estrategia: expulsar su esperma a las corrientes marinas, a ver si hay suerte. ¡Lástima de orgasmo!

percebeiros-3

Por primera vez, un equipo de científicos del Acuarium Finisterre ha pillado al percebe copulando. Y sí, está muy bien dotado, aunque no tanto como sostiene la mitología popular. La leyenda del percebe se achica. Han determinado que su falo en erección no multiplica su tamaño por 40, ni por 20, ni siquiera por dos, sino por uno y medio aproximadamente. No obstante, si esta proporción se mantuviera en un humano de 1,80 m de altura, calculen ustedes.

Una vez que el macho localiza con su miembro los cirros de su ocasional pareja, se desliza entre ellos y sigue avanzando en busca del lugar adecuado donde depositar una generosa cantidad de animosos espermatozoides.

Apasionante hasta el final, puesto que se trata de una especie hermafrodita.


IMÁGENES: Arriba, percebes; abajo, “percebeiros” (pescadores o, mejor, recolectores de percebes) jugándose el tipo sobre las rocas batidas por el mar. Van encordados pero, aún amarrados, hacen falta muchos huevos para estar ahí. Estuve una vez de joven y juré que no volvería. Sin embargo, ven, volar en parapente no me impresiona tanto.