sábado, 18 de enero de 2014

El problema de las patatas

En el último informe del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes, PISA 2012, España vuelve a suspender en matemáticas. El rendimiento de los alumnos españoles que concluyen la enseñanza obligatoria está por debajo de la media y sigue siendo algo peor que el de la mayoría de los países de la Unión Europea.

En conjunto, el rendimiento académico de los estudiantes españoles no empeora, pero sigue mal, lo que nos sitúa en el puesto 34 de una lista de 66 países. Shanghái (China), Singapur, Hong Kong (China), Taipéi y Corea del Sur ocupan los cinco primeros puestos, mientras que entre los últimos lugares se encuentran varios países de América del Sur: Chile (52), Uruguay (56), Brasil (59), Argentina (60), Colombia (63) y Perú (66). Bolivia, Paraguay, Ecuador y Venezuela ni siquiera figuran en el listado.

Patas einstein

En el caso de España, las sucesivas leyes, siete de 1970 a 2012, la mayoría de corte socialista –ya saben: igualar por lo más bajo–, han generado un deterioro generalizado de la educación que, dentro del drama que esto supone, queda muy bien expresado, en clave de humor, en el llamado “problema de las patatas”, que trascribo a continuación con algunas aportaciones personales.

Enseñanza tradicional: Un campesino vende un saco de patatas por 1000 pesetas. Sus gastos de producción se elevan a los 4/5 del precio de venta. ¿Cuál es su beneficio?

Enseñanza tradicional remozada: Un campesino vende un saco de patatas por 1000 pesetas. Sus gastos de producción se elevan a los 4/5 del precio de venta, es decir, a 800 pesetas. ¿Cuál es su beneficio?

Enseñanza moderna: Un campesino cambia un conjunto P de patatas por un conjunto M de monedas. El cardinal del conjunto M es igual a 1000 pesetas y cada elemento P de M vale una peseta. Dibuja 1000 puntos gordos que representen los elementos del conjunto M. El conjunto F de los gastos de producción comprende 200 puntos gordos menos que el conjunto M. Representa el conjunto F como subconjunto del conjunto M y responde a la cuestión siguiente: ¿Cuál es el cardinal del conjunto B de los beneficios?

potatosackEnseñanza renovada: Un agricultor vende un saco de patatas por 1000 pts. Los gastos de producción se elevan a 800 pesetas y el beneficio es de 200 pesetas. Subraya la palabra “patata” y discute sobre ella con tu compañero.

Enseñanza asistida por ordenador: Un productor del espacio agrícola en red de área global peticiona un data-bank conversacional que le displaya el day-rate de la patata. Después se baja un software computacional fiable y determina el cashflow sobre pantalla de mapa de bits. Dibuja con el ratón el contorno integrado 3D del saco de patatas, haces un log-in a la red por 36.15 código BP (Blue Potatoe) y sigues las indicaciones del menú.

Enseñanza -n: Dios, en su infinita bondad, se apiada de unos pobres agricultores que asisten a misa todos los días y cumplen los preceptos de la Santa Madre Iglesia y les bendice con una gran cosecha de patatas. Después de vender a un precio justo, dejan parte de los beneficios en el cepillo. En el pueblo se venera a San Antonio y a San Isidro. Indica cuál de ambos crees que ha influido ante Dios para que la cosecha sea buena y luego reza un padrenuestro y dos avemarías para agradecer a Dios todas sus bondades.

Moraleja: Donde no hay mata, no puede haber patata.


IMÁGENES: Arriba, Einstein atento al problema. Abajo, el saco de patatas que el campesino supuestamente vendió por 1000 pesetas.

Datos sobre matemáticas: Informe PISA 2012.

sábado, 4 de enero de 2014

Sobremesa

Invierno en el hemisferio norte. El día está fosco y desapacible. Un frío viento de poniente, del Moncayo, alborota los primeros copos de nieve de 2014. Mi mujer nos espera al amor de la lumbre –es un decir– esmerándose con un cocido serio y contundente, receta propia. Custodiando la mesa, un par de botellas de tempranillo crianza. En la pared, las dos y media de la tarde.

FMI-onu1A las tres en punto, en la caja tonta, Ban Ki-moon, octavo secretario general de la ONU, saca pecho celebrando el compromiso alcanzado con Bashar al-Asad –después de más de dos años de guerra, por encima de cien mil muertos y un millón de desplazados– para que destruya su arsenal de armas químicas en el plazo de un año. El acuerdo se lo pasará el sirio por el forro de los huevos, como los ingleses con las resoluciones del organismo sobre la descolonización de Gibraltar. La ONU no puede garantizar el respeto a sus miembros mientras existan países con poder para vetar cualquier resolución que no les convenga. ¿Aún no se han enterado…?

Luego sale Christine Lagarde, flaca y fea, directora del FMI, afirmando sin despeinarse que ve factible que España cumpla sus objetivos de déficit en 2014. Hace unas semanas dijo, apocalíptica, que la recuperación no arrancaría en España hasta 2017 y hace unos años anunció que el PIB español crecería un 3 % en 2010. ¿En qué quedamos? [1]

Los encontronazos de los directores del FMI con los tribunales son una constante que ahonda su descrédito. Los problemas de la flaca con la justicia francesa, el escándalo sexual de Strauss Kahn, la quiebra de Bankia imputada a Rato… Sumen las experiencias negativas de los países que han sido intervenidos por la institución en el pasado. ¿Alguna vez ha prestado el FMI –o las Naciones Unidas– un auxilio razonable? Si desapareciesen no pasaría nada, salvo que sus miles de funcionarios tendrían que buscarse un empleo útil.

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Con respecto al Banco Mundial, las preocupaciones y dudas giran alrededor de los tipos de proyectos financiados. Muchos de ellos tienen graves implicaciones a nivel social y la crítica se centra en los cuestionamientos éticos que los envuelven. Anoten la enajenación de un presidente de Costa de Marfil obsesionado por construir una nueva capital en Yamusukro, su pueblo natal, incluyendo una basílica como la de San Pedro en el Vaticano. Con un 45 % de su población viviendo bajo el índice de pobreza –menos de tres dólares al día– y una deuda externa de más de 12.000 millones de dólares, el país está obligado a solicitar nuevos créditos, endeudándose cada vez más para pagar los intereses del capital debitado, que no podrá amortizar de ningún modo.

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El punto de inflexión de la retórica económica de estas organizaciones se sitúa en torno a los años 70 y más, cuando se alinearon con las doctrinas monetaristas de Friedman, principal representante de la llamada Escuela de Chicago, grupo de economistas que considera que “el gobierno es la causa de todos los problemas de la economía, por lo que debe reducirse a la mínima expresión”. El modus operandi de estos locos requiere un estado de shock previo para, a continuación, desregular –generalmente en favor de las grandes corporaciones–, privatizar instituciones del estado –vender sus activos– y reducir costes sociales.

El modelo fue un fracaso total, nunca reconocido por los Chicago Boys. Sus postulados fueron la base de las políticas que se establecieron en algunos países en aquellos años, adoptados por el gobierno chileno del general Pinochet y, sin abandonar del todo la asistencia social, por Ronald Reagan en USA –reaganomics [2] y la Thatcher en el Reino Unido. Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Indonesia e incluso Rusia padecieron igualmente la pesadilla de la doctrina de Friedman. Algunos aún no han conseguido superarla.

En este punto, atardecido, damos por terminada la tertulia, el café y el pacharán, que raras veces un cocido suele dar tanto de sí.


IMÁGENES: Arriba, los restos de la ONU ondeando al viento. Centro, manifestantes quemando una pancarta del FMI. Abajo, la catedral de San Pedro en Yamusukro, Costa de Marfil.

[1] El FMI (Fondo Monetario Internacional) se ha desdicho de lo afirmado y ahora sostiene que no, que España no cumplirá sus objetivos de déficit para el 2014. Parece que esta gente habla según de dónde sople el viento o la marea o las fases de la luna, sin tener ni puta idea de lo que dice.
[2]  Los cuatros pilares de esta política fueron: (i)
Reducir el crecimiento del gasto público, (ii) Reducir los tipos marginales de los impuestos que gravaban el trabajo y el capital, (iii) Reducir la regulación de la actividad económica, y (iv) Control de la oferta monetaria y reducir la inflación.