sábado, 21 de noviembre de 2015

Egipcios

Termina el verano del año 2525 aC. El Nilo se ha desbordado. La inundación mejora la navegabilidad del río y, para un hombre llamado Merrer, señala el momento de transportar la piedra hasta el lugar donde el faraón Keops El Déspota, segundo de la IV dinastía, está construyendo la Gran Pirámide de Gizé.

La navegación desde la cantera es de apenas unas 10 millas al sur, pero la pesada carga de piedra caliza dificulta la maniobrabilidad por un río desdibujado que aparece ahora tan vasto como un océano. Merrer es un hombre con experiencia en mar abierto y la flota de barcazas del faraón y los 50 obreros a su cargo están en manos seguras.

Egipto 1El lugar es un continuo trajín, un ir y venir de hombres en ruidosa y porfiada actividad. La pirámide quedará pronto recubierta con los bloques labrados a su sombra y cuando la piedra angular se coloque en la posición más alta de la construcción, el trabajo de Merrer habrá concluido.

Unos 4.540 años más tarde, la enorme planicie frente a la pirámide de Keops permanece silenciosa y desolada. Los vendedores de suvenires y perfumes falsificados, el camellero que ofrecía paseos a lomos de su camello a 6 libras egipcias la media hora, y los turistas, han desaparecido ahuyentados, primero, por el atentado suicida en el Museo de Arte Islámico de El Cairo –la más colosal colección de antigüedades egipcias del mundo– y, ahora, por el derribo de un avión ruso con más de 200 pasajeros sobre la península del Sinaí. Entre uno y otro no han faltado sobresaltos de variada intensidad.

Egipto 3Durante décadas, la Gran Pirámide fue lugar de obligada peregrinación para los turistas que visitaban el país. Las cenas con espectáculo, la danza del vientre interpretada por bellísimas bailarinas en los restaurantes típicos de la plaza de Tahrir o de la Liberación, y los románticos cruceros fluviales hasta la presa de Asuán, cosa corriente. Los hoteles bullían de actividad y en el lobby se hacían oír todas las lenguas del mundo.

Vivía yo en el barrio de Heliópolis, un entorno relativamente seguro por la cercanía de la residencia del presidente de la nación. Cada día viajaba hasta una pequeña ciudad llamada 6th October, a unos 40 kilómetros de El Cairo, erigida exactamente en medio de la nada absoluta, en pleno desierto. Me habían asignado un consultor egipcio, propietario del automóvil más destartalado y sucio que he visto jamás, cuyo motor nos obligaba a detenernos cada pocos kilómetros para rellenar de agua su radiador.

Egipto 2

Una tarde, al ir a acomodarme en mi lugar en el auto, hice ademán de retirar un libro de tapas mugrientas colocado en el asiento del acompañante. El tipo aquel me sujetó el brazo con inusitada fuerza para impedírmelo y comenzó a increparme en árabe, a voz en grito, el rostro congestionado, completamente fuera de sí. Luego, más calmado, me explicó que aquel libro era el Corán y que yo, perro infiel, no podía tocarlo con mis manos impuras. Me dieron ganas de liarme a hostias con aquel imbécil pero me contuve, lo que no supuso óbice ni cortapisa para que me ciscara, por lo bajinis, en la putísima madre que lo parió.

Relaté el incidente al jefe de equipo, quien me adjudicó de inmediato un nuevo consultor llamado Ahmed, feliz propietario de un coche modesto pero decoroso y limpio, verdadero profesional, formalmente interesado en los avances del proyecto, en mejorar su inglés y en sacar adelante a su familia: una joven y encantadora esposa, que no tuvo inconveniente en presentarme, y dos niñitas gemelas de inmensos ojos negros, lindas como de cuento de hadas.

Ahmed, sin duda, pertenece a la honorable estirpe de los Merrer, dominadores del Nilo y constructores de pirámides. El otro, el ferviente lector del Corán, estará ahora integrado en alguna célula de terrorismo yihadista o violando mujeres en las filas del ejército islámico.

Suponiendo que un dron infiel e irreverente no le haya volado ya la cabeza.


IMÁGENES: Arriba, construcción de las pirámides. Centro, la española Dalilah [*], bailarina legendaria de la época dorada de la danza del vientre en Egipto, bailando delante de las pirámides durante el rodaje de la película “Keyf Ansak”, en 1957. Abajo, pirámides y camellero.

[*] Dalilah, cuyo verdadero nombre era Adelaida Angulo Agramunt, intervino en varias películas y programas de televisión desde 1952 hasta su repentino fallecimiento en 2001. A destacar su interpretación en Juana la Loca, poco antes de morir, y su show Arabesque. (Fotografía y datos tomados de Wikipedia).

sábado, 7 de noviembre de 2015

Logos, pathos y Cervantes

Los argumentos han de ser convincentes. El público debe conocer el punto de vista del orador antes de aceptar su discurso. Sé que fueron los políticos quienes prostituyeron el logos, es decir, el uso de la palabra meditada, reflexionada y razonada, uno de los modos de persuasión en la retórica de la filosofía aristotélica. La casta dirigente –con demasiada frecuencia lerda, inhábil y grosera– solventó sus insustanciales discursos con el pathos, como manipulación inicua de los sentimientos humanos para afectar el juicio del pueblo y su siempre deformada y deficiente comprensión de la política y de los intereses espurios que enmascara.

Nov 3 AristoEl logos es la argumentación en sus dos formas básicas: la primera apela a principios tales como el valor de la libertad, el respeto a la vida, la igualdad entre los hombres, etc. Su fuerza de convicción depende, en gran medida, de que los principios o valores en que se apoya sean compartidos por el auditorio. La segunda gravita en lo que Aristóteles llama “proposiciones probables”, esto es, afirmaciones que han sido suficientemente verificadas.

El pathos es la intensidad emocional del discurso a través del tono de voz y del lenguaje no verbal. Esta emoción debería despertar una respuesta similar en el auditorio. También, el logos contribuye a activar el pathos, pero el que habla ha de saber establecer una relación favorable con el auditorio. «A los hombres buenos les creemos de un modo más decidido, con menos vacilación. No es verdad que la bondad personal de quien habla no contribuya a su poder de persuasión: por el contrario, su carácter y credibilidad pueden considerarse la herramienta de convicción más efectiva que se posee», señalaba Aristóteles.

Nov 7 3Celebrando este año el IV centenario de la aparición de la segunda parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, he tenido oportunidad de leer otro libro titulado, ni más ni menos, Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de un tal Alonso Fernández de Avellaneda –probablemente un seudónimo– obra pronto conocida como El Quijote de Avellaneda por hacerla, sin duda, más manejable.

Recoge el texto el logos y el pathos del primitivo, es decir, un plagio en toda regla a la obra de Cervantes aunque, en la época, no suponga ninguna novedad que alguien escriba una segunda parte de un libro ajeno. El Lazarillo de Tormes y su continuación son obra de distintos autores, ambos anónimos. Salas Barbadillo escribió La hija de la Celestina, aprovechando el atractivo de los personajes de La Celestina original. De Lope de Vega es La hermosura de Angélica que, al igual que Las lágrimas de Angélica, de Luis Barahona, está inspirada en el Orlando enamorado, de Boiardo, quien la escribió estimulado por el Orlando furioso de Ludovico Ariosto.

Nov 7 2Lo sorprendente es que nadie, en su tiempo, se incomode por ello, considerándose entonces que los personajes y las historias no son patrimonio de su creador, sino del mundo de la literatura o de la poesía, y cualquiera puede acceder a ellas y utilizarlas en su provecho con absoluta libertad. Pero El Quijote de Avellaneda cuenta con una particularidad: la falta de respeto hacia el creador del original. Los demás autores cantan las virtudes de sus antecesores –el logos– y se enorgullecen de compartir sus laureles y habilidades –el pathos–. Sin embargo, Avellaneda considera a Cervantes un viejo solitario, charlatán, agresivo, prepotente y gruñón, al que hay que poner en su sitio haciéndole todo el daño posible y, de paso, sembrar dudas sobre sus orientaciones sexuales durante su cautiverio en Argel.

Dice mi mujer que los espíritus mediocres condenan todo aquello que está fuera de su alcance. Una de las mayores pruebas de su mediocridad es no aceptar ni reconocer la superioridad de otros.


IMÁGENES: Arriba, busto de Aristóteles (384-322 aC) en el Palazzo Altemps de Roma. Centro, Portada del Quijote de Avellaneda con un facsímil de la edición original de 1614. Abajo, Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

NOTA - En el momento en que un orador inicia su discurso, se pone en marcha un complejo proceso en el que intervienen multitud de factores. Logos y Pathos son dos de las tres palabras que representan las condiciones que, en la Retórica de Aristóteles, debe reunir un buen discurso. Utilizamos el término discurso en un sentido muy amplio, para abarcar la intervención de un político en la cámara, la lección de un profesor, la presentación de un proyecto a un grupo de profesionales, unas palabras en un acto de homenaje a una persona, la homilía de un sacerdote, etc.