sábado, 20 de diciembre de 2014

Londres en el tintero

A estas alturas del siglo, al menos una generación de mis lectores no habrá tenido nunca contacto con los tinteros, aquellos pequeños recipientes contenedores de tinta para escribir “a mano” con plumilla y palillero. Aunque este objeto haya perdido toda su vigencia, no ocurre lo mismo con una frase que lo menciona. Cuando decimos que “algo se quedó en el tintero”, queremos indicar que hay cosas que no se dijeron o quedaron pendientes, tomando al tintero como fuente del contenido de lo que se expresa. En este contexto, mi entrada anterior en el blog adoleció de algunos detalles que se quedaron “en el tintero” y que creo conveniente desvelar ahora para completar mi particular visión de la capital británica.

Si los trámites de entrada en el aeropuerto de Stansted fueron lo que fueron, la salida no fue mejor. Contabilicé hasta 22 puntos de control de equipaje de mano, cifra que no está nada mal. Lamentablemente, 14 de ellos no funcionaban, con lo que el desbarajuste resultó tan monumental como a la llegada

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Los hoteles londinenses son caros: se debe calcular un presupuesto de entre 170 y 200 libras por noche para un hotelito similar a un tres o cuatro estrellas español. En uno de ellos tuve que convivir con una emergency exit o “salida de emergencia”, perfectamente señalizada e iluminada –blanco sobre verde–, ¡en el interior de mi habitación! Imposible conocer, por no pecar de ignorante, si solo para mí uso o para la evacuación de la planta, en cuyo caso mejor no pensar cómo hubiera quedado aquello: ¿“La senda de los elefantes”?...

Londres mantiene una merecida fama de ser la capital europea donde peor se come. En general, los restaurantes, como los hoteles, son caros sin paliativos. El plato nacional, el fish and chips, no es más que un pescado barato –originalmente, bacalao o abadejo-, empanado o empanizado, servido con una guarnición de patatas fritas y guisantes, que suele ofrecerse por menos o bastante menos de 10 libras, según dónde. Como alternativa, multitud de restaurantes hindúes y chinos proponen al viajero sus raciones exóticas y más bien escasas a precios disparatados. A los amantes del vino, les harán pagar unas 20 libras –de ahí para arriba– por una botella de incierto caldo sudafricano o dudoso rioja.

L noriaDicho esto y aun así, Londres bien merece una visita. Solo su nombre ya sugiere historia y señorío. Atesora lugares emblemáticos como el Big Ben, la catedral de St. Paul, el Tower Bridge, la abadía de Westminster, la National Gallery, la Torre de Londres, el Natural History Museum, el London Eye –noria mirador de 135 metros de altura–, el Palacio de Buckingham… Para mí gusto, nada tan impresionante como el British Museum, piedra Rosetta incluida.

En Trafalgar Square podrán admirar, por estas fechas, un sorprendente y enorme gallo azul, de la artista alemana Katharina Fritsch, que ha despertado cierta controversia, instalado sobre lo que se llama el “cuarto plinto”, donde se van mostrando diferentes obras de artistas diversos. En 2002, con motivo del Mundial de Fútbol, el museo de cera “Madame Tussauds" exhibió la figura de David Beckham.

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Las calles antiguas de la City son, para mi gusto, las más fascinantes de la ciudad. La Square Mille ocupa el terreno alrededor del cual los romanos alzaron el primer bloque defensivo hace casi 2.000 años. Estrechos callejones y antiguas iglesias conviven con modernas construcciones, edificios de oficinas e instituciones financieras. De lunes a viernes la City es un hervidero, pero el ritmo se detiene los fines de semana para disfrute de los turistas y de los escasos vecinos de la zona.

Si les gusta “empinar el codo”, pasen por el Bar Pepito, una bodega española en el King’s Cross. No dejen de visitar, en el mismo barrio, el Spaniard’s Inn. Se trata de una taberna que data de 1585, con más carácter que un musical del West End. Aquí pasaba el rato el bandolero Dick Turpin, entre robo y robo, aunque también ha sido el garito preferido de personajes más respetables, como Dickens o Lord Byron.

Disfruten de Londres, “la flor de todas las ciudades”, a decir del poeta escocés William Dunbar.


IMÁGENES: Arriba, un plato de “fish and chips” que, sin ser una maravilla gastronómica, podrá sacarle de algún apuro sin castigar el bolsillo...  ni el estómago. Centro, London Eye, la noria de Londres. Abajo, el gallo azul de Trafalgar Square con la National Gallery a la izquierda.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Londres: aeropuertos y arañas

“¿Qué se podría decir de Londres que no se haya dicho ya?”. Esta frase contundente abre las páginas de una de las tantas guías puestas a disposición de quien desee disfrutar de la historia y poderío, cultura y sordidez, alegrías y desaciertos en esta ciudad de trazado y tráfico insufribles donde conviven más de 250 nacionalidades diferentes cuyos ciudadanos, tolerantes, apenas se escandalizan por nada: “Mientras no espantes a los caballos, colega, todo irá bien”.

Sin embargo, las guías no mencionan determinados escenarios que el viajero debería conocer de antemano para, efectivamente, no escandalizarse por nada. Aquellas brujas con escoba sobre las que escribí en un par de ocasiones, precursoras de los vuelos de bajo costo, se llaman ahora Ryanair, Vueling, EasyJet… y han aumentado considerablemente el tráfico en algunos de los aeropuertos alejados de la capital británica, cuyas instalaciones no están, ni muchos menos, preparadas para gestionar la avalancha de vuelos y pasajeros que se les viene encima.

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Nada más desembarcar en la terminal de Stansted, los ojos del viajero se sorprenden con un enorme cartelón punteando la línea UK Border, es decir, la frontera británica. No existe ninguna indicación para quienes, procedentes de otro país miembro de la Unión Europea (UE), deberíamos poder movernos con absoluta libertad, como derecho fundamental establecido en los tratados de Schengen de 1985 y 1990, y expresado a través del “espacio de libre circulación, libertad, seguridad y justicia, exento de fronteras internas” (sic). Ni una sola indicación de que estamos en territorio comunitario.

Con un par de aviones de tipo medio, aquello se colapsa. Cientos de pasajeros, europeos o no, en un singular atropello tercermundista y bananero, pasan los controles de inmigración exhibiendo un documento nacional de identidad o un pasaporte electrónico. Las máquinas de lectura automática, supuestamente high tech, se bloquean reiteradamente y un voluntarioso empleado, precisamente hindú, presta apoyo manual para sacar adelante el trámite migratorio, tan arbitrario como innecesario para los nacionales de la UE.

London 2No debieron resultar así de peliagudas las formalidades de aduana para cierta intrusa que, en el medievo, decidió empadronarse definitivamente en la abadía benedictina de Westminster, lugar tradicional para las coronaciones y entierros de los monarcas ingleses y británicos. De origen mediterráneo, aseguran que la viajera llegó de España en uno de los tantos barcos que transportaban grano para las islas. Se la conoce como Segestria Florentina, luce un aterciopelado color verde iridiscente y es la araña europea más grande de su familia zoológica.

Vive entre las grietas de los muros de la abadía, atenta a las vibraciones de los hilos de seda que irradian desde una especie de tubo a cuya entrada se aposta, lista para la caza y captura de una presa más o menos comestible: mosca, polilla, cucaracha… que haya tenido la desgracia de rozar la telaraña. A las abejas y avispas las ataca en la cabeza, a fin de mantener alejado su peligroso aguijón. Si alguien la acosa, probablemente le morderá “en defensa propia”, causándole una ligera irritación en la piel, no mayor que la provocada por el roce con una ortiga. Nada grave.

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Se han localizado algunos ejemplares en el interior del palacio de Buckingham, residencia de la reina. Se dice de Isabel II que sería capaz de mantener la compostura, sin pestañear, ante la avalancha de un caballo lanzado al galope. Sin embargo, la visión de una de estas arañas le haría dar un brinco, aterrorizada, a la mesa o silla más próxima o a colgarse de una de las pesadas cortinas que cubren las ventanas de palacio. Motivo más que suficiente para la movilización inmediata de su guardia personal, de cara a la neutralización fulminante de la intrusa.

En otros pagos, la gente no teme a las arañas, culturalmente importantes y, en ocasiones, un delicioso aperitivo. Bien tostaditas, por si acaso.


IMAGENES: Arriba, aeropuerto de Stansted, colapsado, a las afueras de Londres. Centro, araña “Segestria Florentina”, que puede medir hasta 22 mm de largo. Abajo, palacio de Buckingham con la guardia formada.