Esta historia me la contaron durante un curso que tuve el placer de impartir en Ciudad de Guatemala a un grupo de inspectores de aduana. Todos jóvenes, con ganas de aprender, con toda la vida por delante para mejorar su país. Inolvidables ellas, Ana, Beatriz, Michelle –oui, c’est moi–, Natalia y Vilma, y ellos, Fernando y Jairo. Encantadora e inteligente tropa.
Se inicia en 1877, cuando el escritor y poeta cubano José Martí, con solo 24 años, llega a Guatemala procedente de México, invitado por el entonces expresidente guatemalteco García Granados para integrarse en su tertulia familiar y dictar un curso de composición literaria.
El apuesto e inteligente joven comenzó su labor en la misma academia donde estudiaba María, de 16 años, bella y virtuosa en el piano, hija del expresidente. Con el paso de los días, entre María y José nació un intenso y apasionado amor. Para desdicha de la infortunada muchacha, el maestro literario ya estaba comprometido en México, a donde viajó para contraer matrimonio con su prometida.
“Me juró que volvería –escribió la niña– mientras sus lágrimas tibias resbalaban por sus mejillas humedeciendo mis manos temblorosas. Yo juré esperarlo fielmente durante toda mi vida.”
Sabiendo su amor perdido, la salud de María se fue deteriorando y su vida apagándose irremediablemente hasta el suspiro final.
La muerte de la niña impactó dolorosamente en el poeta quien, desde la profundidad de su tristeza, compuso para ella estos hermosos versos [1]:
Quiero, a la sombra de un ala, Eran de lirios los ramos Ella dio al desmemoriado | Ella, por volverlo a ver, Como de bronce candente, Se entró de tarde en el río, Callado, al oscurecer, |
En 2013, con motivo de celebrarse el 160 aniversario del nacimiento de José Martí, la embajada de Cuba colocó una placa conmemorativa a la niña de Guatemala en el Cementerio de la Ciudad.
Tras este reconocimiento, algunos miembros del personal del Cementerio relataron que, aun antes de la colocación de la placa, el mausoleo de María García Granados era uno de los más visitados, especialmente por jóvenes guatemaltecas que le pedían ayuda en cuestiones amorosas.
Unos años más tarde, en 1895, José Martí también moría por amor… a su Cuba natal.
Pobres coronas marchitas.
IMÁGENES: Arriba, María García Granados, la Niña de Guatemala, en un grabado de la época. Abajo, placa conmemorativa en el Cementerio de la Ciudad de Guatemala.
[1] El poema completo puede escucharse en este enlace de YouTube, interpretado magníficamente por los Olimareños. No se lo pierdan.