Sostiene mi amigo Ramón, en su libro De la comida y otras sensualidades, que las cosas más importantes de la vida ocurren de la cintura para abajo y que el sexo es lo mejor que nos puede pasar. Sin embargo, asegura que la segunda mejor ocurrencia es la comida. Pocos dudarán de ello: el sexo, aunque no alimenta, es tan importante como el puchero pero –digo yo–, la pasión más sincera, la atracción más irresistible, es la que se desata frente a una buena mesa y unos amigos. Sin que falte una botella, porque donde no hay vino no puede haber aprecio sincero.
Reconozco que el libro me ha enseñado por igual de cocina que de sexo. Ni de lo uno ni de lo otro tiene desperdicio. De lo uno, sobre todo, si se siguen las pormenorizadas recomendaciones que nos propone para consolidar unas croquetas a base de restos de cualquier cosa comestible y su justificación socioeconómica y cultural.
En cuanto a lo otro, una buena comida bien regada predispone, según el autor, a una alocada interpretación creativa del sexo, ese impulso primario –añado por mi cuenta– que registra el funcionamiento del engranaje universal, que algunos practican cuando tienen ganas y la mayoría cuando tenemos con quién.
Conseguir emparentar cocina y sexo con la originalidad que luce el libro de Ramón debe ser una tarea tan ardua y difícil como su aliño con otras sensualidades menos epicúreas como, por ejemplo, la religión y la política, advertida la penuria de textos afines a estas sensaciones. “Haberlos haylos, empero”, asegura mi mujer.
La cocina del neolítico religioso del Paraguay aporta una receta de caldo avá [1] que, modernizado, puede reconstituir al más enajenado por el alcohol y alentar fogosamente a los amantes, según dicen. El original solo varía en sus componentes: los indios la consumían con sus enemigos dentro. Los guaraníes eran antropófagos y el sacrificio de los adversarios era de carácter ritual. A los prisioneros se les trataba bien, se les proporcionaba una mujer y mucha comida para engordarlos, y podía pasar más de un año antes de darles matarile.
Después se despedazaba y cocinaba el cuerpo como un estofado de carne aderezado con patatas, pimientos, tomates y hierbas aromáticas, y se repartían los trozos. Cuando no alcanzaba para todos se hacía hervir un buen pedazo y se distribuía el caldo. Fueron los jesuitas los encargados de cambiarles el gusto, cansados de ir a parar dentro de la olla con excesiva frecuencia.
En política, la Sección Femenina del denostado régimen de Franco –aquel que nos empujó a ser el quinto país industrializado del mundo– publicó un Manual de cocina del que llegaron a distribuirse casi una treintena de ediciones. Contenía –contiene– más de 800 recetas de todo tipo. El libro se escribió bajo dos principios: que los ingredientes resultasen baratos y que las recetas fueran de preparación sencilla pero de calidad. Han pasado los años y han cambiado los tiempos. Sin embargo, este recetario no ha perdido vigencia y hoy en día es considerado como la Biblia de la cocina popular española.
En la Cuba de Fidel Castro, el Estado trató de politizar la cocina en las navidades del Año de la Liberación, publicando unas Recetas cubanas orientadas (sic) a que las habaneras aprendan a hacer el clásico “pastelón camagüeyano”, las camagüeyanas preparen el “bocado habanero” y las orientales se acostumbren a servir la “salsa de perro” de nuestros pescadores, con lo que el pueblo cubano habrá adelantado un paso más en su integración. Destaco un plato denominado “el cura se desmayó” [2], que me he prometido cocinar algún día solo para mis amigos más íntimos.
Que quien rosas da de comer al burro, cobrará con un rebuzno.
IMÁGENES: Portadas de dos de los libros citados.
[1] En el idioma guaraní “avá” significa “hombre” por lo que podíamos estar hablando, en el original, de un delicioso “estofado de hombre”. La receta moderna y su historia completa se muestran pulsando aquí.
[2] Lo más curioso de “el cura se desmayó” es, sin duda, su nombre porque, en realidad, se trata de un guiso de berenjenas rellenas, sin mucha ciencia. Se puede acceder a la receta desde este enlace.