sábado, 25 de octubre de 2014

El muro de Adriano

Adriano busto"Los viejos dioses murieron y los nuevos no habían llegado todavía. Hubo un momento en el que el hombre estuvo solo", escribió Flaubert. Durante ese periodo único en que la humanidad respondió solamente ante sí misma, el emperador Adriano (76-138 d.C.) tomó una decisión extraordinaria que dejaría una profunda huella en Occidente: ordenó la construcción de un muro para "separar a los bárbaros de los romanos", como señala la Historia Augusta en la única referencia clásica a la primera frontera fortificada de Europa.

Después de un largo periodo en el que las piedras romanas fueron utilizadas a lo largo de los siglos para construir castillos, iglesias o granjas, existe una pregunta fundamental a la que aún no se le ha encontrado respuesta: ¿Para que servía esa inmensa muralla? Algunos la comparan a una puerta en mitad de la nada, una frontera claramente artificial, porosa, “como de barro, de bruma o de hojarasca por la que el aire transita, por la que el cuerpo resbala, se filtra y trasmina”, en palabras de Dino Buzzati. "Fue construido para mostrarse imponente, pero no para mantener a los bárbaros fuera del imperio”, según Mary Beard, de la Universidad de Cambridge.

adriano  botijoRecuerdo, de cuando era niño, la explicación mágica que me daba mi padre acerca del funcionamiento del botijo: las paredes porosas de barro cocido permitían el trasiego minúsculo, invisible, del aire hacía el interior de la vasija, lo que creaba una corriente imperceptible que refrescaba el agua alojada en su interior con una frescura natural, no de nevera, sino con un cierto regusto a pared de bodega olvidada. A cambio, el agua encerrada exudaba por los mismos poros, deslizándose por las paredes exteriores de la vasija hasta crear un minúsculo charco en las baldosas negras y blancas de la cocina.

El mundo ha estado siempre plagado de muros, fronteras y paredes, porosas o no. Desde elementos naturales, magnas cordilleras y caudalosos ríos, a simples líneas cartográficas irreconocibles sobre el terreno y, con frecuencia, auténticas murallas construidas con el pretexto de la defensa de un territorio o de su economía o de “protección antifascista”, como el llamado “telón de acero” o iron curtain que dividió Europa desde el mar Báltico al Adriático, o como la gran muralla china, visible desde la Luna, dicen: una fortificación construida y reconstruida entre el siglo V a.C. y el siglo XVI para proteger la frontera norte del imperio de los ataques de los nómadas xiongnu de Mongolia y Manchuria.

El muro de Adriano o el de Berlín, la muralla china o la muralla romana de Lugo, el muro de las lamentaciones en Jerusalén, las murallas de Dubronik, de Ávila, de Micenas o de Babilonia, las del gueto de Varsovia… Afortunadamente, todas han dejado de desempeñar el papel para el que fueron construidas, integrándose como elementos relevantes de circuitos turísticos, lúdicos o religiosos, cuando no en Patrimonio de la Humanidad.

Adriano, muroSin embargo, políticos sin escrúpulos, en una iniciativa lamentable y desgraciada, pretenden resucitarlas erigiendo nuevos muros: fronteras impermeables para ocultar rapiñas y fraudes, proteger identidades nacionales que nunca existieron y supuestos derechos de incógnito origen, o para manipular y mistificar impúdicamente la historia de este país de héroes, dictadores, aventureros y egregios hijos de puta que es España.

El escritor galés Ken Follet es contundente: “Me preocupa mucho el ascenso de políticos que buscan despertar el odio. Desde mi punto de vista, el nacionalismo es un callejón sin salida”. Aun así, Follet no acierta del todo: despertar el odio es solo un “daño colateral” inevitable. El verdadero objetivo pasa por blindarse contra un sistema que, mal que bien, acaba siempre desenmascarando a ladrones honorables.

Añadan canut y barretina, pónganle música de sardana y tendrán el cuadro completo.


IMÁGENES: Arriba, busto del emperador Adriano del siglo II, hoy en el Palazzo dei Conservatori, Roma. Centro, botijo español de barro cocido. Abajo, fortificación en el muro de Adriano.

OTROS PERSONAJES CITADOS EN EL TEXTO:

Beard, Mary: Latinista de la Universidad de Cambridge y profesora de Literatura antigua.

Buzzati, Dino: Fue un novelista y escritor de relatos italiano, y periodista del Corriere della sera.

Flaubert, Gustave: Está considerado uno de los mejores novelistas occidentales y es conocido principalmente por su primera novela publicada, Madame Bovary.

Follet, Ken: Escribió Los pilares de la tierra y su secuela Un mundo sin fin, así como la trilogía Century, cuyo tercer volumen finaliza con la caída del muro de Berlín.

OTROS DETALLES:

La Historia Augusta es una colección de biografías escrita en latín de los emperadores romanos, sus colegas y los usurpadores del trono, que abarca el periodo comprendido entre 117 y 284. Se presenta como la unión de las obras de seis autores diferentes. Sus mayores problemas están relacionados con las fuentes utilizadas, y con determinar cuánto del contenido de la obra es pura ficción.

El canut, la barretina y la sardana forman parte de la cultura de Cataluña y su significado puede consultarse pulsando sobre cada elemento.

sábado, 11 de octubre de 2014

Tontos con nombre propio

Hay tontos que no son tontos, y hay tontos que tontos son,
y hay tontos que vuelven tontos a los que tontos no son.

Los versos de arriba –si pueden considerarse como tal– me los recitó, hace muchos años, el que fuera embajador de España en Noruega, como respuesta a mi comentario de que yo era medio tonto para la cocina. Estábamos en Oslo, tratando de sacar adelante un bacalao al pilpil para celebrar la salida de la cárcel de un amigo español, encerrado durante siete días por dar positivo en un control de alcoholemia. Se dedicaba, mi amigo, a la exportación de bacalao, salmón y otras delicatessen de aquellas aguas del norte. Aportó una materia prima de lo mejor, así que el plato resultó delicioso.

Estaba con nosotros un pintor de nombre Miralles, de quien ya no recuerdo si era catalán o valenciano, que exponía en la Casa de España y a quien le compré una de sus obras. El caso fue que, hablando de arte, bacalao y tontos se nos hizo de noche. Nada extraño, dado que, en aquellas latitudes y por aquella época del año, las horas de luz se reducen, más o menos, de 9 de la mañana a 2 de la tarde.

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El embajador, muy en su papel, nos habló de la tradición hispánica en el amplio y complejo mundo de los pícaros, mentecatos, bobos, truhanes y necios de todo pelaje, y de su experiencia numerosa y abundante en palabras, frases, casos y anécdotas recogidas en el acervo popular.

No faltó una referencia completa a la singularidad de nuestros tontos. El refranero hispano asegura que “cada lunes y cada martes hay tontos en todas partes” proliferando, además, abundantes modos de manifestar la tontería, que no es sino la calidad o ejercicio estúpido de este inútil arte. El sabio rabino Shem Tob, mediado el siglo XIV, se hace eco de esta realidad: Que los tontos mil tantos son (más) que los que entyenden… La Biblia, por su parte, afirma que “es infinito el número de los necios”.

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La cantidad de expresiones y frases hechas de uso común es enorme. Una con la que siempre he conectado es “ser más tonto que Abundio”, como paradigma de insensatez, cerrazón y cortedad de entendimiento. A todos los que se llaman Abundio –más de 600 en España–, a buen seguro que no les hará ninguna gracia, aunque tengamos un amplio repertorio de tontos nominales tapizando el suelo patrio: Pichote, Cardoso, el cojo Clavijo, Perico el de los Palotes, Panarra, el tonto de Coria, el del Bote, el de Capirote, los de Carabaña… Sin olvidarnos del genial tontaina que tuvo la ocurrencia de asar la manteca en el dedo y del omnipresente tontolculo.

En su día pasó por loco insigne, diciéndose de Abundio que vendió el auto para comprar gasolina, los zapatos para comprar cordones y la vaca para comprar leche; que fue a vendimiar y se llevó uvas de postre, y que, en una carrera en la que corría él solo, llegó el segundo.

tontos 6En España, el nombre gozó de popularidad debido al culto a San Abundio, un presbítero martirizado por los árabes en el año 854. Algunos creen que este santo podría estar en el origen del dicho, ya que hasta en 11 ocasiones le ofrecieron los musulmanes desdecirse de sus supuestas injurias al Corán, sin éxito.

Otros sostienen que el personaje existió entre los siglos XVII y XVIII en Córdoba, donde protagonizó una solemne tontería parecida a la de Ambrosio y su carabina, aunque de naturaleza distinta. Se le atribuye haber pretendido regar con apenas agua, "con el solo chorrillo de su verga", un cortijo andaluz. Empresa a todas luces descabellada, a no ser que pretendiera regar otros campos metafóricos con el aparejo citado, en cuyo caso distaría mucho de merecer la fama que el tiempo le ha asignado.

Pensándolo bien, acaso nos encontremos ante el precursor del riego por goteo y debiéramos erigirle un monumento.


IMÁGENES: Por esta vez, sin comentarios… ¿Hacen falta…? (El de abajo es San Abundio, que no sé qué uso le daría a la espada).

FUENTES CONSULTADAS:

El libro de los insultos, de Pancracio Celdrán, Editorial del Prado, Madrid 1995.

Diario ABC, Madrid 2014.

Biblia Vulgata, vulgata editio (edición divulgada), traducción de la Biblia hebrea y griega al latín realizada por San Jerónimo por encargo del papa Dámaso I en el año 382, editada por Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1946.

Para detalles sobre “la carabina de Ambrosio”, pulse aquí.