sábado, 23 de mayo de 2015

La oradora

Espectacular currículum el de aquella mujer. No tendría ninguna necesidad de situar su gloriosa anatomía entre un micrófono y un vaso de agua para hacerse notar. Sin embargo, allí estaba, dispuesta a aburrir a las ovejas o, mejor, a los five snouts si hiciera falta, hablándonos de la huella de carbono y de su propuesta de control de emisiones en aquella ciudad contaminada hasta los mismísimos tuétanos.

la oradora 1Se ha hecho presentar por una oronda funcionaria de un oscuro ministerio de noselqué la cual, en lugar de hablar, ha leído media docena de páginas en un inglés lamentable, equivocándose cada dos por tres.

Este ha sido solo el primer error. Siguen otros: ha comenzado con media hora larga de retraso; en lugar de entrar en materia desde sus primeras palabras, ha desarrollado un extenso e innecesario preámbulo sobre los peligros del calentamiento global y el agujero en la capa de ozono; ha inmovilizado al auditorio sobre sus sillas durante dos horas justas –menos algunas señoras, que se han levantado antes– y no ha conseguido interesar a casi nadie. En resumen, ha impartido una conferencia a la manera exacta a como se dan nueve de cada diez.

Mi colega francés sostiene, picante, que la duración de una plática de este estilo debería poderse comparar con un vestido de mujer: “tapar –describir– lo justo, dejando entrever lo necesario”, sin olvidar –esto es mío– que la mejor manera de aburrir al auditorio es contando todo lo que uno sabe. El público posee una determinada capacidad de aguante que no se puede dilapidar: cuarenta y cinco minutos para el bla bla bla del orador y quince minutos más para responder a eventuales preguntas son ya suficientes. Los que digan que ha sido una hora “de indiscutible goce intelectual” son unos mentirosos.

la oradora 2

El escritor Pitigrilli –fino humor italiano–, publicó en 1961 un singular tratado de urbanidad, El pollo no se come con la mano, en el que, entre bromas y veras, construye un código ético de adaptación del hombre, en sus relaciones con el prójimo, a las circunstancias de persona, tiempo y lugar. En el capítulo reservado a las conferencias, establece algunas normas que aún hoy, muchas décadas después, no han perdido una pizca de actualidad.

Se refiere a la necesidad de ser puntual, a la exigencia de no leer –“si no sabes hablar sin leer, no des la conferencia”– y, sobre todo, a centrarse en el contexto del tema a desarrollar: “Si has venido a hablar de inscripciones prehistóricas en las cavernas, podrías decir cosas sublimes sobre al arte, sobre el alma y sobre el pasado, pero mejor no las digas e introduce rápidamente al público en la cueva”.

la oradora 3Nos tocó acompañar a la oradora durante el almuerzo y, a sugerencia suya, optamos por un restaurante tibetano de nombre impronunciable y ambiente rural donde elegimos tsampa, una auténtica bomba calórica que no tendría futuro en ningún restaurante occidental. Consiste aquello en un cuenco con unos puñados de harina donde se añade un generoso pegote de mantequilla de yak, un cereal duro no identificado, té y azúcar. Se revuelve todo hasta formar una especie de almojábana o masa moldeable, se le da forma y –¡oh, sorpresa!– en lugar de meterlo al horno para cocinarlo como un bizcocho, te lo comes tal cual.

La dama mejoró mucho en distancias cortas: simpática, excelente conversadora, inteligente y extrovertida. Nos contó interesantes detalles sobre la cocina local y sobre los “desacuerdos” de Kioto, y nos hizo un panegírico de aquel plato que nos vimos obligados a deglutir por elemental cortesía.

Las conferencias son un castigo de Dios. El único momento emocionante es cuando el orador dice: “No quiero abusar de su paciencia y me apresuro a terminar”.

Como ahora mismo.


IMÁGENES: Arriba, la oradora. Centro, una plaza en el centro de Ulan Bator. Abajo, tsampa, una de las presentaciones del plato porque hay muchas recetas y variantes, como la paella.

sábado, 9 de mayo de 2015

El idioma que nos une

En los lejanos años de concordia con esta tierra del antiguo Reino de Aragón, se colaron en mis oídos ciertos vocablos de la desenfadada plática local que no había escuchado jamás en mis lares del norte. Pronto, y a veces sobre mis propias carnes, aprendí el significado de verbos como esbarizar, esbarar, enlardar, empentar… o nombres como bisalto, cadiera, farfalloso o capoladora, cuyo significado se pierde en alguna oscura acepción entre las páginas del diccionario de la RAE. Pero ahí están, enriqueciendo y dando un temperamento, un aroma único, a nuestro idioma irrepetible.

Español 1

Recuerdo una frase que se decía –y se dice aun, creo–, con cierta desazón, cuando alguien demoraba en tomar una decisión importante o se retrasaba en elegir algo entre varias opciones o se entretenía demasiado en finalizar algún trabajo: “nos va a cantar el lucano”, se advertía al implicado. Durante años no supe quién coño era el tal lucano. El diccionario lo define como el gentilicio de los habitantes de Lucania, una provincia de la Italia antigua, sin ninguna conjetura aparente, al menos para mí, sobre cómo relacionarlos con el hecho o no de que pudieran cantar.

Una tarde de verano, alguien próximo me sacó de la confusión, explicándome que el dichoso lucano no es más que un pájaro sin voz, que no canta pero que, dándole el tiempo suficiente y necesario, se podría suponer que llegaría a hacerlo.

Así estaban las cosas cuando mi mujer me esclarece que nada de pájaro, que Lucano fue un poeta romano nacido en Córdoba, de cuya considerable obra ha llegado hasta nosotros su epopeya Farsalia sobre la guerra civil entre César y Pompeyo. Interesante aclaración obtenida por mi dama de El pasado que te espera, de Irene Vallejo, regalo de mi parte por el reciente Día Internacional del Idioma Español y Día del Libro, que nos llegó este año empapado de lluvias primaverales.

español 3Con todos estos y otros materiales hemos ido conformando, a grandes trazos y no sin tropiezos, un idioma que es como la identidad de nuestros pueblos, de donde salió esta lengua que incluye palabras como barranco, aquelarre, izquierdo… que se usaban en la península Ibérica mucho antes de la llegada de los romanos y que han perdurado hasta nuestros días.

Libro, pupilo, demente, amargo, amar y dormir son vocablos de estirpe latina. Los romanos impusieron el latín, la lengua del Lacio, como idioma común alrededor del Mediterráneo, desde Moldavia hasta la Lusitania y desde la Britania hasta el norte de África.

De origen heleno, disponemos de seudónimo, teoría, pedagógico, ateo… que tomaron los romanos de su más preciada conquista, Grecia, y los llevaron al resto de su imperio.

español 2Alquimia, aritmética, álgebra, algoritmo, ajedrez… un léxico que atestigua la cultura de la que fueron portadores los árabes al llegar a la España del siglo VII. Del árabe derivan igualmente voces como ojalá, algodón, albañil, azul, almohada, almojábana

De raíces americanas, Bogotá [1] y cuna (chibcha), bohío (antillano), canoa, barbacoa y huracán (taíno), caucho, cóndor y cancha (quechua), coyote, aguacate y guacamole (náhuatl), ñandú, ananá y yacaré (guaraní) han enriquecido nuestro idioma común a partir de 1492.

Ahora lo hace con fuerza y prodigalidad el inglés, de donde vienen multitud de términos ya incluidos en el diccionario, como bloguero, baipás, bluyín, nocaut…, y hacen cola para entrar muchos más: ciclocrós, selfi, wasap

Concluyo con un pensamiento del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante [2]: “El español es demasiado importante para dejarlo en manos de los españoles".

¡Mejor en manos de todos, compañero!


IMÁGENES: Arriba, lema de la RAE. Centro, viñeta del día del idioma español. Abajo, mapa esquemático de la distribución de las principales lenguas indígenas en América Latina.

[1] El nombre Bogotá tiene origen en la palabra chibcha “Bacatá”, nombre de la capital de la confederación del Zipa en la antigua civilización muisca, la cual significa "cercado fuera de la labranza"

[2] Tras la llegada al poder de Fidel Castro en 1959, Cabrera Infante, que había apoyado la Revolución cubana, fue nombrado director del Consejo Nacional de Cultura, ejecutivo del Instituto del Cine y subdirector del diario Revolución (actual Granma). Sin embargo, sus relaciones con el régimen se deterioraron pronto, debido a un corto que rodaron a finales de 1960.

NOTA: Algunos datos sobre palabras procedentes de determinados idiomas han sido tomados de “El origen de las palabras en el idioma español (für die Studenten des Niveau A1.1)” y del artículo de Fernando Ávila “A propósito del Día del Idioma: historia del español en 450 palabras”.