sábado, 28 de febrero de 2015

Recuerdos

Mencionar en una entrada de blog a todos mis amigos
del mundo mundial, es una tarea imposible.
Los que faltan están en mi corazón.

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Amanece en Hoedspruit, Sudáfrica. Paul y su esposa Jenny, felices propietarios del Blue Cottage, cerca del Kruger National Park, saludan al nuevo día mientras extienden generosas raciones de mantequilla sobre unas rodajas de pan recién tostado. Huele a café. Bueno, a ricoffy, esa porquería con achicoria que toman los sudafricanos. Paul pregunta: “¿Qué habrá sido de FG?”. “Ah, sí, el español aquél que vino para lo de la calidad… ¡Qué majo! Qué buen apetito tenía, todo le parecía buenísimo…”, concluye Jenny.

En Nueva York, Ruth y Giselle están terminando de cenar una pizza margarita en un elegante local del Greenwich Village. Giselle dice: “Hace unos días crucé un par de correos con FG”. “¿Y qué cuenta? –quiere saber Ruth– ¿va a venir a vernos?...” “No por ahora –responde Giselle–. Está muy feliz en su casa del Pirineo. Tendría que haber ido a Mongolia, pero dice que hay que esperar a que mejore el tiempo por allá”.

Al primer frescor del anochecer, Paco y Jorge toman un par de Brahmas en la terraza de La Chopería del Puerto, en Asunción. “¿Por dónde andará Félix? –se pregunta Paco–. Hace más de un año que no viene por acá”. Jorge responde: “Seguro que no se ha olvidado de nosotros ni de la caña paraguaya. Sobrevivirá, esté donde esté. Ciudadano universal”.

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A veintitantos bajo cero, en Almaty, Kazajstán, dos bellezas tan ciertas como que nieva en invierno, Lena y Aigul –pasmo de los ojos y admiración entusiasta del espíritu–, directora y jefa de recepción respectivamente del hotel Tien Shan, lamentan la ausencia del huésped español que les llevaba flores frescas los días de mercado: “¿Crees que volverá?”… –duda Aigul–. “¿Por qué no? ¡La vida tiene tantos caminos!”, confiesa Lena.

En la reserva de Makalali, un joven guepardo al que bautizaron Manlik, –que en afrikáans significa “macho”- no acaba de comprender por qué desapareció de pronto aquel humano que le obsequiaba con dos galletitas oreo cada mañana. “La próxima vez no consentiré que se vaya”, certifica el bicho.

El chef del restaurante Paradise Garden, en Dhaka, Bangladesh, siempre que cocina los enormes camarones del país, recuerda al español que le enseñó a hacerlos a la plancha, abiertos a lo largo, un poco de aceite de oliva y sal rosa del Himalaya como ingrediente gourmet que nunca hubiera imaginado. “Sí; aquel tipo sabía de lo que hablábamos”, piensa aun.

borschEs mediodía y hace un solecito muy agradable en Moscú. A esa hora, Misha, el responsable del laboratorio nacional de referencia de nafta y gas se dirige al cercano restaurante de siempre. Echa de menos la compañía del experto que envió la UE para el proyecto de acreditación. Le llamaban FG y puso todo su empeño en leer, hablar y entender ruso enseguida. Mientras tanto, aprendió rápido una parte importante de las costumbres del país: echarse dos tragos de vodka entre pecho y espalda antes de almorzar borsch y golubtsi o empanada de repollo. ¡Ah! Y a cantar “las noches de Moscú” en ruso con un acento genial.

En Guatemala, mi amigo Ramón me recuerda siempre como el master qualitatis con quien batalló codo con codo, en el mismo bando, en la República Dominicana y en Paraguay. Aprendí muchas cosas de él, pozo de conocimientos: de la vida, de letras, de cocina… ¡Todo un especialista!

Anclado en cualquier rincón del planeta, sentado en la escollera, frente al mar, o en cuclillas viendo pasar el río de la vida, cada vez que alguien me recuerda, me pita el oído izquierdo y se me eriza la piel. Me siento el hombre más feliz del mundo. Es una sensación que hay que vivir para entenderla: cerrar los ojos, evocar situaciones agradables y lugares pasados. Un cielo estrellado…

Son los amigos que no se olvidan.


IMÁGENES: Arriba, cabaña-habitación en el Blue Cottage de Hoedspruit. Centro, Lena y Aigul vestidas para una fiesta en la embajada de Japón. Abajo, cuenco de borsch, sopa de remolacha y crema agria muy popular en casi todas las repúblicas de la extinta Unión Soviética.

Para acceder en internet a los lugares citados en el texto, pulsar sobre cada uno de ellos:

Blue Cottage, Hoedspruit, Sudáfrica.
La Chopería del Puerto, Asunción, Paraguay.
Hotel Tien Shan, Almaty, Kazajstán.
Manlik, Makalali, Sudáfrica.
Paradise Garden Hotel, Dhaka, Bangladesh.

sábado, 14 de febrero de 2015

Escocia: historias de tierras altas

Nessie, elusiva criatura legendaria, no quiso aparecer esta mañana. Nos fuimos del lago sin ver al renuente monstruo, empeñado en no dar señales de vida desde hace varios años. Se trata, quizá, del "misterio" más difundido de la criptozoología [1] moderna, aunque la mayoría de los científicos y expertos afirman que las pruebas que apoyan su existencia no son convincentes, considerándolas fraudes o identificaciones erróneas de criaturas reales.

La serie de televisión Los Simpson dedica un episodio al monstruo del lago Ness, en el cual Míster Burns envía a Homer, a Willy y al profesor Frink a Escocia para capturar la criatura. Después de un intento fallido, Míster Burns ordena drenar el lago. Encuentran a Nessie y lo llevan a Springfield, donde le proporcionan trabajo de crupier en el casino local… con el consiguiente cabreo de los escoceses.

Nessie 1Regresamos a Edimburgo dispuestos a ahogar nuestro desencuentro en los deliciosos caldos locales llamados whiskies de malta que sirven por allá. En el Maggie Dickson, por ejemplo, un histórico pub frente a nuestro Apex Hotel y justo al otro lado del Grassmarket, la plaza donde la gente se lo pasaba en grande, allá por el siglo XVIII, insultando y escupiendo al ejecutado el día que había ahorcamientos.

Maggie Dickson fue una chica de Edimburgo a quien casaron con un pescador de mejillones que, poco después, la abandonó. En aquella sociedad machista estaba muy mal visto que un hombre dejara plantada a su esposa y, para no soportar la burla de sus vecinos, la joven decidió viajar a un pueblecito del sur donde no la conociera nadie, con ánimo de comenzar una nueva vida. Sin embargo, la mala suerte hizo que se quedase embarazada del hijo de los dueños de la pensión en la que había encontrado trabajo. Fueron muchos y muy ingeniosos los recursos que tuvo que emplear para ocultar su estado pero, cuando llegó la hora, el bebé nació muerto.

Maggie decidió deshacerse de la criatura, sin dar a conocer su existencia ni mucho menos su muerte. Con esta idea, marchó hacia el río con la intención de hacerlo desaparecer en sus aguas pero, una vez allí, se sintió incapaz –madre al fin– de arrojar a su hijo a la corriente y se puso a llorar, desconsolada, por todas las desgracias que le estaban ocurriendo. Unas voces alertaron a Maggie de que unos hombres la habían visto y corrían hacia ella.

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Trató de huir, pero fue capturada sin dificultad, juzgada y condenada… por ocultación de embarazo. Unos días después se procedió a ejecutar la sentencia. Como era costumbre, le concedieron su última voluntad –unas copitas de whiski– y minutos más tarde fue ahorcada a la vista de todo Edimburgo. Sin embargo, durante el traslado para sepultar su cuerpo y dar por concluido el acto, comenzaron a oírse golpes y voces procedentes del ataúd. La gente estaba desconcertada, ¿sería posible? Tras abrir el féretro, allí estaba Maggie, más viva que nunca.

El pueblo no salía de su asombro. Las risas y comentarios, el whiski y la cerveza, corrían por doquier. Verían dos ejecuciones el mismo día: la pobre Maggie iba a ser ahorcada por segunda vez. De pronto, una potente voz llamó la atención de los espectadores: “Por voluntad divina, esta mujer no ha muerto al ser ahorcada. No es justo volver a juzgarla por un delito por el que ya ha sido ajusticiada”. Con una copita de más en el cuerpo y casi sin poder dar crédito a lo que estaba ocurriendo, Maggie bajó de la tarima y dio gracias a Dios por haberle salvado la vida. A partir de ese día, le otorgaron el nombre de “Maggie la medio ahorcada”.

Dicen que sobrevivió porque conocía al cordelero que suministraba las sogas, con quien se casó poco después. La cuestión es que su historia [2] se recuerda y es homenajeada en el pub que lleva su nombre, ubicado justo en la casa donde vivió el resto de sus días.


IMÁGENES: Arriba, chapa de Nessie, el monstruo del lago Ness. Abajo, Maggie Dickson’s Pub, en Grassmarket, Edimburgo.

[1] La “criptozoología” es una pseudociencia que se ocupa de la búsqueda de animales cuya existencia no ha sido probada.
[2] La historia completa y detallada de Maggie Dickson se incluye en el libro “
Ghostly Tales and Sinister Stories of Old Edinburgh”, Mainstream Publishing, Edimburgo, 2014.