Mencionar en una entrada de blog a todos mis amigos
del mundo mundial, es una tarea imposible.
Los que faltan están en mi corazón.
Amanece en Hoedspruit, Sudáfrica. Paul y su esposa Jenny, felices propietarios del Blue Cottage, cerca del Kruger National Park, saludan al nuevo día mientras extienden generosas raciones de mantequilla sobre unas rodajas de pan recién tostado. Huele a café. Bueno, a ricoffy, esa porquería con achicoria que toman los sudafricanos. Paul pregunta: “¿Qué habrá sido de FG?”. “Ah, sí, el español aquél que vino para lo de la calidad… ¡Qué majo! Qué buen apetito tenía, todo le parecía buenísimo…”, concluye Jenny.
En Nueva York, Ruth y Giselle están terminando de cenar una pizza margarita en un elegante local del Greenwich Village. Giselle dice: “Hace unos días crucé un par de correos con FG”. “¿Y qué cuenta? –quiere saber Ruth– ¿va a venir a vernos?...” “No por ahora –responde Giselle–. Está muy feliz en su casa del Pirineo. Tendría que haber ido a Mongolia, pero dice que hay que esperar a que mejore el tiempo por allá”.
Al primer frescor del anochecer, Paco y Jorge toman un par de Brahmas en la terraza de La Chopería del Puerto, en Asunción. “¿Por dónde andará Félix? –se pregunta Paco–. Hace más de un año que no viene por acá”. Jorge responde: “Seguro que no se ha olvidado de nosotros ni de la caña paraguaya. Sobrevivirá, esté donde esté. Ciudadano universal”.
A veintitantos bajo cero, en Almaty, Kazajstán, dos bellezas tan ciertas como que nieva en invierno, Lena y Aigul –pasmo de los ojos y admiración entusiasta del espíritu–, directora y jefa de recepción respectivamente del hotel Tien Shan, lamentan la ausencia del huésped español que les llevaba flores frescas los días de mercado: “¿Crees que volverá?”… –duda Aigul–. “¿Por qué no? ¡La vida tiene tantos caminos!”, confiesa Lena.
En la reserva de Makalali, un joven guepardo al que bautizaron Manlik, –que en afrikáans significa “macho”- no acaba de comprender por qué desapareció de pronto aquel humano que le obsequiaba con dos galletitas oreo cada mañana. “La próxima vez no consentiré que se vaya”, certifica el bicho.
El chef del restaurante Paradise Garden, en Dhaka, Bangladesh, siempre que cocina los enormes camarones del país, recuerda al español que le enseñó a hacerlos a la plancha, abiertos a lo largo, un poco de aceite de oliva y sal rosa del Himalaya como ingrediente gourmet que nunca hubiera imaginado. “Sí; aquel tipo sabía de lo que hablábamos”, piensa aun.
Es mediodía y hace un solecito muy agradable en Moscú. A esa hora, Misha, el responsable del laboratorio nacional de referencia de nafta y gas se dirige al cercano restaurante de siempre. Echa de menos la compañía del experto que envió la UE para el proyecto de acreditación. Le llamaban FG y puso todo su empeño en leer, hablar y entender ruso enseguida. Mientras tanto, aprendió rápido una parte importante de las costumbres del país: echarse dos tragos de vodka entre pecho y espalda antes de almorzar borsch y golubtsi o empanada de repollo. ¡Ah! Y a cantar “las noches de Moscú” en ruso con un acento genial.
En Guatemala, mi amigo Ramón me recuerda siempre como el master qualitatis con quien batalló codo con codo, en el mismo bando, en la República Dominicana y en Paraguay. Aprendí muchas cosas de él, pozo de conocimientos: de la vida, de letras, de cocina… ¡Todo un especialista!
Anclado en cualquier rincón del planeta, sentado en la escollera, frente al mar, o en cuclillas viendo pasar el río de la vida, cada vez que alguien me recuerda, me pita el oído izquierdo y se me eriza la piel. Me siento el hombre más feliz del mundo. Es una sensación que hay que vivir para entenderla: cerrar los ojos, evocar situaciones agradables y lugares pasados. Un cielo estrellado…
Son los amigos que no se olvidan.
IMÁGENES: Arriba, cabaña-habitación en el Blue Cottage de Hoedspruit. Centro, Lena y Aigul vestidas para una fiesta en la embajada de Japón. Abajo, cuenco de borsch, sopa de remolacha y crema agria muy popular en casi todas las repúblicas de la extinta Unión Soviética.
Para acceder en internet a los lugares citados en el texto, pulsar sobre cada uno de ellos:
Blue Cottage, Hoedspruit, Sudáfrica.
La Chopería del Puerto, Asunción, Paraguay.
Hotel Tien Shan, Almaty, Kazajstán.
Manlik, Makalali, Sudáfrica.
Paradise Garden Hotel, Dhaka, Bangladesh.