sábado, 23 de diciembre de 2017

El abeto (Cuento de Navidad)

El valle del río Aragón, el que dio nombre al reino en 1035, está jalonado de abetos grandes y pequeños, jóvenes y mayores, que dan sombra y protección a los peregrinos que vienen de Francia por el Camino de Santiago. A mediodía de un solecito invernal, me senté apoyado contra el tronco del que me pareció el más alto de todos quien, parlanchín, me contó una parte muy notable de su vida.

abetos 2Comenzó diciéndome que, hace ya algunos años, fue un árbol joven y algo canijo, rodeado de otros mayores que le parecían grandes como montañas y que apenas le dejaban disfrutar del sol y le impedían reflejarse en el río. Se estiraba, retorcía sus ramas hacia lo alto y suplicaba a los mayores que se apartaran un poco, pero no le hacían ningún caso. En estas condiciones pasó varias primaveras, veranos y otoños hasta que un invierno más duro de lo habitual él y todos los demás abetos quedaron medio adormilados bajo una fría y espesa manta blanca de nieve.

Me contó que una tarde de aquel invierno despertó horrorizado cuando percibió que alguien le estaba sacudiendo con fuerza. Notó con mucho susto que lo arrancaban del suelo y, después de colocarlo en una maceta, lo llevaron a una casa muy muy bonita, donde enseguida le regaron unos niños que parecían muy contentos de estar allí con él.

abeto 1No sabía lo que pasaba, pero, poco a poco, se fue tranquilizando. Toda la familia se le acercaba con cajas llenas de cosas brillantes y cachivaches muy bonitos que le fueron poniendo sobre sus ramas. No entendía nada. Solo veía bolas, lucecitas, calcetines multicolores y cintas y estrellas y arañitas brillantes que le hacían cosquillas mientras las colgaban.

Cuando apagaron las luces, el abeto pudo verse reflejado en la ventana del salón y se quedó asombrado y encantado con su imagen: fulguraba y resplandecía lleno de luz y de colores. Nunca se había visto tan apuesto como entonces y, al parecer, todos en torno a él opinaban lo mismo porque le aplaudían y reían satisfechos. No en vano era la primera vez que se ponía un abeto por Navidad en aquella casa. Disfrutó muchísimo los días que estuvo allí, junto a la chimenea, rodeado de regalos y viendo tan feliz a la familia entera que le rodeaba.

Le hubiera gustado quedarse para siempre, pero al acabar la Navidad le despojaron de todos los adornos y lo sacaron de la maceta. Nuestro amigo se llevó un susto morrocotudo. ¿Qué iban a hacer con él ahora que la Navidad había terminado? Por segunda vez en su vida hizo un viaje en automóvil y, tras mucho, muchísimo rato, llegaron a un bosque lleno de abetos como él, ni demasiado grandes ni demasiado pequeños.

abeto 3

La familia con la que había pasado aquella su primera Navidad, le buscó un lugar estupendo, con una vista preciosa y, lo mejor de todo, con muchísimo sol, y allí lo plantaron de nuevo. El árbol, recibiendo toda la luz que necesitaba, creció y creció hasta convertirse en el gigantesco abeto con el que yo pasé un buen rato charlando. Me contó emocionado que aquella familia sigue visitándole cada Navidad y que a él le encanta verlos a todos a su alrededor, especialmente cuando los niños —ahora ya creciditos— lo abrazan y acarician su tronco con tanto cariño.

Me aseguró emocionado que nunca olvidará aquellos días y que, cuando supo que celebraban el nacimiento del Niño Jesús, le pareció que lo mejor de todo fue el inmenso regalo del amor y de la amistad entre los hombres.

Antes de irme abracé su tronco y le prometí que volvería a visitarle la próxima Navidad.


IMÁGENES: Creo que las de hoy no necesitan ningún comentario.

Existen varias posibilidades para disponer de un abeto con el que decorar nuestra Navidad:  (i) extraerlo con un buen cepellón de tierra para poderlo replantar pasadas las fiestas, aunque en algunas comunidades pudiera estar prohibido, (ii) comprar un abeto cultivado en maceta y que se pueda mantener todo el año como planta de interior o exterior, y (iii) la mejor de todas: comprar un árbol artificial.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Engreídos e ignorantes

Cuando uno hojea un periódico o una revista, los asuntos de interés son siempre muy parecidos: política, economía, sexo, accidentes, el tiempo, una novedad… Los mismos temas repetidos una y otra vez, porque la naturaleza humana no cambia de modo sustancial.

Sin embargo, la ciencia sí lo hace, aportando innovaciones, una tras otra, que alteran el mundo y nuestras vidas de manera irreversible. Lo dijo Steward Brand [1] y es una reflexión muy del gusto de los periodistas científicos: “La ciencia es la única noticia. El resto son sucesos, anécdotas y cotilleos”

big_bang-350x236Hace bien poco vivimos uno de esos raros días en los que una noticia científica se cuela en las primeras páginas de los periódicos y en los informativos de la tele. Seguramente, ya habrán oído hablar de ello: va sobre el big bang y el origen del universo. Poco más entendería el lector medio, casi siempre ajeno a estas cuestiones. Empujados por la singular importancia del suceso, los tertulianos se vieron obligados a comentarlo en los medios, y la mayoría no supo ni por dónde empezar. Lastimoso.

El descubrimiento es, efectivamente, de excepcional relevancia: hemos visto la primera “foto” de la onda expansiva del big bang 13 800 millones de años después. Pero es extremadamente difícil de comprender cómo ha sido posible hacerlo porque, para empezar, se necesita cierta formación previa, que los medios ofrezcan información rigurosa y simple, y que los lectores empleen tiempo y esfuerzo para entenderla. En este país —y en otros muchos— carecemos de las tres cosas.

bigbang 2Los tertulianos de la radio pública se mofaban de no haber comprendido ni una palabra de lo que decía el físico que, unos minutos antes, había intentado explicar el hallazgo. “¿Alguien ha entendido algo? Mejor hablamos de otra cosa”, reían. El problema de este país no es la ignorancia ni la falta de cultura científica, que también: lo grave es que hagamos alarde de ambas carencias. No conozco a ningún científico que se jacte de no haber visitado nunca un museo o de no haber leído a Cervantes o escuchado a Mozart, pongo por caso. Pero es alarmante la cantidad de gente que, cuando se habla de ciencia, responde “no entiendo nada de eso ni me interesan esas cosas” y aún más alarmante que esa lamentable reacción esté socialmente aceptada a casi todos los niveles.

Porque una sociedad mal informada sobre política o economía no puede ser libre, pero una sociedad no informada en absoluto sobre ciencia será esclava de avances que no podrá valorar ni comprender. Como decía Carl Sagan [2], “el drama de las sociedades modernas es que son exquisitamente dependientes de la ciencia y la tecnología, pero nadie tiene nociones aceptables —ni puñetera idea, añado por mi cuenta— de la una ni de la otra”.

bigbang 3Aunque nos cueste creerlo, casi 83 millones de habitantes americanos desconocen que la tierra gira alrededor del Sol. Un descubrimiento propuesto por el astrónomo griego Aristarco de Samos [3] en el siglo III a.C. aunque, por entonces, tampoco se le prestó ninguna atención [4].

No terminaré sin dejar constancia de una lamentable anécdota reciente. Durante una reunión para verificar cuántas personas asistiríamos a una cena corporativa que se estaba organizando para celebrar la Navidad, la encargada del asunto preguntó cuántos sumaban los 14 que ya llevaba anotados, más los 7 nuevos comensales. Mientras pensaba yo si la cosa iba de broma o la pregunta era cierta, la señora dijo textualmente: “Perdonen, es que soy de letras puras”. ¡Increíble!

“La ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de todo progreso. La ciencia no sabe de países, porque el conocimiento le pertenece a la humanidad y es la antorcha que ilumina el mundo.” (Louis Pasteur [5])

Por eso, a veces, hay que ponerle una vela al diablo —de la ciencia—, siquiera para que haya algo de luz.


IMÁGENES: Arriba, el big bang. Centro, Aristarco de Samos. Abajo, el universo geocéntrico, con la Tierra en el centro del sistema.

[1] Steward Brand (1938): Autor, editor y creador norteamericano de las publicaciones Whole Earth Catalog y CoEvolution Quarterly, así como fundador de la comunidad virtual Well.

[2] Carl Sagan (1934-1996): Astrónomo, astrofísico, cosmólogo, escritor y divulgador científico estadounidense.

[3] Aristarco de Samos (c. 310-c. 230 a.C.): Astrónomo y matemático griego. Él fue la primera persona conocida que propuso el modelo heliocéntrico del Sistema Solar, colocando el Sol, y no la Tierra, en el centro del universo conocido.​

[4] La Encyclopaedia Britannica explica: “In the 16th century Aristarchus was an inspiration for Polish astronomer Nicolaus Copernicus's work. In his manuscript of Six Books Concerning the Revolutions of the Heavenly Orbs (1543), Copernicus cited Aristarchus as an ancient authority who had espoused the motion of Earth. However, Copernicus later crossed out this reference, and Aristarchus's theory was not mentioned in the published book.”

[5] Louis Pasteur (1822-1895): Químico y bacteriólogo francés, cuyos descubrimientos tuvieron enorme importancia en diversos campos de la ciencia, sobre todo en la química y microbiología. A él se debe la técnica conocida como pasteurización.