sábado, 26 de octubre de 2013

Fruiciones y fogones

Sostiene mi amigo Ramón, en su libro De la comida y otras sensualidades, que las cosas más importantes de la vida ocurren de la cintura para abajo y que el sexo es lo mejor que nos puede pasar. Sin embargo, asegura que la segunda mejor ocurrencia es la comida. Pocos dudarán de ello: el sexo, aunque no alimenta, es tan importante como el puchero pero –digo yo–, la pasión más sincera, la atracción más irresistible, es la que se desata frente a una buena mesa y unos amigos. Sin que falte una botella, porque donde no hay vino no puede haber aprecio sincero.

Cocina Libro Ramón

Reconozco que el libro me ha enseñado por igual de cocina que de sexo. Ni de lo uno ni de lo otro tiene desperdicio. De lo uno, sobre todo, si se siguen las pormenorizadas recomendaciones que nos propone para consolidar unas croquetas a base de restos de cualquier cosa comestible y su justificación socioeconómica y cultural.

En cuanto a lo otro, una buena comida bien regada predispone, según el autor, a una alocada interpretación creativa del sexo, ese impulso primario –añado por mi cuenta– que registra el funcionamiento del engranaje universal, que algunos practican cuando tienen ganas y la mayoría cuando tenemos con quién.

Conseguir emparentar cocina y sexo con la originalidad que luce el libro de Ramón debe ser una tarea tan ardua y difícil como su aliño con otras sensualidades menos epicúreas como, por ejemplo, la religión y la política, advertida la penuria de textos afines a estas sensaciones. “Haberlos haylos, empero”, asegura mi mujer.

La cocina del neolítico religioso del Paraguay aporta una receta de caldo avá [1] que, modernizado, puede reconstituir al más enajenado por el alcohol y alentar fogosamente a los amantes, según dicen. El original solo varía en sus componentes: los indios la consumían con sus enemigos dentro. Los guaraníes eran antropófagos y el sacrificio de los adversarios era de carácter ritual. A los prisioneros se les trataba bien, se les proporcionaba una mujer y mucha comida para engordarlos, y podía pasar más de un año antes de darles matarile.

Después se despedazaba y cocinaba el cuerpo como un estofado de carne aderezado con patatas, pimientos, tomates y hierbas aromáticas, y se repartían los trozos. Cuando no alcanzaba para todos se hacía hervir un buen pedazo y se distribuía el caldo. Fueron los jesuitas los encargados de cambiarles el gusto, cansados de ir a parar dentro de la olla con excesiva frecuencia.

Cocina Sec FemEn política, la Sección Femenina del denostado régimen de Franco –aquel que nos empujó a ser el quinto país industrializado del mundo– publicó un Manual de cocina del que llegaron a distribuirse casi una treintena de ediciones. Contenía –contiene– más de 800 recetas de todo tipo. El libro se escribió bajo dos principios: que los ingredientes resultasen baratos y que las recetas fueran de preparación sencilla pero de calidad. Han pasado los años y han cambiado los tiempos. Sin embargo, este recetario no ha perdido vigencia y hoy en día es considerado como la Biblia de la cocina popular española.

En la Cuba de Fidel Castro, el Estado trató de politizar la cocina en las navidades del Año de la Liberación, publicando unas Recetas cubanas orientadas (sic) a que las habaneras aprendan a hacer el clásico “pastelón camagüeyano”, las camagüeyanas preparen el “bocado habanero” y las orientales se acostumbren a servir la “salsa de perro” de nuestros pescadores, con lo que el pueblo cubano habrá adelantado un paso más en su integración. Destaco un plato denominado “el cura se desmayó” [2], que me he prometido cocinar algún día solo para mis amigos más íntimos.

Que quien rosas da de comer al burro, cobrará con un rebuzno.


IMÁGENES: Portadas de dos de los libros citados.

[1] En el idioma guaraní “avá” significa “hombre” por lo que podíamos estar hablando, en el original, de un delicioso “estofado de hombre”. La receta moderna y su historia completa se muestran pulsando aquí.
[2] Lo más curioso de “el cura se desmayó” es, sin duda, su nombre porque, en realidad, se trata de un guiso de berenjenas rellenas, sin mucha ciencia. Se puede acceder a la receta desde
este enlace.

8 comentarios:

Ramon Tejeiro dijo...

Esta entrada tuya, magister, no la puedo comentar desapasinoadamente, pues como autor del primer libro que glosas soy parte. Lo que si debo hacer es confesar que desde mi más tierna infancia, el libro de la Sección Femenina ha estado a mi alrededor. Primero, por que mi madre cocinaba con él cuando yo tenía apenas la estatura para llegar a la mesa donde ella se trabajaba las delicias que luego nos zampábamos los demás sin pararnos a valorar tofdos sus matices. Luego, como acompañante: El primer libro de cocina de la Sección Femenina que fue mío me lo regaló precisamente mi madre cuando Teresa y yo nos fuimos a vivir juntos... así que coinicido contigo, Félix, en que el principio de muchas cosas está ese libro, que todavía se sigue impimiendo, no sé si con alguna actualización, aunque sospecho que no le hace ninguna falta.
Un abrazo.
Ramón

Álvaro dijo...

Yo he hecho lo mismo. Es más no estoy en ningún "social network" como twitter, linkedin, etc. Hace como seis meses unos especialistas de la Universidad de Campinas me lo recomendaron, y adopté el procedimiento. Como tú dices, es demasiado; y además aumenta mucho la probabilidad de que entren en tu correos u computadoras.
Los últimos dos años, mientras tú ibas a África del Sur yo hice varios viajes como consultor a Ruanda, tierra de las mil colinas y de los gorilas negros de montaña.
Un abrazo.

FG dijo...

El comentario de Álvaro se refiere al hecho de que me haya dado de baja en Facebook. Me alegra que alguien como él, con su categoría personal, moral y profesional, "avale" de alguna manera mi decisión. Mejor los correos y el Skype para tratar con quien uno quiere y de lo que uno quiere. Gracias, Álvaro.

Oscar dijo...

Les recomiendo la gran pelicula de Marco Ferreri: "La gran comilona", es muy emblematica y se muestra mucho lo que esta nota sugiere

Daniel V.D. dijo...

Me imagino que Ramón, después de la propagando que le has hecho, te homenajeará al menos poniéndole tu nombre a alguna receta que se invente no...?
Abrazos y ojala puedas venir por Guatemala, puesto que ya le había dicho a Ramón que por allá íbamos a llegarle los dos

Darío Castillo dijo...

Muchas gracias por el envío.
Estamos de acuerdo en todo menos en el hecho que el sexo no es un alimento. Es alimento para el alma y el cuerpo, cuando es una satisfacción mutua y completa entre la pareja.
Saludos, éxitos y buen inicio de semana.

Elías B. dijo...

Gracias Félix! Muy buena la entrada. La leí recién y me dio ganas de tomar un buen té con torta en esta tarde laboriosa de domingo con un día magnífico afuera luego de varios de lluvias.
Sigues trabajando en América Central?
Un abrazo,
Elías

Jorge Juan dijo...

Tambíen he podido leer hoy el que dedicas veladamente a Ramoncho. Personalmente, no sé que relación tiene la comida con el sexo. Aunque siga siendo más o menos cierto que al hombre se le engatusa por la comida, no creo que tenga algo que ver con levantarle la líbido. Es más, después de una suculenta o gran comilona, depende de que se trate, y siempre bien regada con vino o cerveza, depende también del tipo de comida, lo más normal es que siga una larga tertulia de sobremesa, un mus o una siesta para aliviar la pesadez de lo ingerido. Si se trata de una cena, podría darse el caso, pero con otros ingredientes o complementos posteriores a los que no quiero referirme, pero puedes intuir.

En cualquier caso, la comida no es, bajo mi humilde punto de vista, un gancho, lanzadera o como quieras definirlo para que el pajarito quiera cambiar de nido, pero como siempre hay rarezas, es posible que a algunos se les desenrosque la boa que tienen dentro con ganas de visitar el gallinero donde armar la de San Quintín.

Un abrazo