sábado, 12 de octubre de 2013

Argentinos

Mis amigos y colegas argentinos nada tienen que ver
con los patrones a los que se hace referencia
en esta entrada. ¡Faltaría más!

“Comprometidos con su tierra, casados con sus problemas y divorciados de sus riquezas”. Así los definió Inodoro Pereyra –inmortal personaje de ficción del inolvidable negro Fontanarrosa– y se quedó corto. “A veces la picardía crioya es solo desesperación”, decretó el gaucho.

Fenómeno individual, desastre colectivo. Hasta donde uno recuerda, Argentina siempre ha sido un país en crisis en el que porfiadamente se repiten las mismas historias. Tierra donde, inexorable y fatalmente, lo que toca es hacer la maleta y salir corriendo. De ahí que, como resultado de todo lo anterior, haya por el mundo tanto psicólogo che, cansino contador de viejas y siempre repetidas milongas.

Argentina es un poco de italianos que la definen, otro poco de gallegos oligarcas, y el resto inmigrantes posguerras europeos que sostienen la economía, indios que trabajan como chinos y chinos que avivan el comercio. Conocida mundialmente por ser el país donde nacieron el tango, Mafalda, Maradona y el Papa, es la primera potencia mundial en número de pedantes por metro cuadrado.

Quieren ser europeos, aunque viven en Sudamérica. Se sienten franceses, pero les gustaría ser alemanes. Son hijos o nietos de españoles e italianos exiliados y, como se sienten buenos europeos, odian a los ingleses y a los sudacas de color oscuro.

08 Café Tortoni

Alguien le pidió una vez al filósofo Julián Marías, muy conocedor del pueblo argentino y de sus costumbres, que hablara de los argentinos, desapasionado, con visión desde fuera del bosque y de todo entusiasmo. Esto es algo de lo que dijo:

Beben en la misma copa la alegría y las amarguras de su existencia. Toman en serio los chistes y de todo lo serio hacen bromas. Creen en la interpretación de los sueños, en Freud y en el horóscopo chino, todo a la vez: visitan al médico y al curandero al mismo tiempo.

Cuando los argentinos viajan, todo lo comparan con Buenos Aires. Ellos son “el pueblo elegido”... Elegido por ellos mismos, claro. En grupo son insoportables. Viven, como dijo Ortega y Gasset, en una “permanente disociación entre la imagen que tienen de sí mismos y la realidad”.

De mi experiencia en el trato con ellos deduzco que Julián Marías tiene razón, aun admitiendo pobladas excepciones fuera de norma. Acá, en este Paraguay florido de primaveras desde donde escribo hoy, el argentino es repudiado y envidiado según y cómo. Los llaman kurepas, del guaraní curepí, “cuero de chancho" –cerdo o gorrino, en el español de España–. La cosa creo que viene desde la guerra del Chaco (1932-1935) o de la Triple Alianza (1865-1870) que unificó contra el Paraguay a Argentina, Brasil y Bolivia. Se cuenta que los soldados argentinos llevaban botas confeccionadas con cuero de cochino, cuyo color se asociaba con el de sus rostros tenuemente rosados.

tango-caminito-0166-3

Este último verano, en San Petersburgo, andaba yo haciendo cola para visitar el Hermitage. Detrás, un matrimonio argentino y su prole cuyo pater familias me preguntó no sé el qué, disculpándose por no entender ruso. Satisfecha su demanda, el kurepa se interesó por mi nacionalidad. “Español”, le dije. “¡Ah, sí!”, respondió entusiasmado. Y con la incontinencia verbal propia de estas gentes continuó: “Estuvimos en Sevilla hace una semana y nada más llegar visitamos la Torre del Oro. Mirá vos, le dije a mi esposa, esto hicieron con el oro que nos robaron”. [1]

No hay nada más peligroso que la estupidez congénita.


IMÁGENES: Arriba, Inodoro Pereyra, gaucho “macho” tan argentino como el dulce de leche o la birome, de mal genio y mucha picardía criolla, casado con su “china” Eulogia. Centro, Café Tortoni, el más representativo del espíritu tradicional de la Avenida de Mayo y una leyenda de la ciudad:

A pesar de la lluvia yo he salido
a tomar un café. Estoy sentado
bajo el toldo tirante y empapado
de este viejo Tortoni conocido.”

(Baldomero Fernández Moreno).

Abajo, tango en Caminito, un callejón museo y un pasaje tradicional, de gran valor cultural y turístico, ubicado en el barrio de La Boca de la Ciudad de Buenos Aires.

[1] El nombre en árabe de la Torre del Oro es Borg-al-Azajal, refiriéndose al revestimiento de azulejería dorada que destella al sol como el oro y se refleja en el río deslumbrando la vista.

5 comentarios:

Jorge Juan dijo...

Creí que tu blog iba de Zaragoza y no de los arhentinos. De todas formas, los has definido muy bien, pero más bien lo has hecho de los porteños que a esos sí que hay que darlos de comer aparte y tenerlos muy lejos por si acaso te transmiten alguna cosa mala. El resto son buena o muy buena gente. Me refiero a la gente de Mendoza, Rosario, Jujuy, Salta, etc...

Y yo que pensaba que ibas a hablarnos de Agustina de Aragón...

Abrazo

FG dijo...

Así es, Jorge. Tengo magníficos amigos y excelentes amigas que nada tienen que ver con lo escrito. Otro abrazo.

FG dijo...

Te prometo que el día menos pensado cuento lo de Agustina de Aragón. ¡Dos huevos, la señora!

Oscar dijo...

Los argentinos somos todos iguales seamos de cualquier region, sucede que al porteño, rosarino,o cordobes, (de la ciudad de Cordoba), se nos nota mas "cierta" pedanteria,prepotencia,aire de superioridad,etc. pero reitero, en las demas provincias es igual, solo que "se hacen los buenitos".
Saludos

Laura Santander dijo...

Buenisimo el artículo! como siempre es un placer leerte!.