sábado, 28 de septiembre de 2013

La Diosa del Arroz

Dedicado a mis amigos Manuel, Paco, Jorge y Ramón,
paellas de autor
en Areguá, Asunción y Guatemala.

Todo el mundo la conoce, pero muy pocos han tenido la oportunidad de degustar, fuera de España, una paella de verdad. Como hicieron con la cocina asiática, los británicos son expertos en ultrajar recetas milenarias adaptándolas al deplorable gusto de las islas. Una vuelta por los mercados callejeros o supermercados británicos es suficiente para darse cuenta de la popularidad de la paella española, a la que llaman payela en un alarde de ineptitud lingüística.

Paella 4El primer desatino anglosajón es suponer que todo plato español que se precie debe llevar chorizo y que, por tanto, se trata de un ingrediente que no puede faltar en la paella para merecer la aprobación de ladies and gentlemen. El embutido ni siquiera es español: una verdadera lástima con todos los “chorizos” [1] de todas las calañas que podríamos exportar. Segunda pifia: el componente más importante de la paella, el arroz, es lo de menos, sea integral, vaporizado, tailandés, largo, corto o glutinoso… Todo vale con tal de que se vea, eso sí, bien amarillo.

En un restaurante callejero de quita y pon, con las paelleras colocadas sobre un fuego vivo, los cocineros comienzan la preparación de la bazofia echando sobre el metal caliente diminutas gambas y barbados mejillones, como si quisieran hacerlos a la plancha. Enseguida, un condimento concentrado –una especie de cubitos Maggi–, agua fría y un inmenso cajón de arroz precocinado, amarillo a tope, contrastando con abundantes rodajas de color chorizo y otros ingredientes de imposible identificación que revuelven continuamente con dos grandes espumaderas, como si estuvieran elaborando un rancho militar [2]. Todo es congelado, excepto el agua.

paella10Al cabo de diez minutos, llega la gran herejía: por encima del arroz esparcen una más que generosa cantidad de cebolla cruda sin dejar de revolver con entusiasmo de cara al público admirador. Cinco minutos más tarde el arroz está listo. Asombroso, ¿verdad…? Sirven más de 500 raciones cada día a 4 libras la pequeña, 6 la mediana y 7,50 la grande.

Los despropósitos se suceden en la pérfida Albión. Me gustaría conocer al brillante cerebro marketiniano que ha tenido el valor necesario para comercializar un sándwich de paella con chorizo en los populares supermercados Tesco, bajo la vergonzante etiqueta de Spanish. Le ofrecería otra idea genial: un bocadillo de polvorones de Estepa. Con chorizo, of course.

La Diosa del Arroz debe estar enojadísima ante tanto disparate. O tal vez no, que a veces es difícil entender a los dioses. Una leyenda de los deang –minoría étnica china– cuenta cómo, en tiempos remotos, Buda y la Diosa del Arroz compitieron por demostrar su poder. En un momento en el que Buda hacía una fiesta religiosa, la diosa desapareció. La gente, sin arroz, perdió el gusto por la celebración y el propio Buda tuvo que salir en busca de la diva para que regresara.

Paella diosa

El cultivo de este cereal suele acompañarse de variadas ceremonias en honor de la mentada, rogando por una buena cosecha. Al borde del campo, y antes de que los hombres comiencen a arar la tierra, las mujeres cantan: "Oh, diosa, ven a proteger nuestros cultivos, no dejes que los animales los pisoteen". Durante la siembra, la gente sacrifica un pollo y un cerdo para celebrar en la plantación una comida ritual, y se cantan canciones de alabanza que los niños acompañan con címbalos y tambores para ahuyentar las tormentas. Mientras la trilla, el arroz nuevo se mezcla con el viejo y se le ofrece al buey, al perro y a la Diosa del Arroz, para agradecerles por haber protegido la tierra.

Dice mi mujer que si la Diosa supiera las atrocidades que se cometen con su arroz y nuestra paella, de algunas cities anglosajonas no quedaría piedra sobre piedra.


IMÁGENES: Arriba, paella callejera. Centro, ¡sándwich [3] de paella! Abajo, fragmento de la Diosa del Arroz, acrílico en papel, de autor desconocido.

Devi o Dewi Sri, la diosa del arroz maduro salió, según el mito, de una joya que había subido a la superficie de la tierra la serpiente de los infiernos Antaboga. Devi murió cuando se negó a casarse con el dios del cielo Batara Guru. Entonces su vulva parió las cosechas de arroz.

[1] El significado procede del caló, una lengua variante del romaní utilizada por el pueblo gitano. La acción de “robar” se escribe en caló “chorar”, al ladrón se le llama “choraro” y a la ladrona “chori”. Con el tiempo, la popularización de estas palabras y su utilización dentro del lenguaje coloquial entre la población “paya”, acabó transformándolas en “chorizo” o “choricear”, tal y como hoy las conocemos.
[2] Regla número uno del cocinado de una paella: el arroz no se remueve. ¿Por qué? Porque no queremos que suelte el almidón y se nos convierta en engrudo para juntar ladrillos o pegar carteles en las tapias.
[3] Al inglés John Montagu IV se le atribuye el invento del sándwich. Se cuenta que durante las negociaciones de la Paz de Aquisgrán su pasión por los juegos de naipes lo habría llevado a descuidar las comidas. Preocupados por ello, sus criados se las ingeniaron para prepararle alimentos que pudiera comer sin dejar de jugar a las cartas. Así pues, el conde se acostumbró a utilizar dos rebanadas de pan para evitar mancharse los dedos con el fiambre y las carnes frías que le servían para comer, lo que le permitía satisfacer su apetito sin dejar de jugar como un verdadero caballero británico.

8 comentarios:

Eugenio Mingo dijo...

Delicioso... el texto, que no ese maldito e incalificable sandwich de TESCO.

Un abrazo, amigo.

PD.: No me extraña que el sandwich sea "a Limited Edition", porque esa mier-- es imposible que sea coma mucha gente!!!

Ana E. dijo...

Yo creo que cada país debería de conformarse con cocinar aquello que su tierra e imaginación le da, sin meterse en líos de emular lo que se hace allende sus fronteras... La verdad es que, en este sentido, en España somos demasiado (como dirían los paraguayos) afortunados...

Elías B. dijo...

Como siempre me ha encantado su nota sobre la paella, ideal para un sábado a la mañana donde estoy dudando entre quedarme en Buenos Aires para ir al teatro debido al día nublado o apostar con optimismo a que salga el sol y tengamos un buen fin de semana en la casita de Capilla del Señor!
Me encanta la paella y debo confesarte, sin ánimo polemista, que en promedio he comido mejores paellas en Argentina que en España. Es probable que ello se haya debido a una combinación de diferencias de percepción de los sabores de nosotros respecto a los amigos de la Madre Patria (hoy un poco enemistados por culpa de nuestra yeg... Presidenta) y de mala elección de lugares para degustarla en España, pues el duro oficio de turista tiene como uno de sus problemas no conocer los lugares donde come (salvo Macdonald y algunos engendros de la globalización). Recuerdo muy bien mi mejor paella en Mendoza, en un fogón grande en la Bodega Trapiche: realmente inolvidable; tal vez el cocinero haya sido un español, o un chileno (los mendocinos son chiléfilos!) o por qué no algún gaucho de nuestras tierras con vocación ibérica. También recuerdo una muy buena en algún lugar de Andalucía, igual que otras pésimas en entradas de menús turísticos en Madrid.
Pero bueno, esto de la gastronomía cuando sale de su tierra de origen tiene estas cosas: es el destino del inventor que una vez que descubre su invento ya pierde el control sobre el mismo y mejor, como diría Borges, que se olvide de él, que lo bueno de terminar una obra y publicarla es que uno ya se deja de joder con cambios todo el tiempo. Mi idea es que hay que tener una cuota de tolerancia en este tema del devenir de los platos de origen en los caminos del mundo. También tenemos que confiar en que los de afuera terminan aprendiendo algunas cosas y hoy día te encontrás con buenas Pizzas en Sao Paulo (vieras lo que eran cuando yo tenía 18 años!), Chicago y hasta en Madrid! Así como, con un poco de celos, debo reconocer que me he comido un chuletón asturiano inolvidable en un pueblico también inolvidable, bajando de los Cerros de Europa en Asturias, luego de interesarme, y mucho, (como economista que ha trabajado en temas agrícolas), en los detalles de la ganadería de altura en los pastizales de las laderas de los mencionados Cerros.
Pero finalmente debo darte toda la razón: la comida en Inglaterra es normalmente inaguantable!. Algunos economistas lo atribuyen a la crisis de precios relativos que generó su ingreso en la Unión Europea que encareció la "comida tradicional inglesa", digamos el rosftbeef con Yorkshire pudding. En fin.
Un abrazo y felicitaciones por tu blog siempre tan interesante.

Maribel dijo...

"Hijo mio" como corren tus amigos para el comentario, eso me alegra , me deja siempre en mal lugar.
Prefiero una buena paella que una Diosa , lo que más me gusta son tus escritos, así me entero del nombre de la diosa del arroz , y muchas más cosas , un besito a toda la familia ,desde el EBRO.
gRACIAS gENEROSO.

Julián E. dijo...

La lectura de esta sábado me recuerda mis andanzas por Alicante, donde nos comimos unas excelentes paellas.

Sabes, una de mis hijas está casada con un chico español, mitad canario, mitad de Alicante; y viven en Santo Domingo. Con arroz bomba y buenos ingredientes, españoles por supuesto, hace unas paella y arroz negro, que quedan para chuparse los dedos.

Saludos a la doña, y si pasas por Santo Domingo, no dejes de contactarme.

Leónidas dijo...

Genial como siempre. Buena Jornada . Saludos cordiales.

Zori dijo...

¡Paella de chorizo! ¡Puajjj, qué asco!

Jorge Juan dijo...

Se me ha venido el alma más abajo de los pies, leyendo tus aventuras y las de otros con esas bazofias herejes y blasfemas, por no llamarlas de forma más bestia, pero no menos apropiada, paella.

Por lo menos siempre he tenido la suerte de juntarme con unos cuantos españoles tan emigrantes, nómadas o caracoles como tú y como yo, que siempre han atesorado la receta de paella de sus ancestros, aunque, dicho sea de paso, en realidad no es paella, sino arroz con mariscos o mixta con pollo o magro de cerdo o como se le quiera nombrar. Pero, aparte de ese plato de arroz, que no paella, con algunos que otros tropezones que los españoles casi siempre nos empeñamos en dejar a un lado para interesarnos exclusivamente por el arroz, la paella de verdad es mucho más humilde y seguramente menos atractiva que las innovaciones que ha venido sufriendo a lo largo de los años conforme nuestra capacidad adquisitiva y nuestro nivel cultural iban creciendo, desgraciadamente no siempre a la misma velocidad y altura.

Aún así, siempre me he deleitado con los arroces que han preparado mis compañeros nómadas con los pocos ingredientes auténticos que se pueden encontrar por ciertas latitudes, poniendo en ello todo su arte, sapiencia heredada y practicada, pero sobre todo muchísimo cariño con el que hemos disfrutado al máximo entre copas de vino, cerveza, cánticos, chistes y sobre todo muchísima alegría tan necesaria a veces en las trincheras en las que nos ha tocado y todavía nos toca pelear.

Un abrazo.