sábado, 6 de enero de 2018

La historia de los Reyes Magos

De entre todos los personajes que rodean el nacimiento de Jesús ángeles, pastores, estrellas, mulas y bueyes—, los Reyes Magos siempre me han parecido los más simpáticos, cordiales y complacientes, acaso porque eran quienes, además de regalos, aportaban y mantenían viva la ilusión en aquellos inolvidables años infantiles.

Me parecían tres tipos admirables, viajando en la peor época del año, en pleno invierno. Me los imaginaba cruzando el desierto entre tempestades de arena, acampando en oasis escasos de agua para sus camellos, enfrentándose a aldeas hostiles donde alojar y alimentar a la cohorte de criados y escuderos que, como verdaderos reyes, deberían acompañarles. Sin embargo, al final de tan largo periplo, siempre aparecían impecables a nuestros ojos, con sus túnicas relucientes, turbantes como almendros en flor, camellos frescos y pajes resplandecientes.

Reyes Magos 1
El evangelio de San Mateo [1] es la única fuente bíblica que los menciona
sin especificar sus nombres ni su número ni su título de reyes— como ilustres viajeros en busca del rey de los judíos para adorarle, guiados por una estrella que los condujo hasta Belén. El evangelista se refiere a ellos con la palabra griega magoi, que significa magos o sabios, pero, ¿quiénes eran realmente?

Si fueron magos, considerando el origen de su viaje al este de Jerusalén —centro de la civilización—, se trataría de eruditos persas de la tradición zoroástrica, expertos en astronomía, medicina, magia y astrología. Sin embargo, el Salmo 72 [2] predice que “los reyes de Tarsis le traerán presentes y los reyes de Sabá y Seba le ofrecerán obsequios”.

Sus nombres y reinos estaban bastante oscuros, aunque, por el bien de una buena historia, deberían tener claras ambas cosas. Durante la Alta Edad Media, en el norte de Europa, un monje [3] los designó como Melchor, Baltasar y Gaspar, nombres cuyo porqué nunca llegó a entenderse [4]. La gente medieval no sabía muy bien quiénes eran estos personajes, ni estaban seguros de que fueran reyes o magos. Sin embargo, conocían que eran paganos, que seguían las enseñanzas de Balaam [5] y que trataban con demonios. No era bueno introducir “diabluras” en la escena navideña.

Reyes magos 2

Tal vez por eso, la historia de los magos no tuvo mucha aceptación en aquella época. De hecho, un mosaico del siglo VI, en Rávena (Italia), es casi la última vez que aparecen como eruditos, con un aspecto impecable, ajustados pantalones y gorras frigias de estilo persa.

La fuente más explícita —el libro de Set [6]—, dice que eran tres y que habían estado buscando una estrella, generación tras generación, desde la mítica Montaña de la Victoria, probablemente en Persia, donde Adán se había refugiado en su vejez con el oro, el incienso y la mirra expoliados del Edén. Estos tres dones simbolizaban, respectivamente, rey, Dios y mortal, ya que la mirra se usaba para ungir el cuerpo después de la muerte.

Es difícil suponer el fenómeno celestial que guio a los magos hasta Belén. Posiblemente fue una supernova o una conjunción de Júpiter y Saturno o tal vez un cometa. Empero, en el mundo heleno-romano, los cometas presagiaban muertes o desastres, nunca nacimientos. Sin embargo, los magos habían recibido instrucciones, según el libro de Set, de que una estrella particularmente brillante anunciaría la llegada de un niño y sabían que el niño era un rey [7].

“A los Reyes Magos les pedí un regalo: una hierbabuena para el desencanto” (María García Esperón).


IMÁGENES: Arriba, “El viaje de los Magos”, del pintor francés Jacques-Joseph Tissot (1836-1902). Abajo, mosaico bizantino del siglo VI en la iglesia de San Apolinar el Nuevo, en Rávena, Italia.

[1] San Mateo, 2, 1-12.

[2] Salmo 72, 10.

[3] San Beda el Venerable (673-735), Doctor de la Iglesia y monje benedictino en las abadías de San Pedro y San Pablo, en Wearmouth, y en la de Jarrow, en Northumberland, Inglaterra. En el tratado Excerpta et Colletanea, San Beda recoge así las tradiciones que llegaron hasta él: “Melchor era un viejo de setenta años, de cabellos y barbas blancas, habiendo partido de Ur, tierra de los caldeos. Gaspar era joven, de veinte años, robusto, y partió de una distante región montañosa, cerca del Mar Caspio. Y Baltasar era moro, de barba cerrada y con cuarenta años, partió del Golfo Pérsico, en la Arabia Feliz”.

[4] Es San Beda quien, por primera vez, escribió el nombre de los tres, con significados precisos que nos ayudan a comprender sus personalidades. Gaspar significa “Aquel que va a inspeccionar”, Melchor quiere decir “Mi Rey es luz”, y Baltasar se traduce por “Dios manifiesta al Rey”. Los tres representaban las tres razas humanas existentes, en edades diferentes.

[5] La historia de Balaam aparece en el Libro de los Números. De acuerdo con el relato bíblico, el rey de Moab solicita a Balaam que maldiga Israel a cambio de dádivas (22:5-7). Este consulta a Dios, el cual le niega el permiso (22:12).

[6] En el libro de Set, evangelio apócrifo muy comentado entre los estudiosos y marginado por la iglesia de Roma, se narra que los magos subían al Monte de la Victoria en cuya cima había una caverna, una fuente y un soto de árboles. Allí los magos se lavaban, oraban y durante tres días celebraban el nacimiento de Mitra, dios persa, indio y romano. “Este rito se celebraba cada año y los magos esperaban que la estrella apareciera mientras ellos estaban en el Monte de la Victoria”.

[7] Libro de Set: “En los oráculos de Histaspes, la estrella es el signo del Gran Rey prometido, que es Mitra reencarnado”.

Fuentes: The rule of three, Mateo 2, Salmo 72, Gloria de la Edad Media, El Colomí Missatger y Wikipedia.


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