sábado, 2 de septiembre de 2017

Ecopijos

En la nota de prensa sobre la apertura de un nuevo restaurante leí que en el establecimiento “solo se cocinan productos naturales”. Menos mal me dije—, no fueran a servirme un guiso con ingredientes sintéticos, tipo grafeno o Kevlar o PVC… Luego pensé que las agujas del pino y los murciélagos y las telas de araña y las boñigas de vaca también son productos naturales. Que no te puedes fiar, vaya. Que eso de “natural” encierra mil trampas.

José Miguel Mulet, doctor en bioquímica y biología molecular [1], autor de varios libros sobre el tema [2], sostiene que la alimentación natural no existe, que se trata solamente de una patraña para vender más y más caro. Frutas, verduras y carnes no tienen ni pueden tener el sabor y la textura de cuando la naturaleza los trajo al mundo. Afortunadamente, porque, de ser así, muchos serían incomestibles.

Ecopijos 1

Asegura Mulet que "los productos ecológicos [3] no son ni más sanos ni más sostenibles, solo una novedad supuestamente chic y pretendidamente saludable". Señala que algunos consumidores ecopijos [4] “pagan el doble por un producto que no tiene ningún beneficio adicional" y añade que los controles y la seguridad en los productos naturales es idéntica a la del resto de los alimentos.

Las hortalizas que consumimos, sean de nuestra propia huerta o las que nos venden directamente en los mercadillos de algunos pueblos del agricultor al consumidor—, son muy distintas a las variedades originales. En la naturaleza, una berenjena está llena de espinas, tiene poca carne, es fibrosa a más no poder y se pone marrón nada más cortarla. ¿Las zanahorias? Unas raíces duras, amargas, correosas e indigeribles. Sucede que siglos de agricultura han modificado su apariencia y mejorado su sabor, como el de casi todas las frutas, hortalizas y verduras que consumimos.

Lo mismo con la carne. Los animales que comemos tienen poco en común con sus ancestros que “creó” la naturaleza. Quizá, lo único que consumimos en su estado natural es el pescado que no proviene de acuicultura [5], las setas, los arándanos y otros frutos silvestres que recolectamos en el bosque. Pero, no nos engañemos, cuando salimos a buscar comida no vamos al bosque, vamos al súper.

Ecopijos 2Entonces, ¿por qué nos gusta tanto comer cosas supuestamente naturales? Uno de los motivos más poderosos podría ser la “quimiofobia”, esa manía que hemos ido desarrollando hacia todo lo que tiene una procedencia “química”, real o sospechada, en contraposición a una filia por la quimérica busca de “lo natural”. Los huevos que comemos, incluso los de las gallinas que viven en campo abierto, llevan ácido esteárico, una de las grasas saturadas responsables de nuestra mala salud cardiovascular. Los plátanos contienen tocoferol, vitamina E asociada a la juventud y la belleza… igualmente utilizado en cosmética y en la fabricación de velas.

Resumiendo, toda nuestra comida es fruto de nuestra tradición cultural y de nuestra evolución científica. Una berenjena es tan artificial como unas croquetas de marca blanca de cualquier supermercado. Lo creamos o no, en un tomate hay más tecnología que en un iPhone.

No tengo la más mínima intención de promover el consumo de alimentos procesados ni defender los donuts o las hamburguesas del McDonald’s. Pero el mensaje de “lo natural” es muy facilón, vendible y de muy buen rollo: la naturaleza es buena y está para cuidarte.

Cuando, realmente, la naturaleza pasa de ti.


IMÁGENES: Arriba, exhibición de productos supuestamente ecológicos en una frutería. Abajo, agricultura neolítica.

NOTA - No me molesta que haya gente que consuma ecológico. No voy por ahí metiéndome en la nevera de los demás. Quizás por eso me molesta cuando se meten en la mía organizaciones como la Sociedad Española de Agricultura Ecológica que firma manifiestos sin ninguna base científica y acuden a manifestaciones en las que piden la prohibición de los transgénicos y otras ocurrencias. Ya que estamos en un país más o menos democrático y que gozamos de ciertas libertades individuales, dejemos que cada uno coma lo que le apetezca. El problema es cuando la elección de unos pocos la tenemos que pagar entre todos, sobre todo cuando esta inversión pública no tiene un retorno o un beneficio general.

[1] Además, Mulet es profesor de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia, y dirige un máster y una línea de investigación en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas, que trata de desarrollar plantas tolerantes a la sequía y al frío.

[2] En su faceta de divulgador científico, Mulet ha publicado los libros Los productos naturales ¡vaya timo!, Comer sin miedo, Medicina sin engaños y La ciencia en la sombra. Además, es autor de la sección Ciencia sin ficción en El País Semanal​ y del blog Tomates con genes. ​

[3] Un alimento ecológico es aquel que se ajusta al reglamento europeo de producción ecológica, que una agencia certificadora (pública o privada) lo ha evaluado y le ha dado el sello. Nada más. En ninguna parte del reglamento se indican ni se regulan los beneficios para la salud o la calidad o la responsabilidad con el planeta.

[4] El prefijo “eco” proviene, claro está, de “ecológico”, y “pijo” es un adjetivo que la RAE define como, dicho de una persona, “que, en su vestuario, modales, lenguaje, etc., manifiesta afectadamente gustos propios de una clase social adinerada”

[5] No obstante, el pescado “salvaje” podría estar contaminado, según la especie, con mercurio, ciguatera, anisakis, etc. Los que se venden en las pescaderías, al menos en Europa, han pasado ciertos controles que reducen o eliminan esta posibilidad.

Fuentes: Wikipedia, El Comidista y Tomates con genes.

3 comentarios:

jesusitv dijo...

Magistral como siempre Félix. Y como casi siempre tambien, coincido con tus apreciaciones.
El prefijo eco más que mejorar nuestra salud nutricional deteriora nuestra eco-nomía.
No engrosaré yo la lista de los eco-pijos mientras pueda evitarlo :-)

Unknown dijo...

:)

La cosa llega al punto de ver anuncios de "sal sin productos químicos" (https://scientiablog.com/2013/07/03/el-increible-mundo-de-las-etiquetas-pseudocientificas/), o "agua energizante sin calorías", "agua para vegetarianos", "agua con oxígeno"... (https://scientiablog.com/2014/07/24/el-increible-mundo-de-las-etiquetas-pseudocientificas-vi-las-aguas-minerales/)

El año pasado estuve tres meses en Palo Alto, California, la cuna de las muffins de quinoa y chorradas semejantes. En el super, pagabas el doble por productos "naturales" la mitad de buenos que los normales. Como dices en el blog, una boñiga de vaca también es natural...

Lourdes Ortega dijo...



Cuanta razón tienes Felix.
Un abrazo.