sábado, 8 de julio de 2017

El infierno

Esta historia apareció por primera vez en internet hace unos 10 o 12 años. No sé sabe quién la publicó ni en qué idioma, ni si se trata de un hecho real -muy probablemente, no- ni el lugar dónde se desarrolló. Versiones en español apuntan a universidades españolas, mientras que los textos en inglés remiten a universidades norteamericanas y australianas. Este es un resumen más o menos comprensible para los no iniciados.

Un profesor de la asignatura de Termodinámica, algo excéntrico y un tanto bienhumorado, preparó un examen para sus alumnos con una sola pregunta: “¿Es el infierno exotérmico (emite calor) o endotérmico (absorbe calor)? Justifica tu respuesta”.

INFIERNO 1La mayor parte de los estudiantes hicieron referencia a la ley de Boyle-Mariotte: el gas se enfría cuando se expande y se calienta cuando se comprime, o a alguna de sus variantes. Sin embargo, uno de ellos respondió más o menos así:

En primer lugar, es preciso conocer cómo varía en el tiempo el volumen del infierno. Para ello, necesitamos saber con qué frecuencia las almas entran en él y con qué frecuencia salen. Podemos asumir sin ninguna duda que, una vez que un alma ha entrado en el infierno, ya no sale nunca más. Por lo tanto, la frecuencia de salida es igual a cero.

Seguidamente debemos calcular cuántas almas entran en el infierno. Como se sabe, todas las religiones nos amenazan con arrojarnos al fuego eterno si no somos de su cuerda. Dado que una persona no puede pertenecer más que a una religión al mismo tiempo, la presión del resto de cultos la condenará al infierno, tarde o temprano, irremediablemente. Con las tasas de natalidad y mortalidad existentes, podemos determinar sin objeción que el número de almas que ingresan en el infierno crece exponencialmente.

Veamos ahora la variación de su volumen. La citada ley establece que, para que la temperatura y presión permanezcan invariables, el volumen del infierno tiene que expandirse a medida que se vayan añadiendo almas y en idéntica proporción. Pero también podría ocurrir que:

1 - El volumen del infierno crece: infierno en expansión.
2 - El volumen del infierno decrece: infierno compresivo.

Si el volumen del infierno crece, caso 1, la presión y temperatura decrecerán constantemente, hasta el punto en el que la entropía llegue a su máximo y el infierno se congele.

Considerando guerras, enfermedades, hambrunas, operaciones salida y algún tsunami, solo podemos suponer, caso 2, que la tasa de entrada de almas en el infierno será siempre superior a la velocidad de crecimiento de su volumen, con lo que temperatura y presión se incrementarán constantemente hasta provocar el estallido del averno.

infierno 3¿Cuál es la conclusión? Según el postulado enunciado por mi compañera Rocío López en el primer curso de carrera: “Me acostaré contigo cuando el infierno se congele”, y teniendo en cuenta que todavía no he conseguido llevármela al huerto y que cada día que pasa lo veo más espinoso, el supuesto 1, que el infierno se congele, no puede ser cierto.

Resultado: Podemos concluir que el infierno es exotérmico. Matrícula de Honor.

P.D. Dice mi mujer que ha tenido que leer el texto varias veces para no perderse en este galimatías infernal.


IMÁGENES: Arriba, el infierno. Abajo, Rocío López en el campus.

Fuentes: La historia me la remitió desde Paraguay mi amigo Jorge. Después, he investigado su origen y versiones en múltiples páginas de internet. La publicada ahora es un arreglo y resumen de todas ellas. Las fotos las he pillado en internet.

1 comentario:

Laura dijo...

Lo mejor de leerte es que SIEMPRE, indudablemente, se aprenden muchas cosas.
El infierno me forzó la mente.