sábado, 17 de agosto de 2013

Gramadoelas

Huele a madera y a pimienta. Los objetos se amontonan como en un desván, una suerte de almoneda africana salpicada de recuerdos británicos, holandeses y franceses. Retratos de la cantante local Miriam Macheba, lámparas tiffany, cachivaches de ratán, arañas de bronce, vasijas de wengué llenas de arcos y flechas, calderas de cobre, enormes candelabros sobre tapices de colores imposibles...

Todo este caos conforma una extraña elegancia en un lugar irrepetible, un restaurante histórico en el barrio golfo de Johannesburgo al que me aficioné pronto; al restaurante y al barrio. Toda la tradición sudafricana, platos holandeses, hugonotes, ingleses o zulúes: curris, pastel de carne, calabaza asada, sopa de cordero, langosta, dados de cocodrilo, abadejo con salsa de coco, aguacate con biltong –carne seca muy especiada–, filetes de avestruz y el aperitivo imposible para muchos blancos, orugas del mapani a la plancha, con tomate o con mojo picante.

Grama resto

Nunca faltó en el Gramadoelas el mejor vino del país para acompañar tanto lujo. “Dios sea loado, ha fluido por primera vez el vino de la uva del Cabo", dicen que dijo, en 1659, un tal Van Riebeeck, fundador de la factoría de avituallamiento de la Compañía de las Indias en Cape Town, convencido de que aquellos caldos –únicos como el steen, el colombard blanco o el cinsaut tinto–, reducirían los casos de escorbuto entre sus marineros.

El libro de visitas del Gramadoelas resplandece de nombres famosos. Por allí pasaron Mandela, la reina de Inglaterra, los Clinton, medio Hollywood, David Rockefeller y yo. De entre todos, dicen que nadie como Catherine Deneuve: "Viajó a Joburg a inaugurar un nuevo edificio de la Alianza Francesa que estaba justo al lado y le encantó el restaurante. Lo visitaba todos los días. Bellísima. Una mujer fascinante”.

Grama orugas

Brian y su socio Eduane, con quienes compartí alguna tarde mesa y amarula, abrieron su Gramadoelas –que en afrikáner significa “lugar remoto”– a finales de los sesenta, en un Johannesburgo difícil en una Sudáfrica partida en dos. Al igual que los restaurantes: los había para blancos y para negros. Brian bebe un trago y posa el vaso, con cierto orgullo, sobre una bandeja con motivos árabes: "Nosotros fuimos los primeros que permitimos la entrada de negros en nuestro local".

“Cuando, de manera excepcional, queríamos servir a gente negra o mulata debíamos llamar a Pretoria para pedir permiso”, recuerda Eduan. “En una ocasión tuvimos una reserva de un grupo de políticos estadounidenses, algunos de ellos negros. Problemas con el teléfono nos impidieron contactar con el gobierno para solicitar el consentimiento, así que nos aventuramos a probar suerte. La policía no intervino y a partir de aquel día decidimos que podía entrar todo el mundo. Muchos eran amigos nuestros. Otros venían de lejos a comer aquí. ¿Qué ibas a decirles…? ¿Quédese usted en la puerta que aquí solo entran blancos…? No pasó nada. El país empezaba a cambiar, supongo. Nosotros no éramos más que un restaurante".

Grama decor

La vida de este mítico local se apagó recientemente con la muerte de Brian a consecuencia de la brutal paliza que recibió durante el asalto a la casa que compartía con su socio. Solo y adolorido, Eduane decidió cerrarlo no sin lágrimas en los ojos y sin ocultar su orgullo por todo lo que consiguieron juntos. La impresionante colección de muebles, cubertería y objetos decorativos antiguos del restaurante fue subastada allí mismo a finales de julio. Amarga fecha para quienes tuvimos el privilegio de conocer y disfrutar del Gramadoelas.

Concluyo con unos versos de Espronceda: “¿Por qué volvéis a la memoria mía, tristes recuerdos del placer perdido…?”.


IMÁGENES: Arriba, la variopinta mesa del buffet. Centro, orugas del mapani con tomate. Abajo, alacena.

El Gramadoelas se ubicó junto al popular Marker Theatre, en la plaza del mismo nombre, en el Newtown de Johannesburgo.

8 comentarios:

Darío P. dijo...

Hola Félix! Espero que estés muy bien! Es un placer leer tu blog; siempre aprendo cosas muy singulares y novedosas para mí, aunque se trate de cosas o eventos que sucedieron como parte de la historia.

Te cuento que siempre leo tus comentarios y anécdotas, me encantan.

Ojalá nos veamos pronto!

Cordiales saludos.

Anónimo dijo...

Hermosa y triste historia Félix. Un abrazo, José Ignacio

Darío Castillo dijo...

Hola, Félix! Me encantó la entrada sobre el restaurante y me abrió el apetito. Me enorgulleció la riqueza del castellano. Saludos y buen inicio de semana.

Darío Castillo
Guatemala

Agnes dijo...

Me encantó tu artículo, transmite la tristeza del cierre de restaurante y la nostalgia de su historia. Te imaginas y yo nunca estuve allí. Esta excelente.

Daniel V.D. dijo...

Muy bueno el blog del sábado.

Gemma dijo...

¡Qué bonito! Un placer leerte, Félix.

santi dijo...

¿Tiempos mejores?. ¿No estaremos confundiendo moderno con Bueno y antiguo con Malo?. En nuestro caso, lo antiguo, es lo Bueno, nuestra AMISTAD. Un abrazo, chaval. Tu humilde agente de viajes.

Elías dijo...

Gracias Félix!. Muy lindo recuerdo. Hace rato que quiero conocer Sudáfrica: ya se dará!.
Un abrazo.