sábado, 6 de julio de 2013

Haliéutica, mi vieja amiga

Nunca pensé en un rencuentro, pero la vida es así. Jamás consideré la posibilidad de dar con ella diez años después de haberla abandonado en la isla de Attu, un territorio inhóspito, insufrible y hostil, perdido y olvidado del mundo entre las Aleutians West, la parte más remota del cordón umbilical de más de 300 islas que une Alaska con la península de Kamchatka, en Rusia.

Allá la conocí hace un par de lustros y allí se quedó para siempre, o eso creía yo. Convivimos desde mi llegada a Red Beach con la intensidad necesaria –vodka y caviar, hamburguesa y cocacola– para conocernos a fondo. Omnipresente en aquel áspero territorio, como una deidad menor, decretaba lo que había de hacerse, establecía planes, validaba lo plausible y rechazaba con energía irrevocable lo desatinado.

Bacalao

Tiempo antes, en la Cornell University, –durante el curso que me adiestró sobre las fish inspection regulations en aquel incierto rincón del mundo– me hablaron de ella y de la necesidad de seguir sus pautas, reglas y protocolos para no comprometer la supervivencia de la población que estábamos obligados a proteger. En cuanto descendí de la pequeña Cessna supe que, a partir de aquel momento, mi vida allí habría de regirse por los mandamientos irrevocables de la nueva religión.

Hasta que, una mañana, la presión de aquel infierno –y de aquel invierno– me superó, y deserté de la lucha por mantener los límites impuestos por la haliéutica sobre el total de capturas aceptable y otros parámetros de pesca en aquel mar helado. No la volví a ver. La busqué en el diccionario, pero la RAE no la incluye. La Biblioteca Virtual Cervantes la define como “industrias pesqueras”, y en el Dictionarium Latino-Hispanum de 1827 aparece como “que trata de peces”. ¡Qué injusto!

halieutica

Por pura casualidad acabo de reencontrarla en una librería de viejo en un facsímil del libro Halieutica, publicado en Nápoles en 1689, en el latín de la época, revestida de toda la dignidad que merece. Por ella no han pasado los años. Dice mi mujer que las palabras envejecen con el uso, que van perdiendo color, deslavándose hasta convertirse en una piltrafilla de colada. No es el caso. Lejos de la necia escritura de los messengers, apartada de las cuentas en facebook y twitter y de los correos electrónicos, ha logrado conservar su fuerza primigenia tras sobrevivir en un escenario que, a modo de ejemplo, podría resumirse así:

Las crías de bacalao comen espadines. Los bacalaos adultos comen espadines y arenques. Los espadines y arenques comen huevas y larvas de bacalao. El bacalao, propenso al canibalismo, también devora bacalaos más pequeños. En aguas menos saladas, las huevas del bacalao deben descender a más profundidad hasta encontrar la densidad de sal que les permita quedarse en suspensión. Cuanto más descienden, menos oxígeno reciben y menor es el porcentaje de supervivientes, lo que repercute en las poblaciones de arenques y espadines, que encuentran entonces menos larvas de bacalao con las que alimentarse.

A partir de aquí, la haliéutica, mi vieja amiga, trata de poner orden y mantener un equilibrio entre las necesidades de las tres especies implicadas y el hombre: el más oscuro, implacable y peligroso depredador.


IMÁGENES: Arriba, ejemplar adulto de bacalao. Abajo, portada del libro “Halieutica”, de 1689.

6 comentarios:

Andrés G. dijo...

Curiosa historia esta del bacalao!

Ramón dijo...

Lo de la halieutica te ha salido un poco esotérico pero siempre interesante.

Ronald C. dijo...

Definitivamente a nuestras vidas siempre llegan cosas que son como un bumerang, regresan a nosotros aunque no lo esperemos.

Charo dijo...

Un placer leerte, como siempre Félix; qué bonito, y siempre interesante.

Z dijo...

Ja jajajaja, que burra soy!!! No había leído el título y hasta casi el final he creído que hablabas de la rusa esa enorme, que era secretaria de nosequién en Moscú.
Pa matarme....
Besos

Rosa Elida dijo...

Es un gusto saber de usted, he dado un vistazo en su blog; increíble todo el material que uno tiene a su disposición para leer y pasar horas y horas deleitándose con toda esa gama de escritos y libros, qué maravilla, por ahora no me queda más que felicitarle y desearle muchos éxitos más.
Estando en algún viaje de trabajo tendré mucho gusto de ir leyendo poco a poco tan exquisita lectura.
Estaremos en contacto en otra oportunidad.
Buen día y buen inicio de semana.
Abrazos.