sábado, 2 de marzo de 2013

La fiera de mi niña

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La casualidad está llena de encantos. Nos da, casi siempre, lo que nunca se nos hubiera ocurrido pedir. La tarde en la que andaba concluyendo la pequeña historia de un guepardo llamado Manlik –el animal más inteligente que he conocido- para mi blog de Makalali, justamente esa tarde proyectaban en la tele la película “La fiera de mi niña”, una comedia de 1938 en la que un joven leopardo de nombre Baby enmaraña aún más el enredo tejido entre los dos inolvidables protagonistas.

El tiempo le ha restado atrevimiento y hace bien evidentes las deficiencias que, con encono, señalaron sus detractores. Pero le ha conferido encanto. Y el encanto es cuestión de fe, de margaritas en la cabeza. Como las que tenía yo cuando la vi por primera vez.

cien-figuras-espanolasPor aquellos años de adolescente, íbame culturizando poco a poco en la escuela pública –el “colegio” era cosa de ricos– a base de machacar la “Enciclopedia Bruño” para la adquisición de conocimientos y “Cien figuras españolas” en plan prácticas de lectura en vivo. Niños y niñas nos adiestrábamos en clases separadas, pero la cosa nunca me pareció criterio represivo sino virtuoso. Supe valorar este distanciamiento como el necesario trayecto temporal que desembocaba, cada día, en la maravillosa media hora del recreo.

A las once en punto de la mañana, aquella mal llamada zona deportiva de mi pueblo se llenaba de valquirias y héroes de leyenda. Ellas –cenicientas infantiles con sus alegres coletas y sus falditas multicolores– sobre el piso de cemento del frontón, saltando a la comba o a la rayuela, que dice mi mujer que es el juego más incombustible del mundo. Ellos –nosotros– en el campo de futbol, dedicados a patear un balón o a emular batallas del Capitán Trueno o el Guerrero del Antifaz.

A veces, unos y otras, hacíamos incursiones en el territorio del sexo contrario y, poco a poco, fuimos conociendo rincones habitados por nombres tan bellos como Begoña, Emma o Arancha. Y sucedió que cada uno de nosotros se enamoró de una de aquellas chiquilinas.

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La vida nunca volvió a ser igual. Por las tardes nos juntábamos para garabatear desesperadas misivas a la hermosa criatura de nuestros sueños. Eran cartas en las que escribíamos cada letra de un color distinto, utilizando mi cajita Alpino de 12 lápices de colores. Así, rellenábamos hojas y hojas con un “te quiero Begoña” –o Arancha o Emma- multicolor, rematado con un corazón grande y rojo, deformado a menudo por nuestro infantil pulso de enamorados.

Recuerdo muy bien aquellas cartas. Y recuerdo también cuando, por aquel tiempo, pusieron “La fiera de mi niña” en la recién estrenada televisión española. Me enamoré de Susan (Katharine Hepburn) en blanco y negro, de su alocado personaje, de sus ansias de vivir. Imaginaba yo que Begoña, de mayor, sería como ella y que tendríamos un leopardo por mascota, o un dinosaurio, los dos muriéndonos de risa.

Begoña es hoy una antropóloga de prestigio, está casada y gorda y tiene dos hijos, y yo guardo aún, entre mis mejores recuerdos, los restos inutilizables de la cajita Alpino de 12 lápices de colores, y me emociono cuando “La fiera de mi niña” ilumina de nuevo la pantalla de mi televisor de plasma.

Nos falló el dinosaurio. Se extinguieron.


IMÁGENES: Arriba, fotograma publicitario de la película. Centro, portada de un libro de lectura de la época. Abajo, hoy como ayer, en todo el mundo (la foto está tomada en Camboya), las niñas siguen saltando a la comba.

Para cinéfilos, aquí dejo minuto y medio del tráiler original.

La fiera de mi niña.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Amigo.
Conociendote como te conosco yo,que es poco por cierto,tengo que decirte que el relato a tu infancia es original hasta la medula.Lo que si me llamó atencíon fue el hecho que tú "amor de la infancia" no supo cuidarse en lo debido.Quizas eso se debe como tu observaste muy bien,por no haber encontrado un Tynosaurus Rex.
Un fuerte Abrazo.
Alemaño

Oscar dijo...

Que comediantes unicos e irrepetibles era, o son, Gary Grant y katherine Hepburn!!, que linda historia de tu adolescencia, Felix!!.Y es cierto!!, a lo haber tanto "pegoteo" en el aula mezclando chicos y chicas, los recreos eran mas interesantes y romanticos!!
un abrazo
Oscar

José Pedro dijo...

Me quedé anclado por un buen rato en mi infancia en Pocitos, mi barrio de Montevideo, en la escuela y el cine del barrio. Recordando otros objetos que llevan otros nombres, pero que son los mismos. Abrazo!

Jorge Juan dijo...

Como ya es casi una costumbre encantadora, me he leído tu blog.

Decirte que muchas cosas de las que narras, las he vivido yo también, pero de diferente manera. Me llevaron, como podía tener yo a mis tres años el derecho de elección, a un colegio de niños ricos que era y sigue siendo el Colegio de San Miguel o Deutsche Schule de Madrid, que era mixto, laico y subvencionado por el Estado alemán. Aparte de eso, leía avidamente los "tebeos" de Novaro (Superman, el Llanero Solitario, etc.), los de Hazañas Bélicas, el Capitán Trueno con su bellísma y rubísima Sigrid, Crispín y Goliat, el famoso TBO y otros más que harían la lista interminable. Cuando ya tenía unos cuantos, corría a cambiárselos a Pirulo, un pipero muy listo y un tanto adelantado, que puso en el barrio una tienda de cambio de tebeos y cromos de las muchas colecciones que se editaban y que también era un vicio, aunque rara vez las pudiera terminar, porque al final siempre faltaban los mismos cromos que nadie tenía. No sé todavía el por qué de esos motivos, pero era muy frustrante por el esfuerzo y los dineros que había costado tratar de completar los álbumes.

En cuanto a los deportes que practicábamos en el patio del colegio durante los recreos, creo que eran los mismos que refieres, a los que tendrías que añadir otros juegos que no eran deportivos precisamente. Me refiero a las chapas, el clavo, la taba, el pídola, el burro, el guá o las batallas con los soldaditos de plástico que siempre terminaban en guerra campal a pedrada limpia entre los generales que mandaban aquellos ejércitos. También, por qué no, la caza de ranas, pesca de carpas de colores, colección de grillos, etc. Por supuesto que veíamos las películas de John Wayne y emulábamos a los vaqueros con sus caballos de vez en cuando, armados con pistolas de plástico que tenían petardos como balas o ya, cuando la cosa se ponía fea, el "winchester" de mentira que era muy real en nuestra imaginación. Entonces, como no existán los artefactos "inteligentes" que inundan hoy día los mercados, creo que teníamos más imaginación y creatividad, aunque eso depende del punto de vista con que se mire.

Sobre las chicas no recuerdo haber llegado a tanto hasta que no cumplí los catorce y comencé a notar cosas raras en mi cuerpo. Hasta entonces lo normal era pasar de ellas o tirarles de las coletas, levantarles las faldas o arrearles un mamporro por cualquier tontada.

Ya me contarás como te trata El Salvador.

Elías dijo...

Gracias Félix!
Como siempre muy buenas las historias de tus blogs.
Un abrazo.

Mariano Mingo dijo...

Gracias Félix:
Encantadora narración, como siempre.
Un fuerte abrazo desde España.

Ignacio dijo...

Un placer leerte. Tu relato cinematográfico de la infancia me ha llegado especialmente pues es el día en que ha fallecido Pepe Sancho, uno de los héroes de mi infancia en su papel de El Estudiante en la serie de Curro Jiménez que emulabamos en el colegio con el juego de "Españoles y franceses" que consistía en agruparnos entre gabachos y españoles y darnos mamporros y simular que nos dábamos navajazos o nos degollábamos. Ese juego hoy sería algo políticamente inaceptable e imagino que generaría la convocatoria de psicopedagogos, terapistas, neurólogos y educadores de diverso pelaje.

Anónimo dijo...

¡Preciosa historia, Félix! Gracias por compartir.