sábado, 16 de marzo de 2013

Cómo sobrevivir en un aeropuerto

Conozco más aeropuertos que ciudades. Aeropuertos de paso en ciudades sin atractivo que no he tenido interés en visitar. En ellos llevo invirtiendo una parte importante de mi vida, alimentándome o durmiendo, leyendo o bostezando, trabajando o viendo pasar el día o, simplemente, esperando. Los aeropuertos, como las ciudades, tienen personalidad propia. Los hay cómodos y penosos, acogedores e inhóspitos, coquetos y desaliñados, enormes y recoletos, sucios, feos, descuidados, incómodos y fríos. Lo importante es conocerlos, saber lo que dan de sí, entender sus peculiaridades y distraer las horas de la mejor manera posible.

Si la espera es larga o intenta uno ahorrarse una noche de hotel, que nunca viene mal, Londres-Headthrow es el lugar correcto. El viajero podrá dormir en agradable penumbra sobre la moqueta de detrás de la puerta de la capilla que encontrará siguiendo la señalización blanco sobre azul. El lugar es seguro y existe un baño próximo donde asearse.

aeropuerto sueno

En Frankfurt, al final del pasillo que conduce a las salas VIP de las compañías, descubrí una zona de penumbra con tres o cuatro tumbonas ideales para disfrutar de un par de horas de somnoliento descanso. Eso sí, el equipaje de mano debe controlarse entrelazando un pie con la bandolera de la bolsa o los tirantes de la mochila. Dice mi mujer que exagero precauciones, pero nunca se sabe.

En Riyadh, Arabia Saudita, no hay autobuses ni pasarelas de acceso a los aviones. Uno se sienta sosegado después de obtener la tarjeta de embarque y, de pronto, la sala de espera cobra vida, se despega materialmente del edificio y comienza a desplazarse –¡milagro!– hasta justo la mismísima puerta del avión. Tan asombroso como el jardín de auténtico lujo cultivado en medio de la terminal.

aeropuerto1

Estas delicatesen no se disfrutan en otros lugares. En Guinea Ecuatorial, por ejemplo, la zona de pasajeros del aeropuerto de Malabo está vacía, o lo estaba, que a lo mejor tienen ya aeropuerto nuevo. Ni bar ni agua ni sillas donde sentarse. Me tocó pasar la noche en el suelo, con la mochila por almohada. Trabé conversación con un alemán que, como yo, viajaba a Camerún, él a la boda de su hijo. Tras soplarnos la botella de etiqueta negra que el hombre portaba en su maletín, me invitó al casamiento y sus faustos, y acepté. El día señalado, mi mejor sonrisa y yo –corbata y terno impecables– estábamos en el Akwa Palace de Douala con el temor de que no me reconociera. Me abrazó como a un amigo del alma y me hizo sentar entre los más allegados.

En otro aeropuerto cuyo nombre no citaré, viajando de África a París, me confundieron con el agregado militar de la embajada de Francia. Todo agasajos: sala de autoridades, bocaditos, bebidas, azafata… No repararon en que volaba en clase turista, inaceptable para un supuesto diplomático francés.

bangkok monje

Mi peor recuerdo corresponde al aeropuerto de Beirut, Líbano, justo al comienzo de la guerra con Israel en 1982. Imaginen a la aviación israelí bombardeando con precisión de cirujano las pistas y los hangares. Aunque respetaron la terminal civil, la onda expansiva de las detonaciones hacía volar, como cuchillos, el vidrio de las cristaleras. Hubo muchos heridos. A los ilesos nos trasladaron por carretera a Damasco, Siria, desde donde volamos a Zúrich, creo recordar.

He vuelto a Beirut varias veces. Me gusta la ciudad y me encanta cenar en la corniche. Aun así, en el aeropuerto no puedo evitar un cierto resquemor, un evidente nerviosismo, deseando encontrarme pronto arriba, volando, lejos.

Que el miedo cultiva miedo.


IMÁGENES: De arriba a abajo, echando un sueñecito; entretenidos con los aviones; monje budista en el aeropuerto de Bangkok, Tailandia, uno de los más grandes y espectaculares del mundo.

9 comentarios:

Gloria dijo...

Hola Felix!!! Gracias por compartir tus hermosos escritos, realmente sos fantástico para escribir, lo metes a uno dentro de tu narrativa, es como si estuvieras allí. Saludos a vos y a tu esposa, llama cuando llegues, que no te absorban demasiado. By!!

Julián dijo...

Hola Félix!
Hacer un comentario en el blog es más difícil que acceder a la computadora del Pentágono o a las del Papa Francisco.
Espero que estés bien. Tengo como una hora tratando de poner en el blog este comentario, pero no he sido capaz de demostrar que no soy un robot:

Hola, Félix! Siempre te leo con mucho interés. Me has recordado en esta oportunidad muchas "largas noches" en aeropuertos. Gracias a Dios, al igual que te ocurrió, un etiqueta negra siempre ha sido la mejor de las compañías para apaciguar el tiempo de las aburridas esperas.
Hasta pronto.

Jorge Juan dijo...

Sobre el tema y contenido de tu blog de hoy no tengo nada que decir, salvo que los aeropuertos cada vez me gustan menos por lo masificados que están y el tormento que significa las algunas veces larguísimas esperas para hacer alguna conexión, los controles exasperantes antes y entre los distintos vuelos que tengas que tomar. Volar ya no es lo que era y con las low cost, menos aún. Si siempre se hiciera por placer, la indigestión de horas de espera se haría con más paciencia, pensando que a uno le espera una playa paradisiaca con buena bebida y mejor compañía, pero hacerlo por motivos de trabajo me cansa soberanamente al punto de que cada vez les tengo más tirria a esos espacios de tortura. El vuelo en si no cansa, lo que te mata son las malditas esperas y líos aeroportuarios. No digamos ya cuando se escacharra uno de esos pájaros de metal, te pierden la maleta, pierdes algo al desnudarte para pasar el control de seguridad o te roban algo en un descuido.
Sus muertos! Que diría un andaluz.
Un abrazote.

Oscar dijo...

Que nota "copada" como decimos los porteños!!, para mi es muy interesante haberla leido, ya que quien te escribe, (no me averguenza decirlo),jamas viaje en avion!!, siempre los viajes lo hice con mi viejo, ya que el era marino mercante por mas de 33 años.Por cuestiones de trabajo mio, econmia muy basica mas problemitas de salud, nunca realize un viaje en avion y mucho menos dormir en un aeropuerto, algo que me debo!!
Un abrazo
Oscar

Jorge dijo...

El móvil y el iPad también son imprescindibles para sobrevivir en el aeropuerto, si no mira toda la gente en las salas de espera y los que antes de que se apague la señal del cinturón al aterrizar ya enchufan el móvil a ver qué ha pasado en su ausencia!

Pascale Lora dijo...

Veo que solemos compartir muchos días y muchas noches el mismo sitio para trabajar o descansar aunque sea siempre en países diferentes… Cuantas horas de nuestra vida pasamos en los aeropuertos. Hubiera sido interesante tener la cuenta. ¡Al punto que en algunos, donde tengo mis rinconcitos escondidos, casi me enfado con las personas que se encuentran por allí cuando llego, como si se hubieran apoderados de una pertenencia solo mía! ¡Que sigas disfrutando de los aeropuertos y de los encuentros tan particulares y a veces tan interesantes que conllevan! Un abrazo desde Schiphol.

Elías dijo...

Hola Félix! Muchas gracias por tu nuevo envío. Leí de los aeropuertos y me gustó mucho, cada uno de los casos que mencionás. Es cierto que los aeropuertos son un pequeño mundo cada uno y que consumen parte de nuestras vidas. Recuerdo al filósofo francés Augé que tiene una teoría de los "no lugares", o sea lugares de tránsito donde uno no tiene raíces sociales (incluye también los supermercados, los demás transportes y muchos otros espacios). Él señala que a diferencia de "la aldea" estos no lugares representan un desafío al hombre moderno, donde si bien no hay lazos sociales, el hombre es más libre. En fin.
Un abrazo.

Kurt Wonko dijo...

Hola Felix,
Desde Córdoba, Argentina, te mando muchos saludos, fue corto el tiempo de mi misión en Asunción pero recuerdo con detalles las charlas y anécdotas en los tiempos libres.
Aunque no envíe comentarios, me es muy placentero leerte.
Cordiales Saludos

Maritxu dijo...

¡Muy majo, FG!
Un beso.