sábado, 14 de marzo de 2015

Ulán Bator on the rocks

Considerada la capital nacional más fría del mundo, la temperatura durante los ocho o nueve meses del interminable invierno puede alcanzar los 40 grados centígrados bajo cero en su periodo álgido, en enero y febrero. La nieve y el hielo son el pan nuestro de cada día para el millón bien largo de ulanbatorianos que pueblan la principal ciudad de Mongolia. Sin embargo, su clima continental origina unos veranos “tórridos”… aunque a duras apenas se alcancen los 30 grados positivos entre julio y agosto. Mis amigos de Asunción, donde se superan con alguna frecuencia los 45 grados en la canícula austral, se estarán carcajeando de esta devaluada apreciación de lo tórrido.

On the rocks

De una forma u otra, las autoridades de Ulán Bator, que en mongol significa “Héroe Rojo”, han decidido iniciar uno de los mayores experimentos del mundo en geoingeniería. Se trata de crear artificialmente gigantescos bloques de hielo –aufeis en alemán o naleds en siberiano como glaciares urbanos, para combatir los efectos adversos del calor durante los meses de estío.

Los geoingenieros mongoles tratarán de recrear el proceso natural mediante la perforación, durante el día, de agujeros en el hielo del río Tuul que atraviesa la capital. El agua subirá por estos conductos hasta la superficie, donde se congelará durante la noche aumentando el grosor del aufeis. Repitiendo este proceso a intervalos regulares a lo largo de todo el invierno, pretenden obtener colosales masas de hielo que luego puedan derretirse lentamente para crear un fresco microclima durante el verano, aunque no sea este el único ni el principal problema de la ciudad.

Bloque hielo

Mongolia evoca imágenes de estepas interminables, cielos azules, caballos en libertad y tradiciones ancestrales. Su territorio triplica en superficie al de Francia, pero alberga menos habitantes que Madrid, un hecho que convierte al país de Gengis Kan en el de menor densidad de población del mundo [1]. La mitad de los tres millones de mongoles respira en invierno el aire más contaminado del planeta [2]. Son los habitantes de la capital, Ulán Bator, una ciudad que crece al ritmo de una economía que explota el filón de la minería: atraídos por oportunidades laborales que muchas veces no se materializan, decenas de miles de nómadas abrazan aquí la vida sedentaria y hacen valer su derecho constitucional a una parcela de tierra para instalarse con sus yurtas [3] en las colinas que protegen la capital.

Interior de una yurta

El problema es que, al igual que hacían en el campo, para combatir las bajas temperaturas queman carbón y madera en sus anticuadas e ineficientes estufas, mientras las enormes centrales térmicas, al máximo rendimiento, emiten gruesos chorros de gases contaminantes a la atmósfera. Antes de que amanezca, las obsoletas infraestructuras viarias se colapsan en un perpetuo atasco.

El gobierno hace lo que puede, facilitando la compra de nuevas estufas más eficientes, provistas de un filtro que frena las emanaciones nocivas, y reduciendo drásticamente el impuesto de matriculación de vehículos híbridos que consumen y contaminan mucho menos. No sorprende que un elevado porcentaje de los automóviles que circulan por la ciudad sean del modelo Prius de Toyota.

Indiferentes al entorno, las hordas de inmigrantes hindúes, chinos, rusos y kazajos viven, sobreviven, se alimentan y copulan entre el irrespirable smog de la contaminación, el tráfico y el frío. Sobre todo el frío. Para enfrentarse a él, es indispensable una buena ropa con pelo de camello, hecha en el propio país, y una alimentación bien engrasada. Proliferan restaurantes especializados para cada nacionalidad, ofreciendo verdaderas “bombas calóricas” que harían las delicias de los osos blancos del polo norte y de los pingüinos “emperador” del polo sur.

Pero esto es otra historia que requiere ocuparse de ella en otra ocasión.


IMÁGENES: Arriba, una recreación del proyecto. Centro, gigantesco bloque de hielo. Abajo, interior de una yurta con la moderna estufa-cocina en primer plano a la izquierda.

[1] La densidad de población de Mongolia es de solo 1,73 habitantes por kilómetro cuadrado (1,73 hab/km2).

[2] El índice de partículas en suspensión de menos de 2,5 micras -las más dañinas para la salud- marca una concentración de más de 500 por metro cúbico de aire, 25 veces el máximo recomendado por la OMS.

[3] La yurta (en mongol ger) es la vivienda habitual, fácil de montar, fresca en verano y cálida en invierno, utilizada por los nómadas en las estepas de Asia Central, y ahora también en los suburbios de las ciudades.

2 comentarios:

José Ignacio dijo...

Querido Félix, tentado estoy de pone a Ulan Bator como uno de los lugares que conocer antes de morir. Escribes de tal manera que haces sugerente la capital más fría, más contaminada, más despoblada del mundo. Un abrazo contadordehistorias.

Maribel dijo...

Caramba! menos mal que estas tu por aquí , para que yo sepa donde esta Ulan Bator... me encanta leerte lo sabes aprendo un montón, cosas que jamas conocería sino fuera por esta adicción de los sábados de leerte , aunque hoy sea Lunes. Besos a todos los tuyos desde mi corazón.