sábado, 6 de diciembre de 2014

Londres: aeropuertos y arañas

“¿Qué se podría decir de Londres que no se haya dicho ya?”. Esta frase contundente abre las páginas de una de las tantas guías puestas a disposición de quien desee disfrutar de la historia y poderío, cultura y sordidez, alegrías y desaciertos en esta ciudad de trazado y tráfico insufribles donde conviven más de 250 nacionalidades diferentes cuyos ciudadanos, tolerantes, apenas se escandalizan por nada: “Mientras no espantes a los caballos, colega, todo irá bien”.

Sin embargo, las guías no mencionan determinados escenarios que el viajero debería conocer de antemano para, efectivamente, no escandalizarse por nada. Aquellas brujas con escoba sobre las que escribí en un par de ocasiones, precursoras de los vuelos de bajo costo, se llaman ahora Ryanair, Vueling, EasyJet… y han aumentado considerablemente el tráfico en algunos de los aeropuertos alejados de la capital británica, cuyas instalaciones no están, ni muchos menos, preparadas para gestionar la avalancha de vuelos y pasajeros que se les viene encima.

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Nada más desembarcar en la terminal de Stansted, los ojos del viajero se sorprenden con un enorme cartelón punteando la línea UK Border, es decir, la frontera británica. No existe ninguna indicación para quienes, procedentes de otro país miembro de la Unión Europea (UE), deberíamos poder movernos con absoluta libertad, como derecho fundamental establecido en los tratados de Schengen de 1985 y 1990, y expresado a través del “espacio de libre circulación, libertad, seguridad y justicia, exento de fronteras internas” (sic). Ni una sola indicación de que estamos en territorio comunitario.

Con un par de aviones de tipo medio, aquello se colapsa. Cientos de pasajeros, europeos o no, en un singular atropello tercermundista y bananero, pasan los controles de inmigración exhibiendo un documento nacional de identidad o un pasaporte electrónico. Las máquinas de lectura automática, supuestamente high tech, se bloquean reiteradamente y un voluntarioso empleado, precisamente hindú, presta apoyo manual para sacar adelante el trámite migratorio, tan arbitrario como innecesario para los nacionales de la UE.

London 2No debieron resultar así de peliagudas las formalidades de aduana para cierta intrusa que, en el medievo, decidió empadronarse definitivamente en la abadía benedictina de Westminster, lugar tradicional para las coronaciones y entierros de los monarcas ingleses y británicos. De origen mediterráneo, aseguran que la viajera llegó de España en uno de los tantos barcos que transportaban grano para las islas. Se la conoce como Segestria Florentina, luce un aterciopelado color verde iridiscente y es la araña europea más grande de su familia zoológica.

Vive entre las grietas de los muros de la abadía, atenta a las vibraciones de los hilos de seda que irradian desde una especie de tubo a cuya entrada se aposta, lista para la caza y captura de una presa más o menos comestible: mosca, polilla, cucaracha… que haya tenido la desgracia de rozar la telaraña. A las abejas y avispas las ataca en la cabeza, a fin de mantener alejado su peligroso aguijón. Si alguien la acosa, probablemente le morderá “en defensa propia”, causándole una ligera irritación en la piel, no mayor que la provocada por el roce con una ortiga. Nada grave.

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Se han localizado algunos ejemplares en el interior del palacio de Buckingham, residencia de la reina. Se dice de Isabel II que sería capaz de mantener la compostura, sin pestañear, ante la avalancha de un caballo lanzado al galope. Sin embargo, la visión de una de estas arañas le haría dar un brinco, aterrorizada, a la mesa o silla más próxima o a colgarse de una de las pesadas cortinas que cubren las ventanas de palacio. Motivo más que suficiente para la movilización inmediata de su guardia personal, de cara a la neutralización fulminante de la intrusa.

En otros pagos, la gente no teme a las arañas, culturalmente importantes y, en ocasiones, un delicioso aperitivo. Bien tostaditas, por si acaso.


IMAGENES: Arriba, aeropuerto de Stansted, colapsado, a las afueras de Londres. Centro, araña “Segestria Florentina”, que puede medir hasta 22 mm de largo. Abajo, palacio de Buckingham con la guardia formada.

5 comentarios:

Elías B. dijo...

Sobre las brujas modernas, como diría mi difunta madre, "lo barato sale caro".
Un abrazo al amigo español.
Nota: Si sos importador, acá exportamos Kirchners baratos.

Ramon Tejeiro dijo...

Moraleja: no viajes, salvo que sea absolutamente imprescindible, y en ese caso, hazlo en tu propio coche, no importa si es de caballos, al menos disfrutarás del paisaje.

Anónimo dijo...

Ja, ja. No sé si has comido arañas, pero me consta que has comido, al menos, gusanos del coco en Senegal, orugas del mapani en Sudáfrica y saltamontes en Vietnam.
Un abrazo.

FG dijo...

Hola, anónimo!
Pues sí, he comido de todas las mierdas habidas y por haber, sin olvidar serpiente, yacaré, rata, perro... La más rica, sin duda, el avestruz.
Saludos cordiales.

Lourdes dijo...

He estado mirando tu blog. Me parece muy interesante el relato que haces del aeropuerto de Londres. Y del bichito verde aterciopelado... que quieres que te diga: prefiero que no se cruce en mi camino, ya que podría darme un síncope.