sábado, 19 de julio de 2014

De vuelta en Asunción

Olvidé sacar la tarjeta de embarque por internet y, al día siguiente, tuve que pasar por el mostrador de Iberia con mucha antelación por si me podían asignar mi asiento preferido. Me gusta el “A” porque mi oído izquierdo, un poco apagado ya, queda sin nadie al lado, huérfano junto a la ventanilla. El derecho me permite mantener una conversación normal, a decibelios razonables, con mi vecino y con la azafata, respondiendo con soltura a su pregunta, aburrida y monótona, de si prefiero pollo o pasta. Lo de conversar con mi vecino es un decir, dado que tengo cierta propensión a dormirme profundamente en los viajes largos. Bueno, y en los cortos.

Asunción 1

El caso es que sí, que me dieron un “A” pero, lamentablemente, en una fila al fondo de la enorme aeronave. Lo bueno, que mi vecino se fue a conversar con alguien a quien conocía y me dejó su sitio libre para poner mis cosas, mis pies y la bandeja de la comida una vez terminada de ingerir. Lo malo que, tan atrás, cuando te llega la prensa no queda en el carrito más que el USA Today y el Financial Times. Me decido por la revista Ronda Iberia del bolso frente a mi asiento.

A través de ella me entero, mientras despegamos, de que en Tokio han aparecido restaurantes de gatos, que no son sitios donde se coma gato ni tampoco donde vayan los gatos a comer, como pudiera suponerse, sino lugares a donde acuden los japoneses a buscar la calidez afectiva de estos animales de compañía. Dice la noticia que es que las gentes del Japón andan faltas de ternura.

¿Por qué será que el concepto “ternura” tiene –al menos en español, inglés y francés– dos significados bien distintos, uno más anímico y el otro más gastronómico? Seguro que, etimológicamente, proceden de la misma raíz y que no están relacionados con la cosa japonesa, algo más cursi, más como de decoración de restaurante chino. No obstante, eso de que la ternura afecte al sentido del gusto debería ser, cuando menos, motivo de reflexión.

asunción 2

¿Por qué será, también, que a todas las azafatas y azafatos les gusta dejarte claustrofóbicamente encerrado, con la bandeja de la comida sobre la mesita desplegada, mucho después de terminar de engullir aquella cosa calvinista y hereje? No puedes levantarte, no puedes mear si te meas, no puedes mover pie ni pierna y te dan ganas de gritar: “¡se den prisa, coooño!”

Con ayuda de la botellita de vino de la impúdica cena y un culín de Cardenal Mendoza que me obsequió la Rotenmeyer azafata, caí redondo. No llegué despierto ni a cuando recogían las bandejas y volví al mundo con el aterrizaje, casi 10 horas después. Una delicia de viaje.

En tierra, evacuada la vejiga y medio zombi, a menos de las seis de la mañana, me fui al sector de conexiones internacionales donde, por excepción, solo me hicieron cambiar de mostrador dos veces. Guarulhos, en Sao Paulo, es totalmente ineficaz, como si lo hicieran adrede para que pierdas el avión. Las escaleras mecánicas funcionan casi todas, aunque algunas zonas huelen considerablemente mal. Hay que anotar en su descargo que han abierto una terminal de nueva planta para lo del Mundial de Fútbol, desde la que se realizará la conexión –ya estará funcionando– con los vuelos de la TAM a Paraguay.

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La modorra persistió insistente durante el vuelo hasta Asunción y otra vez me desperté con la convulsión de las ruedas contra la pista de aterrizaje. Allí, a la salida de la terminal, estaba Édgar, el conductor grande, hipertenso, tímido, gordísimo, a quien le ataca la gota de vez en cuando y se ríe de su cojera, esperándome con el coche limpio.

Deshaciendo la maleta, me di cuenta de que en algún lugar me habían desposeído de la camarita de fotos que me compré en Panamá, pero me dejaron la funda para que no lo notara.

Con toda delicadeza. Todo un detalle.


IMÁGENES: Arriba, un sueñecito nunca viene mal. Centro, la hora de la cena. Abajo, espectacular Asunción, plaza Uruguaya.

9 comentarios:

Blanca dijo...

Gracias por tu escrito, es muy agradable recibirlo y reírme un rato con tus narraciones.

Xenia dijo...

Muchas gracias Félix, disfruto la lectura.
Abrazos.

Maribel dijo...

Gracias amigo a tu ternura , nos despertamos los sábados con ganitas de leerte . Hasta pronto.

FG dijo...

Hoy he quitado ya el enlace del Mundial de Fútbol. Por mis muchos amigos argentinos, siento que haya ganado Alemania. Pero, claro, también tengo amigos alemanes por los que me alegro. Que nunca llueve a gusto de todos, vaya.

Jorge Juan A. dijo...

Lo de volar cada vez me jode más. Solo de pensar en que voy a tener que pasar por lo que cuentas, más otras otras peripecias que te has dejado en el morral, me tiemblan las piernas y me entran los sudores fríos. Si, además, tienes que pasar por ese tipo de aeropuertos que mencionas y de los que hay unos cuantos, el cuarto de lo horrores cada vez es más real. Suma los tiempos de llegada al aeropuerto, migración, escáner, la mala leche que se te pone cuando ves las caras largas de los machacas o la de gilipollas cabreado cuando se te han ido las maletas a cualquier parte o aparecen abiertas y violentadas, si es que no te miran o apuntan como a presunto mulero. No me extraña que se le quiten las ganas de volar al más pintado. Los tontos no cuentan.

Lo último por lo visto, es que te pueden largar un SAM o un CRUCERO y mandarte directamente a ver a San Pedro a ver si te quiere abrir las puertas del cielo o mandarte abajo a las discotecas de Pedro Botero.

Antes daba gusto, pero entre los terroristas y los otros, y la competencia feroz entre aerolíneas para captar idiotas masoquistas voladores, los tiempos de la aviación romántica quedaron sepultados en el baúl de la historia. Ni las azafatas, aeromozas ahora, por no llamarlas camaretas aéreas, tienen el glamour de antes.

Es una M enorme total y lo peor es que parece que nos gusta o nos importa un bledo que nos den cada vez con menos disimulo y con más saña.

Elías B. dijo...

Hola Félix ,

Me alegro que estés en Asución. Yo ahora estoy la mitad de mi tiempo en Buenos Aires y la otra mitad en Posadas, donde tengo también un piso. Así que si tenéis ganas de pasar algún fin de semana allí, eres bienvenido.
Sobre el blog de hoy solo te agrego un dato que tal vez no conozcas. En Buenos Aires les llaman "gatos" a las prostitutas, sobre todo a las de precio medio hacia arriba. Creo que ellas son más afines a los restaurantes que los pobres pequeños felinos hogareños.
Te comento que yo ahora mismo paso la mitad de mi tiempo en Buenos Aires y la otra mitad en Posadas. Como esta ciudad queda cercana a Asunción, si te interesa en algún momento pasar un fin de semana sobre el Paraná, eres bienvenido a mi piso allí.
Un abrazo y que disfrutes de los lapachos en flor.

Eugenio Mingo dijo...

Todos que viajamos en avión tenemos un ritual que seguimos escrupulosamente... yo por ejemplo siempre pido asiento C o D, me gusta ir en pasillo. De esta forma tienes más sitio para las piernas (salvo que te las ampute alguna azafata con un carrito repleto de presunta comida) o también para pasearte hasta el WC sin molestar a nadie. También soy de los que estoy de los primeros en la fila de embarque, de esa forma mi querida maleta de cabina viaja sobre mi cabeza...

Son sólo dos detalles, obviamente hay más...

Al ir en pasillo me gusta observar a los pasajeros que alcanzo con mi vista.

También soy de dormir en los vuelos, a veces no me entero ni del despegue o incluso del aterrizaje.

Un abrazo.

Eugenio.

FG dijo...

Obviamente, el asiento de pasillo tiene esas ventajas. No dice Mariano que también sirve para observar el trasero o culo de las azafatas.

Gloria C. dijo...

Me enternece la forma en que escribes, es un don que tienes, y muy bien aprovechado, te agradezco me tengas en cuenta y me sigas enviando, siempre los leo, pero me complico en devolverte comentarios... con la tecnología aún no hice migas de veras, jaja, Te envío un abrazo.